Jueves 16/11/2017, 21:34:39
Falacias argumentativas
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A falta de Ciencia y Filosofía, Arte y Entretenimeitno se acerca más a la filosofía.
Resulta que hoy es el día del filosofo y para esto quiero compartirles una nota muy linda de El gato y la caja. Ahí les va.
En el corazón de cada padre yace una pesadilla oscura y preocupante: ¿qué pasa si este individuo que amo tan incondicionalmente me sale filósofo?
Casi podés verlos, a ella entre contracciones o a él acompañando preocupado, imaginando un futuro permanentemente sujeto a las exigencias del retoño. Y a la par de la torpe y tierna caminata viene un habla afilada y, a falta de otro denominador, bastante hinchapelotas.
Primero el pichoncito dice palabras sueltas, luego oraciones, luego aprende a discutir. Y a medida que la discusión va acalorándose, el demandante pichón de filósofo se da cuenta de que puede sostener su argumento sobre el de los demás reconociendo las grietas en lo que éstos dicen. Esas grietas, donde los argumentos hacen agua, suelen ser las falacias.
Ya de grande, el mismo pichón tiene que enfrentarse a haber desarrollado hábitos tan difíciles que se le vuelven en contra. Resulta que las falacias no sirven solamente para identificar razonamientos débiles y ganar una discusión, sino que más bien sirven para construir buenos razonamientos, y de eso no se salva ni él mismo. Así es que el filósofo se enfrenta por primera vez a una realidad terrible: las personas tendemos a razonar mal y él (o ella), por más filósofo, también es persona.
Ahora se encuentra frágil e igualado ante el mundo en su condición humana. Ya no mira para afuera sino que se vuelve su propio enemigo en el discurso, exigiéndose a sí mismo no hacer agua. Exigiéndome a mí mismo no hacer agua, porque yo soy uno de esos retoños pesadilla, y casi me siento en la obligación de reconocer en tono de primera sesión de terapia de grupo que ‘Hola, mi nombre es Valentín, y soy filósofo’.
Nuestras emociones, temores y demássesgos cognitivos nos inclinan a sostener distintas creencias, muchas veces irracionales, y todo esto sin que nos demos cuenta.
El aprender a reconocer las maneras en que nuestros cerebros nos engañan es una experiencia digna de ser compartida, y de ahí que muchos filósofos disfrutamos del estudio de las falacias para poder aportar a que los demás también puedan reconocer dónde fallan sus razonamientos, y puedan adecuarlos (aunque también tiene una cosita de ‘si yo sé cuando razono mal, ahora vos te vas a tener que comer saber lo mismo, MANCHA ANGUSTIA’). Después de todo, es importante tener en cuenta que [b]las personas solemos razonar mal no porque queramos, sino porque, hasta que no lo buscamos, no conocemos algo mejor.
[/b]Todos tenemos la capacidad de establecer y verificar hechos, de cambiar y justificar creencias, y en general de darle sentido a lo que vivimos. Esto lo logramos a través del uso de la razón, y el proceso por el cual lo hacemos se conoce como razonamiento. Ahora, mientras que prácticamente todos somos capaces de razonar, realmente es muy poca la gente que puede hacerlo con cierto nivel aceptable.
Muchas veces cuando pensamos en discusiones nos hacemos la idea de que implica gritos, ataques y emociones negativas. Si Aristóteles se enterara volvería a morir, porque en la raíz de las discusiones está el intercambio de argumentos, el goce en el uso de la razón para comunicarnos y expresar nuestros puntos de vista racionalmente. Los argumentos no son sino el intento de persuadir[b] a alguien de algo, dando razones para que acepte determinada conclusión.
[/b]Alcanza con prestar un poco de atención para darnos cuenta de queconstantemente estamos recibiendo argumentos, para comprar algo, para votar a alguien, para ir a tomar una cerveza en vez de estar estudiando para aquel final colgado. Ahora bien, rara vez nos detenemos a evaluar las premisas y las reglas que esos argumentos suponen. Y si el objetivo de un argumento es la persuasión, queda claro que las formas de persuadir a alguien no se limitan a la razón.
A veces las técnicas de persuasión son muy obvias (“¡Oh, tetas y abdominales! Compraré este celular”), pero otras pueden ser casi imperceptibles. Es entonces que entender de qué está hecho un argumento nos vacuna contra las falsas premisas (tu cariño y mi dolor), convirtiendo a la filosofía en la última línea de defensa contra el marketing (incluyendo el político) y contra el asedio de la publicidad.
Un argumento está formado porpremisas y conclusión. A veces a las premisas se les llama razones, evidenciao afirmaciones. A veces el argumento está condensado en una afirmación que contiene las premisas y la conclusión.
