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CREAR TEMA

Martes 13/02/2018, 19:46:35
Caramelos y Aspirinas - carta emocionante
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La primera vez que tuve la sensación de que mi viejo se moría, que lo vi débil de verdad, fue yendo a ver al Rojo. 

Rodolfo (así se llamaba) era periodista. Trabajaba en tele, en radio, en gráfica… Los viernes solía llegar con un regalo: credenciales de Prensa para la cancha. Yo crecí acostumbrado a los lugares privilegiados. Vi muchos partidos en las cabinas, al lado a los relatores de las radios, o en plateas “lujosas”. Era parte de la “chapa” de mi papá. 

Pero en 1980, la mano venía distinta. El viejo estaba sin laburar en los medios. En la Argentina de la plata dulce, había puesto un kiosco en la galería de al lado de Sadaic. Ese negocito, último bien de una extraña herencia familiar, no daba para ningún lujo. Vivíamos con lo justo. Para colmo, al periodista le faltaba el “brillo” de la profesión. El otrora escriba reconocido y jefazo, ahora expendía alfajores, turrones y 43/70. Un dato: lo hacía de saco y corbata. Me cuesta recordarlo con otro ropaje. Era casi su uniforme. 

Es posible que yo, con 11 hincha-bolas años, haya insistido en ir a la cancha ese día caluroso de diciembre. Jugábamos el partido de vuelta de una semifinal del Nacional. Racing de Córdoba nos había ganado 4 a 0 en la ida, pero vaya a saber que extraño convencimiento nos llevaba a creer que lo podíamos dar vuelta. 

Tomamos el bondi a Avellaneda (ya no teníamos el Fiat 800 que se había ido para pagar una deuda) y encaramos la larga caminata por la siempre convulsionada Alsina. Eramos miles los que caminábamos hacia el estadio de la Doble Visera envueltos en banderas, gorros y entonando cantitos que prometían que “vamos a salir campeón…” 

Llegando a las boleterías, vi que el viejo encaraba para la fila de la Popular. Debe haber visto la cara de decepción del nene acostumbrado a las cabinas y las plateas. Me dijo algo así como “hoy vamos acá, es mejor”. No le creí. Entendí que era lo que se podía. 

La fila de al lado, la de las butacas, era más ordenada. La de la General era un caos de empujones, gritos… Mi viejo -vale la pena recordar que lo suyo eran las letras más que las multitudes…- pujaba por llegar a la ventanilla, pero no avanzaba. De pronto lo vi salir de ese marea de compradores de último momento. “Vamos, esto no es para nosotros” me dijo. 

Me salió de adentro un “Y si vamos a la platea?” Creo que mi pregunta fue un puñal. Me contestó “No tenemos plata”. Recuerdo la sequedad de la respuesta. Hoy entiendo que era la última armadura de un tipo disminuido, que no podía cumplirle “algo” a su hijo. Era grave? No, claro que no. Pero evidentemente para él tenía un simbolismo. Ya no era lo que había sido. No se le abrían las puertas de las cabinas. No llegaba a comprar dos plateas. Empezaba a no poder. 

Con aire de vencidos, volvimos por Alsina, una calle que siempre me pareció horrenda. Mientras nos alejábamos del estadio, recuerdo haber escuchado el rugido de las tribunas, exaltadas por la salida del equipo… 

A las pocas cuadras, mi viejo detuvo su caminata. Me miró y me dijo “esperá un segundo”. Se sentó en el portal de una casita. “Qué te pasa?” le dije. “No me siento muy bien, ya se me pasa”. Una señora que veía la escena desde adentro de la casa salió y le dio un vaso de agua. La situación no duró mucho, se recompuso rápido. Al rato estábamos de nuevo en el colectivo y media hora más tarde, en casa. 

Lo que podría haber sido un simple sofocón, fue para mi una señal grave. No se bien porqué, pero ese día de diciembre, algo me dijo que mi viejo se me estaba muriendo. Tenía insólitos y jóvenes 53 años, pero fumaba mucho, había tenido un pre infarto un par de años antes, no se cuidaba… Y estaba (comprendí muchos años después) muy deprimido. 

Rodolfo se fue un año y medio después, sin dar demasiada lucha, sin comprender que era más importante cuidarse que entregarse al vicio que lo había tomado a los 14 años y del que, para colmo, estaba orgulloso. Nos dejó rápido. Mi enojo con él, por no haber estado, por no haber bancado, por no haber peleado, duró años. Muchos años. 

