Miércoles 22/03/2017, 21:55:04
Jorge Mux, palabras que deberían existir.
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¿Quién carajo es Jorge Mux? Jorge Mux es un profesor de filosofía. No importa mucho quién es, sino qué hace. El tipo inventa palabras; agarra raíces del griego y del latín y las completa con morfemas del castellano. Más o menos así se fue formando nuestra lengua (Y todas las lenguas romances), pero claro, en el transcurso de la historia: Sería idiota ponerse a inventar palabras e imponerlas a la lengua; nadie te daría pelota, inténtelo en casa. Lo sabía Saussure y también lo sabe Mux, por eso propone un "Exonario".El Exonario es un catalogo de definiciones y palabras que no están en el diccionario, porque no existen. Pero que deberían existir.
El tipo tiene un blog con más de 1300 palabras.
http://exonario.blogspot.com.ar
Les voy a dejar las que más me gustaron:
Megaloclepsia:
(Sustantivo. Del griego megale = gigante, enorme y klopéuo = robar. Adjetivo: megalocléptico)
Apropiación arbitraria de un objeto que por su tamaño, distancia o naturaleza no permite el ejercicio de la propiedad.
En actos puramente simbólicos, algunas personas se han declarado dueñas de la Luna, de fenómenos meteorológicos o de palabras. A veces, presas de una locura legalista (en las que intervienen notarios, abogados y martilleros), han querido reclamar por el improbable usufructo de tales propiedades, pero sus demandas casi nunca prosperan. Quien se considera dueño del cielo, del centro de la Tierra o de la nota musical "re" tal vez nunca encuentre oportunidad de legitimarse como dueño y señor de tales patrimonios.
La expresión "el que mucho abarca poco aprieta" parece definir el síntoma del megalocléptico: cuanto más abstracto, extenso o cósmico sea el bien del que se apropia, menos poder tiene para ejercer su autoridad.
Se considera megalocléptico, también, a quien se apropia arbitrariamente de una institución pública o de un bien natural compartido, como pueden ser el edificio del congreso nacional o un mar.
Microarquía:
(Sustantivo. Del griego mykrós = pequeño y arché = poder. Adjetivo: microarca)
Poder insignificante que se ejerce con enorme arbitrariedad.
El microarca tiene por un instante (y por casualidad) algo bajo su control. Sin embargo aprovecha ese momento de mínimas posibilidades para desplegar toda la fuerza de su autoridad. Durante su brevísimo e invisible reinado se arroga una porción de los destinos humanos, y por ello no duda en actuar de acuerdo a su fugaz capricho, sin reparar en consecuencias ni razones.
Al microarca se le encarga cuidar los baños de un bar por una noche. Durante esa noche, será no sólo un celoso guardián de la limpieza y el orden; también se arrogará el derecho a decidir quién entra, quién no entra, quién se lava la cara, quién usa papel higiénico y quién puede usar el inodoro. No dudará en insultar y golpear a los que no respetan su ocasional investidura, y tampoco se negará a exigir propinas o tributos por su servicio.
El microarca más peligroso es el que tiene personas a su cargo. Cuando un microarca queda ocupando el puesto de jefe por unas horas (porque el jefe verdadero tuvo que ir a una reunión, por ejemplo), el personal deberá someterse a un régimen aun más despótico, arbitrario y perverso que el que solía reinar con el auténtico patrón.
Poraino:
(Adjetivo. De "por ahí no". No cambia de desinencia en femenino: "Esa mujer es una poraino")
Dícese de quien realiza actos cuyas consecuencias suelen ser negativas, pero supone que tal vez no se den tales consecuencias.
Le explicamos al poraino (pero él ya lo sabe) que no es conveniente hacer el asado tan cerca de los cables de luz y de la ropa tendida. Le sugerimos que no conviene avivar las llamas de una asado con kerosén ni arrojar aerosoles al fuego. Él conoce las consecuencias, pero supone que "en una de esas" o "por ahí" no ocurre nada malo. Cuando finalmente explotan los aerosoles; el combustible hace una llama gigantesca que le chamusca los cabellos y el fuego se expande hacia los cables de luz y la ropa tendida, el poraino se desespera y grita diciendo que él no quería que pasara eso.