A grandes rasgos, existen dos formas de razonamiento. Por un lado tenemos los argumentos deductivos, donde la conclusión se deduce lógica y necesariamente de las premisas. El ejemplo clásico es:
Todos los hombres son mortales.[i]
[/i]Sócrates es hombre.[i]
[/i]Por lo tanto[i], Sócrates es mortal.
[/i]Cuando se trata de un argumento deductivo, si las premisas son verdaderas, la conclusión debe ser verdadera. Los argumentos que encontramos en matemática o lógica formal tienen esta forma.
Del otro lado tenemos los argumentos inductivos, donde las conclusiones se apoyan en la probabilidad y no en la necesidad lógica. Estos argumentos generalmente están construidos a través de razonamientos inductivos, que es el proceso por el que se llega a conclusiones generales a partir de casos particulares. Es por eso que la mayoría de argumentos vinculados a la ciencia son de este tipo, básicamente porque les damos un apoyo estadísticamente alto, pero no absoluto. Un ejemplo podría ser:Hasta ahora, todos los días salió el sol.[i]
[/i][i]Por lo tanto, mañana saldrá el sol.
[/i]Si bien es posible que durante la noche el sol estalle en mil pedazos, eso es muy poco probable.
Los argumentos inductivos y deductivos no son peores o mejores, sino que sirven para distintos cuerpos de conocimiento. Podríamos pensar que con los argumentos deductivos realmente nunca agregamos información: siempre estamosdeduciendo a partir de la información que ya tenemos. Por otro lado, no podríamos tener esa pretensión respecto de la ciencia, ya que nuestros datos, nuestra evidencia, está siempre cambiando.
Los argumentos están en todos lados, y donde hay argumentos hay argumentos falaces, y donde haya argumentos falaces, habrá malos razonamientos. Es importante que podamos reconocer falacias por el peligro que suponen. No son fáciles de descubrir y están diseñadas para esquivarnos y hacer que algunos argumentos sean persuasivos por los motivos equivocados. Como dice Bo Bennett, las falacias son como espejismos para la mente.
Quizás puede confundirnos la diferencia entre verdad y validez. Lo que es verdadero o falso son los enunciados (las premisas y la conclusión), que si bien los filósofos venimos discutiendo hace siglos sobre el tema, más o menos estamos de acuerdo en que algo es verdadero cuando se corresponde con la realidad. La validez, por otro lado, se dice de los razonamientos, y no de las proposiciones o enunciados. Un argumento va a ser válido cuando es imposible que si sus premisas son verdaderas la conclusión no lo sea también. En palabras de un amigoescritor ‘lo que importa en una historia es que nunca te falle el verosímil’, y lo válido tiene eso, coherencia interna, lo que no dice NADA sobre su relación con la realidad.
Es entonces importante tener en cuenta que las falacias indican problemas en la forma de los argumentos, y no en su veracidad. Una falacia es un argumento que tiene la apariencia de ser válido pero que en realidad no lo es, y muchas veces las falacias ocurren en una discusión sin que realmente se esté buscando engañar al otro; quizás ese sea el peor escenario: cuando creemos que estamos razonando correctamente pero no es así.
La importancia de aprender a reconocer falacias no está en poder refregar en la cara a otro su error, sino en poder reconocer cuando nosotros mismos, a pesar de contar con los datos correctos, ofrecemos argumentos falaces. Después de todo[b] sería una lástima que en una discusión con la evidencia correcta se perdiera nuestro punto, no por la veracidad de nuestras premisas sino por la forma en que presentamos nuestro argumento.
[/b]La ventaja crucial que nos da el entrenarnos en reconocer falacias está no sólo en que nos sirve para saber que nos están tratando de meter el perro en una discusión, sino en que nos ayuda a razonar mejor. Al inscribirnos en el gimnasio de la lógica lo primero que descubrimos es lo terriblemente fáciles que somos de caer en razonar mal y esguinzar una conversación que venía pisteando como un campeón.
Tan frecuentes son las falacias, y tanto nos empantanan las discusiones, que sería requetepráctico tenerlas en el bolsillo, en forma de tarjetas que sancionen una discusión que levantó los tapones en un centro, que camiseteó, que embarró la búsqueda de la verdad, ya sea por error o por estrategia, recordando siempre que una falacia no habla del tema de fondo, sino de la construcción de los argumentos que desnudan esa verdad.
Conocer las falacias más comunes no es más que entender las reglas de una discusión, siempre que asumamos que los que discuten no son dos enfrentados sino dos a la par, tratando de entender un pedacito de verdad esquiva.
Para eso, me propongo intentar un TOP 5 de falacias, listas para ser pegadas en una discusión de Facebook, igual de aptas para tías como para cualquiera que crea que quién sos dice algo sobre la solidez de tus argumentos.