Ese hombre que se fue envuelto en debilidades, antes de apagarse, fue mi ídolo. Ese porteño tanguero que no me legó un mango, me dejó un puñado de cosas invalorables: el gusto por la historia, la pasión por la lectura, el placer por una buena partida de ajedrez, el ateísmo, una imagen de decencia inquebrantable que fue clave para que yo no me desviara cuando me tentaron… Y claro, el paladar negro de hincha de Independiente. 

De muy chico aprendí dos versos : Maril, De la Mata, Erico, Sastre y Zorrilla (el primero) y Miceli, Ceconatto, Lacacia, Grillo y Cruz (el segundo). Se dicen de corrido, rápido, porque decirlo así es señal de que sabes… 

Nos recuerdo embanderando juntos la casa, mientras esperábamos que la Central Terrena de Balcarce retransmitiera la señal de alguna final de la Libertadores jugada en Montevideo, en San Pablo, en Santiago… Nos veo saltando y gritando goles de Bertoni que ya van a venir, repitiendo Bo Bo Chini hasta la afonía, aplaudiendo barridas de Pancho Sa, corajeadas del Mencho Balbuena, tiros libres de Pavoni… Me gustaba escuchar aquella anécdota de una tarde en la que Bernao se había acercado a plena platea baja y le había dedicado un gol a mi vieja… Amaba a Boneco, aquel perro pulgoso que salía a la cancha con el primer equipo, llevando en su boca el banderín del CAI.

Cuando yo era chiquito, Rodolfo solía venir con un caramelo. Me lo daba y me decía “te lo manda el señor Independiente”. A veces, en vez de una golosina traía una aspirina. Ante mi mirada de asco, respondía “te la manda el señor Racing”. Era un tipo serio, pero cuando quería, tenía salidas memorables. 

El viejo se fue en junio -vaya casualidad- del 82. No llegó a ver el gol de Percudani al Liverpool. Tampoco vivió esa tarde en la que salimos campeones frente a un Racing que descendía. Pero su vida estuvo repleta de vueltas olímpicas, de hazañas, de gloria internacional. De eso, se fue lleno. 

Escribo esto en plena agonía. A no ser que obre un milagro, en tres semanas nos habremos ido a la B. 

No se que pensaría Rodolfo ahora, pero estoy seguro que jamas se le cruzó por la cabeza que su invencible equipo repleto de copas, estuviese así, casi sentenciado, a días de adquirir esa mancha imborrable. 

Me costó añares despedirlo, hacer un duelo como corresponde. Creo que una buena parte de mi tristeza actual tiene que ver con que no puedo parar de recordarlo. De recordarte. 

Volvé viejo. Aparecete de traje, envuelto en una bandera roja. Decime que todo esto es una aspirina que me mandó el señor Racing. Que nosotros comemos caramelos, porque los amargos son ellos. Enseñame de nuevo a aplaudir un sombrerito del Bocha. Agarrame de la mano para gritar un gol de Bertoni. 

Si no podes volver, te entiendo. Ya es hora de bancármela solo. Seré digno. Aunque, te aviso. A escondidas de Lola, voy a llorar. 

Chau viejito. Descansá en el cielo inexistente de los ateos. Algún día vamos a volver. 

Este también es un modo, tardío, de despedirte.
Veni... Pasa... Te quiero contar una historia...
Martes 13/02/2018, 20:09:27
54717 Posts - 20172 Puntos
Muy bueno... me hizo acordar de mi viejo, al que espero volver a encontrar alguna vez con el gorro de lana roja que le tejió mi vieja...
Martes 13/02/2018, 20:27:57
4456 Posts - 974 Puntos
ya fue esta historia...
prefiero dejarla atras, forma parte de la pagina mas triste del club... 10 dias antes de irnos a la b la publicaron...

