Domingo 16/07/2017, 19:56:29
Que lo parió!!!!
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Diez años sin el Negro Fontanarrosa
(qué lo parió)
Humorista, narrador, ilustrador, fanático del fútbol y del ritual de la amistad: Roberto Fontanarrosa iluminó e hizo reír a varias generaciones de argentinos con su talento. El próximo miércoles 19 de julio se cumplirán diez años de su muerte. Escritores, periodistas y algunos de sus amigos lo recuerdan en esta nota de Infobae.
PorUlises Rodríguez
16 de julio de 2017
"A mí no me va eso del nirvana o los jardines con minas tocando la flauta. A los dos días ya te querés cortar las pelotas. Al cielo le pondría canchitas y un par de bares, porque en el bar estás en tu casa y a la vez estás balconeando la calle".¿Será el cielo como lo quería el Negro Fontanarrosa? ¿Se juntará a la tarde con los amigos en la mesa de un café a tomar su mate cocido y a hablar de mujeres y fútbol? ¿Irá a la cancha a alentar al Rosario Central del Paraíso? ¿Seguirá escribiendo cuentos y dibujando a Inodoro Pereyra y a Boogie? ¿Qué le habrá pasado cuando Rodrigo Palacio se perdió el gol en la final contra Alemania en 2014 al definir por arriba cuando era por abajo?Si la vida la medimos por sucesión de Mundiales de Fútbol -como solemos hacer muchos en esta parte del mundo- los lectores ya nos perdimos dos Mundiales sin las columnas en [i]Clarín de "La Hermana Rosa": la mentalista que vaticinaba en torno a los resultados de la Selección.Es que de un plumazo pasaron 10 años. ¡Qué lo parió! (diría Mendieta) Y cada uno lo echa de menos donde más lo siente. "Creo que su ausencia diaria es más notoria en su tarea de dibujante de tira. Extrañamos la mirada de cada día. Sus cuentos siguen ahí y podemos leerlo cuando queramos", le dice la escritora Claudia Piñeiro a Infobae.
[i]Para el escritor Eduardo Sacheri, sin embargo, en estos 10 años "nos perdimos tanto su humor gráfico como su faceta literaria, que me parecen las dos igualmente poderosas, llenas de significados y de placer para los lectores.Del pibe que leía y dibujaba. El niño al que llamaron Roberto Alfredo nació un 26 de noviembre de 1944. Su padre era vendedor de seguros y su madre, Rosa, una ama de casa preocupada por la educación de su hijo. En la casa de la calle Catamarca se hablaba más de básquet que de fútbol porque su padre era fanático de ese deporte de altos que lo había llevado a jugar en la Selección.En cambio el pibe había salido futbolero y lector voraz. Hablaba poco y dibujaba mucho. Decían que era tímido en la escuela y que no participaba en clase hasta que su vida cambió aquella tarde de domingo en que su papá lo llevó al Gigante de Arroyito a ver a Rosario Central.