Resulta que hoy es el día del filosofo y para esto quiero compartirles una nota muy linda de El gato y la caja. Ahí les va.
En el corazón de cada padre yace una pesadilla oscura y preocupante: ¿qué pasa si este individuo que amo tan incondicionalmente me sale filósofo?
Casi podés verlos, a ella entre contracciones o a él acompañando preocupado, imaginando un futuro permanentemente sujeto a las exigencias del retoño. Y a la par de la torpe y tierna caminata viene un habla afilada y, a falta de otro denominador, bastante hinchapelotas.
Primero el pichoncito dice palabras sueltas, luego oraciones, luego aprende a discutir. Y a medida que la discusión va acalorándose, el demandante pichón de filósofo se da cuenta de que puede sostener su argumento sobre el de los demás reconociendo las grietas en lo que éstos dicen. Esas grietas, donde los argumentos hacen agua, suelen ser las falacias.
Ya de grande, el mismo pichón tiene que enfrentarse a haber desarrollado hábitos tan difíciles que se le vuelven en contra. Resulta que las falacias no sirven solamente para identificar razonamientos débiles y ganar una discusión, sino que más bien sirven para construir buenos razonamientos, y de eso no se salva ni él mismo. Así es que el filósofo se enfrenta por primera vez a una realidad terrible: las personas tendemos a razonar mal y él (o ella), por más filósofo, también es persona.
Ahora se encuentra frágil e igualado ante el mundo en su condición humana. Ya no mira para afuera sino que se vuelve su propio enemigo en el discurso, exigiéndose a sí mismo no hacer agua. Exigiéndome a mí mismo no hacer agua, porque yo soy uno de esos retoños pesadilla, y casi me siento en la obligación de reconocer en tono de primera sesión de terapia de grupo que ‘Hola, mi nombre es Valentín, y soy filósofo’.
Nuestras emociones, temores y demássesgos cognitivos nos inclinan a sostener distintas creencias, muchas veces irracionales, y todo esto sin que nos demos cuenta.
El aprender a reconocer las maneras en que nuestros cerebros nos engañan es una experiencia digna de ser compartida, y de ahí que muchos filósofos disfrutamos del estudio de las falacias para poder aportar a que los demás también puedan reconocer dónde fallan sus razonamientos, y puedan adecuarlos (aunque también tiene una cosita de ‘si yo sé cuando razono mal, ahora vos te vas a tener que comer saber lo mismo, MANCHA ANGUSTIA’). Después de todo, es importante tener en cuenta que [b]las personas solemos razonar mal no porque queramos, sino porque, hasta que no lo buscamos, no conocemos algo mejor.
[/b]Todos tenemos la capacidad de establecer y verificar hechos, de cambiar y justificar creencias, y en general de darle sentido a lo que vivimos. Esto lo logramos a través del uso de la razón, y el proceso por el cual lo hacemos se conoce como razonamiento. Ahora, mientras que prácticamente todos somos capaces de razonar, realmente es muy poca la gente que puede hacerlo con cierto nivel aceptable.
Muchas veces cuando pensamos en discusiones nos hacemos la idea de que implica gritos, ataques y emociones negativas. Si Aristóteles se enterara volvería a morir, porque en la raíz de las discusiones está el intercambio de argumentos, el goce en el uso de la razón para comunicarnos y expresar nuestros puntos de vista racionalmente. Los argumentos no son sino el intento de persuadir[b] a alguien de algo, dando razones para que acepte determinada conclusión.
[/b]Alcanza con prestar un poco de atención para darnos cuenta de queconstantemente estamos recibiendo argumentos, para comprar algo, para votar a alguien, para ir a tomar una cerveza en vez de estar estudiando para aquel final colgado. Ahora bien, rara vez nos detenemos a evaluar las premisas y las reglas que esos argumentos suponen. Y si el objetivo de un argumento es la persuasión, queda claro que las formas de persuadir a alguien no se limitan a la razón.
A veces las técnicas de persuasión son muy obvias (“¡Oh, tetas y abdominales! Compraré este celular”), pero otras pueden ser casi imperceptibles. Es entonces que entender de qué está hecho un argumento nos vacuna contra las falsas premisas (tu cariño y mi dolor), convirtiendo a la filosofía en la última línea de defensa contra el marketing (incluyendo el político) y contra el asedio de la publicidad.
Un argumento está formado porpremisas y conclusión. A veces a las premisas se les llama razones, evidenciao afirmaciones. A veces el argumento está condensado en una afirmación que contiene las premisas y la conclusión.