es lo mismo que la cancion que dice "señores yo soy de independiente..."
 INDEPENDIENTE PRIMERO...
Martes 13/02/2018, 20:39:15
3140 Posts - 552 Puntos
DURO Y HERMOSO CUENTO... JUSTO PARA LEERLO EN ESTAS INSTANCIAS. GRACIAS Y VAN PUNTOS. SALUD REY DE COPAS... POR OTRA NOCHE DE AQUELLAS QUE TE HICIERON "ENORME",
Martes 13/02/2018, 21:18:23
5201 Posts - 1116 Puntos
es fantástica la carta.
Martes 13/02/2018, 21:44:39
17543 Posts - 11275 Puntos
Que no decaiga, vamos que mañana cojemos todos !!! Vamos  a romperte el orto Gremio !!
Martes 13/02/2018, 22:30:53
3205 Posts - 395 Puntos
Dichos aquellos a los que el viejo nos dejo esta gran herencia.
Mi corazon esta en el sur.
Martes 13/02/2018, 22:32:24
1281 Posts - 102 Puntos
Vamos por más caramelos...y golosinas..por suerte no creo que vuelva el sr racing en mucho tiempo....aguante el rojo que este año se nos van a dar casi todas....y tal vez porque no soñar con todas las copas.....con la mística y este plantel con hambre de gloria todo se puede...
Martes 13/02/2018, 23:52:56
1003 Posts - 360 Puntos
Mañana yo lo veo con mi viejo. En su casa, porque ya no le da el físico para ir a la cancha. Antes era en la Cordero, ahora en un living. Pero no importa, eternamente agradecido de compartir a Independiente con él.
Un abrazo para todos los papás que nos hicieron hinchas del rojo, para los que están, y para los que ahora alientan desde arriba.
Miércoles 14/02/2018, 01:42:06
6053 Posts - 1625 Puntos
Vamos CAI viejo nomaaasss!es el grito de guerra de mi viejo querido que por suerte lo tengo aun
Miércoles 14/02/2018, 04:13:47
61512 Posts - 20389 Puntos
Cuantas cosas en xomun con mi viejo.
Se me fue en Junio del 83; a los 61 años.
Despues me conto mi vieja que una noche venian caminando y el le dijo, espera, espera un poco dejame descansar.
Le gustaba el Tango , siemore tarareaba alguno y tenia muy linda voz, esas xosas que no se le preguntan a los padres, si le hubiese gustado ser cantor de tangos como uno de sus hermanos que cantaba en ka Radio en San Luis o el menor que cantaba folclore y participo en un concurso en el Canal 9 alla por el 61.

Me hablaba siempre de Erico, De la Mata y Sastre , ese Independiente que el conocio de joven cuando se vino de Cordoba a buscar un mejor futuro en Capital.

Las veces que fuimos a la cancha, siempre estaba ocupado pero el Bochita y la alegria en su cara no me la olvido mas.
Y ese partido contra Racing de Cordoba se lo fue a ver solo , a escondidas porque si le decia a mi vieja que iba a la cancha le empezaba a romper las pelotas y lo terminaba convenciendo : escuchenlo aca, preparo una torta y estamos todos juntos, y a mi viejo lo convencia.

La unica diferencia con el relato era que nosotros eramos de popular, nunca a la platea.
Ver el partido sentado era un castigo.

Pero a mi se me fue un lunes , yo me habia ido temprano a laburar y no me pude despedir , encima la noche anterior habiamos tenido una discusion por una pavada, pero nuestras discusiones al dia siguiente se olvidaban.
Y ese lunes al mediodia se me fue mientras yo estaba en el trabajo y el se preparaba para irse a trabajar.

Y el tambien como en la historia ese diciembre del 83 no pudo ver la tan ansiada vuelta que se nos habia escapado en el 81/82.
Y esa tarde me fui solo a la cancha y vi el partido en el mismo lugar donde habia estado con el la ultima vez . .

Miércoles 14/02/2018, 10:18:29
1442 Posts - 396 Puntos
Ya lo abre escuchado 20 veces! y la verdad nunca esta de mas!

Miércoles 14/02/2018, 11:34:52
4862 Posts - 1076 Puntos
Escrito por Soy_del_ROJO666



La primera vez que tuve la sensación de que mi viejo se moría, que lo vi débil de verdad, fue yendo a ver al Rojo.

Rodolfo (así se llamaba) era periodista. Trabajaba en tele, en radio, en gráfica… Los viernes solía llegar con un regalo: credenciales de Prensa para la cancha. Yo crecí acostumbrado a los lugares privilegiados. Vi muchos partidos en las cabinas, al lado a los relatores de las radios, o en plateas “lujosas”. Era parte de la “chapa” de mi papá.

Pero en 1980, la mano venía distinta. El viejo estaba sin laburar en los medios. En la Argentina de la plata dulce, había puesto un kiosco en la galería de al lado de Sadaic. Ese negocito, último bien de una extraña herencia familiar, no daba para ningún lujo. Vivíamos con lo justo. Para colmo, al periodista le faltaba el “brillo” de la profesión. El otrora escriba reconocido y jefazo, ahora expendía alfajores, turrones y 43/70. Un dato: lo hacía de saco y corbata. Me cuesta recordarlo con otro ropaje. Era casi su uniforme.