Desde ese día, su mayor anhelo fue vestir la camiseta del Canalla y sentir el aliento de la tribuna vibrando en su pecho. Lo soñó mil y una veces y lo dibujaba en sus cuadernos mientras la maestra explicaba el diagrama de Venn. Se probó en las inferiores y le dijeron "te llamamos" pero "nunca me pidieron el teléfono", contó, varias décadas después, en ese tono tranquilón que tenía para hablar en joda.Nunca fue buen alumno, se aburría en el colegio, pero en su casa se pasaba horas tirado en la cama devorándose las revistas Rico Tipo[/i], El Rayo Rojo y Hora Cero. La escuela la dejó en tercer año y se anotó en un curso por correspondencia -los mismos que venían publicitados en las revistas- de la Escuela Panamericana de Arte, que dirigían dos maestros del humor gráfico y la historieta: Hugo Pratt y Alberto Breccia.En esos tiempos trabajaba en una agencia de publicidad y realizó sus primeras publicaciones en revistas rosarinas hasta que le llegó la oportunidad de mostrar sus trabajos en la cordobesa Hortensia. Allí nacieron dos de sus personajes más recordados: Inodoro Pereyra y Boogie el Aceitoso: el primero un gaucho "renegau" y el otro un "Harry el sucio" del tercer mundo.(Télam)"No hay con que darle a Boogie", dice Eduardo Sacheri, que elige al matón como el personaje preferido de Fontanarrosa. Su autor decía: "Sé que Boogie me despreciaría mucho. Por sudamericano de un país periférico. No entraría dentro de sus amistades".En cambio su otro personaje -que de Hortensia pasó a la revistas Mengano y Siete Días hasta recalar en 1976 en la contratapa del diario Clarín y terminar sus días en la dominical Viva– era un gaucho solitario que parodiaba a un Martín Fierro nostálgico y que andaba con Mendieta, un cuzquito filósofo parlante, y estaba casado con la Eulogia: una mujer que lo tenía cortito. Sin salir de Rosario"Ser rosarino es una manera exagerada de ser argentino y Fontanarrosa era una manera exagerada de ser rosarino. No sólo porque cumplía con todos los mitos del rosarino: dar una vuelta por la calle Córdoba a las siete de la tarde para ver las minas; ir a El Cairo a tomar un café con los amigos; por supuesto ir al fútbol absolutamente todos los domingos y jugar un picado los sábados con los amigos. Todos esos ritos los cumplía, pero además, les dio voz a los rosarinos con ese oído realmente extraordinario que tenía", contó el año pasado en una charla, en Barcelona, el ex futbolista Jorge Valdano .Los que no entendían el gen rosarigasino le preguntaban seguido: "¿por qué no te vas a vivir a Buenos Aires?, sería lo mejor para tu laburo". Y el mismo Fontanarrosa en una entrevista que le hizo Martín Caparrós para su libro El Interior lo explicó:-Nosotros salimos de Rosario y es un infierno. A nosotros no nos quieren en ningún lado: no soportan nuestra superioridad.
-O sea que son los porteños del Interior.
-No, hermano: los porteños son los rosarinos de ahí afuera.
(qué lo parió)
Humorista, narrador, ilustrador, fanático del fútbol y del ritual de la amistad: Roberto Fontanarrosa iluminó e hizo reír a varias generaciones de argentinos con su talento. El próximo miércoles 19 de julio se cumplirán diez años de su muerte. Escritores, periodistas y algunos de sus amigos lo recuerdan en esta nota de Infobae.
PorUlises Rodríguez
16 de julio de 2017
"A mí no me va eso del nirvana o los jardines con minas tocando la flauta. A los dos días ya te querés cortar las pelotas. Al cielo le pondría canchitas y un par de bares, porque en el bar estás en tu casa y a la vez estás balconeando la calle".¿Será el cielo como lo quería el Negro Fontanarrosa? ¿Se juntará a la tarde con los amigos en la mesa de un café a tomar su mate cocido y a hablar de mujeres y fútbol? ¿Irá a la cancha a alentar al Rosario Central del Paraíso? ¿Seguirá escribiendo cuentos y dibujando a Inodoro Pereyra y a Boogie? ¿Qué le habrá pasado cuando Rodrigo Palacio se perdió el gol en la final contra Alemania en 2014 al definir por arriba cuando era por abajo?Si la vida la medimos por sucesión de Mundiales de Fútbol -como solemos hacer muchos en esta parte del mundo- los lectores ya nos perdimos dos Mundiales sin las columnas en [i]Clarín de "La Hermana Rosa": la mentalista que vaticinaba en torno a los resultados de la Selección.Es que de un plumazo pasaron 10 años. ¡Qué lo parió! (diría Mendieta) Y cada uno lo echa de menos donde más lo siente. "Creo que su ausencia diaria es más notoria en su tarea de dibujante de tira. Extrañamos la mirada de cada día. Sus cuentos siguen ahí y podemos leerlo cuando queramos", le dice la escritora Claudia Piñeiro a Infobae.