El poraino explota una improbable posibilidad. A veces (pero muy pocas veces), por más que se empeñe en hacer las cosas de la manera más peligrosa posible, todo termina saliendo bien. De hecho, el poraino (para enojo de sus detractores) rara vez sufre en carne propia las consecuencias de sus imprudencias. El poraino se come en una hora las provisiones de una semana, con la fantasía de que "por ahí no" tiene hambre, o "por ahí" consigue comida de manera milagrosa. No paga sus deudas de tarjeta porque tal vez "por ahí no" le hagan recargo: quizás los operadores bancarios no se den cuenta de su deuda y la pasen por alto. Si hay anuncio de tormenta, él sale sin paraguas porque "por ahí no" llueve.
Microdélico (mi preferida):
(Adjetivo. Del griego mikrós = pequeño y délomai = manifestarse)
Quien tiene militancia en cuestiones mínimas e insignificantes.
Este término se aplica a (y tiene su origen en) dos comerciantes de mi barrio.
Uno de ellos es vendedor de diarios. En su puesto de venta tiene colgado un cartel que aproximadamente dice: "No vendo diarios de la Capital. Los diarios de Buenos Aires son pura mierda". Lo curioso es que, excepto por un único periódico local, toda la prensa gráfica que llega a mi ciudad es de la Capital Federal: si no vende lo que viene de afuera, su oferta se ve severamente limitada. El vendedor microdélico entabla una lucha solitaria, silenciosa y desigual con poderosas empresas gráficas que jamás se enteran de (ni les importa) que un oscuro diariero del interior considere que sus productos son una mierda.
Otro es un almacenero. Su lucha no sólo es pequeña e invisible, sino también contradictoria. No vende cerveza porque no le interesa "que la gente ande en pedo por ahi". Sin embargo vende vodka, whisky y licores. Esta contradicción aparenta tener un justificativo: "la gente no toma bebidas blancas ni licor por la calle". Sin embargo, también vende vino en caja y no tiene reparos en expender a menores.
Todos tenemos alguna microdelia en nuestra vida. No compramos ropa de determinadas marcas, no leemos libros de Bucay, no caminamos por calles que llevan nombre de conquistadores, no escuchamos programas de TV en los que aparezca Guido Suller, no llenamos formularios que tengan letra chica, no estudiamos la obra de científicos evolucionistas, no publicamos palabras con el sufijo "-filia" en Exonario. Pensamos que esa firme, cotidiana e invisible militancia de a poco va corroyendo las entrañas de un enemigo difuso y volátil, y creemos que con ello nos ganamos un modestísimo cielo.
Mandamínimo:
Existe el mandamás quien, según la Real Academia, es la persona que ostenta demasiada autoridad.
Pero, ¿qué pasa con quien ostenta una gran autoridad, pero sin embargo su autoridad es mínima? Eso es lo que mienta este término: el mandamínimo (en su primera acepción) es una persona cuyo poder es minúsculo; pero que se aprovecha de dicho poder para poner todos los obstáculos imaginables.
Un mandamínimo es aquel supervisor raso, o aquel cabo del ejército, o aquel empleado de la telefónica que hoy, ahora, en este preciso momento, tiene un gran poder de decisión sobre alguna cuestión que a nosotros nos interesa, y se regodea en ello. Nos hace esperar, nos maltrata y nos muestra el infranqueable muro de su modestísima autoridad. Sabe que, en cuanto pongamos un pie en la calle o cuando hablemos con alguien que tiene más poder que él, el mandamínimo deberá retractarse por habernos maltratado; pero en esos pocos segundos de intransigente soberbia se siente un dios.