A grandes rasgos, existen dos formas de razonamiento. Por un lado tenemos los argumentos deductivos, donde la conclusión se deduce lógica y necesariamente de las premisas. El ejemplo clásico es:
Todos los hombres son mortales.[i]
[/i]Sócrates es hombre.[i]
[/i]Por lo tanto[i], Sócrates es mortal.
[/i]Cuando se trata de un argumento deductivo, si las premisas son verdaderas, la conclusión debe ser verdadera. Los argumentos que encontramos en matemática o lógica formal tienen esta forma.
Del otro lado tenemos los argumentos inductivos, donde las conclusiones se apoyan en la probabilidad y no en la necesidad lógica. Estos argumentos generalmente están construidos a través de razonamientos inductivos, que es el proceso por el que se llega a conclusiones generales a partir de casos particulares. Es por eso que la mayoría de argumentos vinculados a la ciencia son de este tipo, básicamente porque les damos un apoyo estadísticamente alto, pero no absoluto. Un ejemplo podría ser:Hasta ahora, todos los días salió el sol.[i]
[/i][i]Por lo tanto, mañana saldrá el sol.
[/i]Si bien es posible que durante la noche el sol estalle en mil pedazos, eso es muy poco probable.
Los argumentos inductivos y deductivos no son peores o mejores, sino que sirven para distintos cuerpos de conocimiento. Podríamos pensar que con los argumentos deductivos realmente nunca agregamos información: siempre estamosdeduciendo a partir de la información que ya tenemos. Por otro lado, no podríamos tener esa pretensión respecto de la ciencia, ya que nuestros datos, nuestra evidencia, está siempre cambiando.
Los argumentos están en todos lados, y donde hay argumentos hay argumentos falaces, y donde haya argumentos falaces, habrá malos razonamientos. Es importante que podamos reconocer falacias por el peligro que suponen. No son fáciles de descubrir y están diseñadas para esquivarnos y hacer que algunos argumentos sean persuasivos por los motivos equivocados. Como dice Bo Bennett, las falacias son como espejismos para la mente.
Quizás puede confundirnos la diferencia entre verdad y validez. Lo que es verdadero o falso son los enunciados (las premisas y la conclusión), que si bien los filósofos venimos discutiendo hace siglos sobre el tema, más o menos estamos de acuerdo en que algo es verdadero cuando se corresponde con la realidad. La validez, por otro lado, se dice de los razonamientos, y no de las proposiciones o enunciados. Un argumento va a ser válido cuando es imposible que si sus premisas son verdaderas la conclusión no lo sea también. En palabras de un amigoescritor ‘lo que importa en una historia es que nunca te falle el verosímil’, y lo válido tiene eso, coherencia interna, lo que no dice NADA sobre su relación con la realidad.
Es entonces importante tener en cuenta que las falacias indican problemas en la forma de los argumentos, y no en su veracidad. Una falacia es un argumento que tiene la apariencia de ser válido pero que en realidad no lo es, y muchas veces las falacias ocurren en una discusión sin que realmente se esté buscando engañar al otro; quizás ese sea el peor escenario: cuando creemos que estamos razonando correctamente pero no es así.
La importancia de aprender a reconocer falacias no está en poder refregar en la cara a otro su error, sino en poder reconocer cuando nosotros mismos, a pesar de contar con los datos correctos, ofrecemos argumentos falaces. Después de todo[b] sería una lástima que en una discusión con la evidencia correcta se perdiera nuestro punto, no por la veracidad de nuestras premisas sino por la forma en que presentamos nuestro argumento.
[/b]La ventaja crucial que nos da el entrenarnos en reconocer falacias está no sólo en que nos sirve para saber que nos están tratando de meter el perro en una discusión, sino en que nos ayuda a razonar mejor. Al inscribirnos en el gimnasio de la lógica lo primero que descubrimos es lo terriblemente fáciles que somos de caer en razonar mal y esguinzar una conversación que venía pisteando como un campeón.
Tan frecuentes son las falacias, y tanto nos empantanan las discusiones, que sería requetepráctico tenerlas en el bolsillo, en forma de tarjetas que sancionen una discusión que levantó los tapones en un centro, que camiseteó, que embarró la búsqueda de la verdad, ya sea por error o por estrategia, recordando siempre que una falacia no habla del tema de fondo, sino de la construcción de los argumentos que desnudan esa verdad.
Conocer las falacias más comunes no es más que entender las reglas de una discusión, siempre que asumamos que los que discuten no son dos enfrentados sino dos a la par, tratando de entender un pedacito de verdad esquiva.
Para eso, me propongo intentar un TOP 5 de falacias, listas para ser pegadas en una discusión de Facebook, igual de aptas para tías como para cualquiera que crea que quién sos dice algo sobre la solidez de tus argumentos.