[i]Para el escritor Eduardo Sacheri, sin embargo, en estos 10 años "nos perdimos tanto su humor gráfico como su faceta literaria, que me parecen las dos igualmente poderosas, llenas de significados y de placer para los lectores.Del pibe que leía y dibujaba. El niño al que llamaron Roberto Alfredo nació un 26 de noviembre de 1944. Su padre era vendedor de seguros y su madre, Rosa, una ama de casa preocupada por la educación de su hijo. En la casa de la calle Catamarca se hablaba más de básquet que de fútbol porque su padre era fanático de ese deporte de altos que lo había llevado a jugar en la Selección.En cambio el pibe había salido futbolero y lector voraz. Hablaba poco y dibujaba mucho. Decían que era tímido en la escuela y que no participaba en clase hasta que su vida cambió aquella tarde de domingo en que su papá lo llevó al Gigante de Arroyito a ver a Rosario Central.
Desde ese día, su mayor anhelo fue vestir la camiseta del Canalla y sentir el aliento de la tribuna vibrando en su pecho. Lo soñó mil y una veces y lo dibujaba en sus cuadernos mientras la maestra explicaba el diagrama de Venn. Se probó en las inferiores y le dijeron "te llamamos" pero "nunca me pidieron el teléfono", contó, varias décadas después, en ese tono tranquilón que tenía para hablar en joda.Nunca fue buen alumno, se aburría en el colegio, pero en su casa se pasaba horas tirado en la cama devorándose las revistas Rico Tipo[/i], El Rayo Rojo y Hora Cero. La escuela la dejó en tercer año y se anotó en un curso por correspondencia -los mismos que venían publicitados en las revistas- de la Escuela Panamericana de Arte, que dirigían dos maestros del humor gráfico y la historieta: Hugo Pratt y Alberto Breccia.En esos tiempos trabajaba en una agencia de publicidad y realizó sus primeras publicaciones en revistas rosarinas hasta que le llegó la oportunidad de mostrar sus trabajos en la cordobesa Hortensia. Allí nacieron dos de sus personajes más recordados: Inodoro Pereyra y Boogie el Aceitoso: el primero un gaucho "renegau" y el otro un "Harry el sucio" del tercer mundo.(Télam)"No hay con que darle a Boogie", dice Eduardo Sacheri, que elige al matón como el personaje preferido de Fontanarrosa. Su autor decía: "Sé que Boogie me despreciaría mucho. Por sudamericano de un país periférico. No entraría dentro de sus amistades".En cambio su otro personaje -que de Hortensia pasó a la revistas Mengano y Siete Días hasta recalar en 1976 en la contratapa del diario Clarín y terminar sus días en la dominical Viva– era un gaucho solitario que parodiaba a un Martín Fierro nostálgico y que andaba con Mendieta, un cuzquito filósofo parlante, y estaba casado con la Eulogia: una mujer que lo tenía cortito. Sin salir de Rosario"Ser rosarino es una manera exagerada de ser argentino y Fontanarrosa era una manera exagerada de ser rosarino. No sólo porque cumplía con todos los mitos del rosarino: dar una vuelta por la calle Córdoba a las siete de la tarde para ver las minas; ir a El Cairo a tomar un café con los amigos; por supuesto ir al fútbol absolutamente todos los domingos y jugar un picado los sábados con los amigos. Todos esos ritos los cumplía, pero además, les dio voz a los rosarinos con ese oído realmente extraordinario que tenía", contó el año pasado en una charla, en Barcelona, el ex futbolista Jorge Valdano .Los que no entendían el gen rosarigasino le preguntaban seguido: "¿por qué no te vas a vivir a Buenos Aires?, sería lo mejor para tu laburo". Y el mismo Fontanarrosa en una entrevista que le hizo Martín Caparrós para su libro El Interior lo explicó:-Nosotros salimos de Rosario y es un infierno. A nosotros no nos quieren en ningún lado: no soportan nuestra superioridad.
-O sea que son los porteños del Interior.
-No, hermano: los porteños son los rosarinos de ahí afuera.