El mandamínimo gorrea y es sumamente soconto. Existe el término "mandamenos" para referirse a un mandamás que intenta imponer su voluntad a toda costa y al cual la mayoría obedece. Un mandamás ilegítimo es, en el fondo, un mandamenos. Los que lo siguen y adoptan su carácter autoritario, son unos mandamínimos.
Hay muchas más. Si tienen tiempo, entren.
El tipo tiene un blog con más de 1300 palabras.
http://exonario.blogspot.com.ar
Les voy a dejar las que más me gustaron:
Megaloclepsia:
(Sustantivo. Del griego megale = gigante, enorme y klopéuo = robar. Adjetivo: megalocléptico)
Apropiación arbitraria de un objeto que por su tamaño, distancia o naturaleza no permite el ejercicio de la propiedad.
En actos puramente simbólicos, algunas personas se han declarado dueñas de la Luna, de fenómenos meteorológicos o de palabras. A veces, presas de una locura legalista (en las que intervienen notarios, abogados y martilleros), han querido reclamar por el improbable usufructo de tales propiedades, pero sus demandas casi nunca prosperan. Quien se considera dueño del cielo, del centro de la Tierra o de la nota musical "re" tal vez nunca encuentre oportunidad de legitimarse como dueño y señor de tales patrimonios.
La expresión "el que mucho abarca poco aprieta" parece definir el síntoma del megalocléptico: cuanto más abstracto, extenso o cósmico sea el bien del que se apropia, menos poder tiene para ejercer su autoridad.
Se considera megalocléptico, también, a quien se apropia arbitrariamente de una institución pública o de un bien natural compartido, como pueden ser el edificio del congreso nacional o un mar.
Microarquía:
(Sustantivo. Del griego mykrós = pequeño y arché = poder. Adjetivo: microarca)
Poder insignificante que se ejerce con enorme arbitrariedad.
El microarca tiene por un instante (y por casualidad) algo bajo su control. Sin embargo aprovecha ese momento de mínimas posibilidades para desplegar toda la fuerza de su autoridad. Durante su brevísimo e invisible reinado se arroga una porción de los destinos humanos, y por ello no duda en actuar de acuerdo a su fugaz capricho, sin reparar en consecuencias ni razones.
Al microarca se le encarga cuidar los baños de un bar por una noche. Durante esa noche, será no sólo un celoso guardián de la limpieza y el orden; también se arrogará el derecho a decidir quién entra, quién no entra, quién se lava la cara, quién usa papel higiénico y quién puede usar el inodoro. No dudará en insultar y golpear a los que no respetan su ocasional investidura, y tampoco se negará a exigir propinas o tributos por su servicio.
El microarca más peligroso es el que tiene personas a su cargo. Cuando un microarca queda ocupando el puesto de jefe por unas horas (porque el jefe verdadero tuvo que ir a una reunión, por ejemplo), el personal deberá someterse a un régimen aun más despótico, arbitrario y perverso que el que solía reinar con el auténtico patrón.
Poraino:
(Adjetivo. De "por ahí no". No cambia de desinencia en femenino: "Esa mujer es una poraino")
Dícese de quien realiza actos cuyas consecuencias suelen ser negativas, pero supone que tal vez no se den tales consecuencias.
Le explicamos al poraino (pero él ya lo sabe) que no es conveniente hacer el asado tan cerca de los cables de luz y de la ropa tendida. Le sugerimos que no conviene avivar las llamas de una asado con kerosén ni arrojar aerosoles al fuego. Él conoce las consecuencias, pero supone que "en una de esas" o "por ahí" no ocurre nada malo. Cuando finalmente explotan los aerosoles; el combustible hace una llama gigantesca que le chamusca los cabellos y el fuego se expande hacia los cables de luz y la ropa tendida, el poraino se desespera y grita diciendo que él no quería que pasara eso.
El poraino explota una improbable posibilidad. A veces (pero muy pocas veces), por más que se empeñe en hacer las cosas de la manera más peligrosa posible, todo termina saliendo bien. De hecho, el poraino (para enojo de sus detractores) rara vez sufre en carne propia las consecuencias de sus imprudencias. El poraino se come en una hora las provisiones de una semana, con la fantasía de que "por ahí no" tiene hambre, o "por ahí" consigue comida de manera milagrosa. No paga sus deudas de tarjeta porque tal vez "por ahí no" le hagan recargo: quizás los operadores bancarios no se den cuenta de su deuda y la pasen por alto. Si hay anuncio de tormenta, él sale sin paraguas porque "por ahí no" llueve.
Microdélico (mi preferida):
(Adjetivo. Del griego mikrós = pequeño y délomai = manifestarse)
Quien tiene militancia en cuestiones mínimas e insignificantes.
Este término se aplica a (y tiene su origen en) dos comerciantes de mi barrio.
Uno de ellos es vendedor de diarios. En su puesto de venta tiene colgado un cartel que aproximadamente dice: "No vendo diarios de la Capital. Los diarios de Buenos Aires son pura mierda". Lo curioso es que, excepto por un único periódico local, toda la prensa gráfica que llega a mi ciudad es de la Capital Federal: si no vende lo que viene de afuera, su oferta se ve severamente limitada. El vendedor microdélico entabla una lucha solitaria, silenciosa y desigual con poderosas empresas gráficas que jamás se enteran de (ni les importa) que un oscuro diariero del interior considere que sus productos son una mierda.
Otro es un almacenero. Su lucha no sólo es pequeña e invisible, sino también contradictoria. No vende cerveza porque no le interesa "que la gente ande en pedo por ahi". Sin embargo vende vodka, whisky y licores. Esta contradicción aparenta tener un justificativo: "la gente no toma bebidas blancas ni licor por la calle". Sin embargo, también vende vino en caja y no tiene reparos en expender a menores.
Todos tenemos alguna microdelia en nuestra vida. No compramos ropa de determinadas marcas, no leemos libros de Bucay, no caminamos por calles que llevan nombre de conquistadores, no escuchamos programas de TV en los que aparezca Guido Suller, no llenamos formularios que tengan letra chica, no estudiamos la obra de científicos evolucionistas, no publicamos palabras con el sufijo "-filia" en Exonario. Pensamos que esa firme, cotidiana e invisible militancia de a poco va corroyendo las entrañas de un enemigo difuso y volátil, y creemos que con ello nos ganamos un modestísimo cielo.
Mandamínimo:
Existe el mandamás quien, según la Real Academia, es la persona que ostenta demasiada autoridad.
Pero, ¿qué pasa con quien ostenta una gran autoridad, pero sin embargo su autoridad es mínima? Eso es lo que mienta este término: el mandamínimo (en su primera acepción) es una persona cuyo poder es minúsculo; pero que se aprovecha de dicho poder para poner todos los obstáculos imaginables.
Un mandamínimo es aquel supervisor raso, o aquel cabo del ejército, o aquel empleado de la telefónica que hoy, ahora, en este preciso momento, tiene un gran poder de decisión sobre alguna cuestión que a nosotros nos interesa, y se regodea en ello. Nos hace esperar, nos maltrata y nos muestra el infranqueable muro de su modestísima autoridad. Sabe que, en cuanto pongamos un pie en la calle o cuando hablemos con alguien que tiene más poder que él, el mandamínimo deberá retractarse por habernos maltratado; pero en esos pocos segundos de intransigente soberbia se siente un dios.
El mandamínimo gorrea y es sumamente soconto. Existe el término "mandamenos" para referirse a un mandamás que intenta imponer su voluntad a toda costa y al cual la mayoría obedece. Un mandamás ilegítimo es, en el fondo, un mandamenos. Los que lo siguen y adoptan su carácter autoritario, son unos mandamínimos.
Hay muchas más. Si tienen tiempo, entren.