Es posible que yo, con 11 hincha-bolas años, haya insistido en ir a la cancha ese día caluroso de diciembre. Jugábamos el partido de vuelta de una semifinal del Nacional. Racing de Córdoba nos había ganado 4 a 0 en la ida, pero vaya a saber que extraño convencimiento nos llevaba a creer que lo podíamos dar vuelta.

Tomamos el bondi a Avellaneda (ya no teníamos el Fiat 800 que se había ido para pagar una deuda) y encaramos la larga caminata por la siempre convulsionada Alsina. Eramos miles los que caminábamos hacia el estadio de la Doble Visera envueltos en banderas, gorros y entonando cantitos que prometían que “vamos a salir campeón…”

Llegando a las boleterías, vi que el viejo encaraba para la fila de la Popular. Debe haber visto la cara de decepción del nene acostumbrado a las cabinas y las plateas. Me dijo algo así como “hoy vamos acá, es mejor”. No le creí. Entendí que era lo que se podía.

La fila de al lado, la de las butacas, era más ordenada. La de la General era un caos de empujones, gritos… Mi viejo -vale la pena recordar que lo suyo eran las letras más que las multitudes…- pujaba por llegar a la ventanilla, pero no avanzaba. De pronto lo vi salir de ese marea de compradores de último momento. “Vamos, esto no es para nosotros” me dijo.

Me salió de adentro un “Y si vamos a la platea?” Creo que mi pregunta fue un puñal. Me contestó “No tenemos plata”. Recuerdo la sequedad de la respuesta. Hoy entiendo que era la última armadura de un tipo disminuido, que no podía cumplirle “algo” a su hijo. Era grave? No, claro que no. Pero evidentemente para él tenía un simbolismo. Ya no era lo que había sido. No se le abrían las puertas de las cabinas. No llegaba a comprar dos plateas. Empezaba a no poder.

Con aire de vencidos, volvimos por Alsina, una calle que siempre me pareció horrenda. Mientras nos alejábamos del estadio, recuerdo haber escuchado el rugido de las tribunas, exaltadas por la salida del equipo…

A las pocas cuadras, mi viejo detuvo su caminata. Me miró y me dijo “esperá un segundo”. Se sentó en el portal de una casita. “Qué te pasa?” le dije. “No me siento muy bien, ya se me pasa”. Una señora que veía la escena desde adentro de la casa salió y le dio un vaso de agua. La situación no duró mucho, se recompuso rápido. Al rato estábamos de nuevo en el colectivo y media hora más tarde, en casa.

Lo que podría haber sido un simple sofocón, fue para mi una señal grave. No se bien porqué, pero ese día de diciembre, algo me dijo que mi viejo se me estaba muriendo. Tenía insólitos y jóvenes 53 años, pero fumaba mucho, había tenido un pre infarto un par de años antes, no se cuidaba… Y estaba (comprendí muchos años después) muy deprimido.

Rodolfo se fue un año y medio después, sin dar demasiada lucha, sin comprender que era más importante cuidarse que entregarse al vicio que lo había tomado a los 14 años y del que, para colmo, estaba orgulloso. Nos dejó rápido. Mi enojo con él, por no haber estado, por no haber bancado, por no haber peleado, duró años. Muchos años.

Ese hombre que se fue envuelto en debilidades, antes de apagarse, fue mi ídolo. Ese porteño tanguero que no me legó un mango, me dejó un puñado de cosas invalorables: el gusto por la historia, la pasión por la lectura, el placer por una buena partida de ajedrez, el ateísmo, una imagen de decencia inquebrantable que fue clave para que yo no me desviara cuando me tentaron… Y claro, el paladar negro de hincha de Independiente.

De muy chico aprendí dos versos : Maril, De la Mata, Erico, Sastre y Zorrilla (el primero) y Miceli, Ceconatto, Lacacia, Grillo y Cruz (el segundo). Se dicen de corrido, rápido, porque decirlo así es señal de que sabes…

Nos recuerdo embanderando juntos la casa, mientras esperábamos que la Central Terrena de Balcarce retransmitiera la señal de alguna final de la Libertadores jugada en Montevideo, en San Pablo, en Santiago… Nos veo saltando y gritando goles de Bertoni que ya van a venir, repitiendo Bo Bo Chini hasta la afonía, aplaudiendo barridas de Pancho Sa, corajeadas del Mencho Balbuena, tiros libres de Pavoni… Me gustaba escuchar aquella anécdota de una tarde en la que Bernao se había acercado a plena platea baja y le había dedicado un gol a mi vieja… Amaba a Boneco, aquel perro pulgoso que salía a la cancha con el primer equipo, llevando en su boca el banderín del CAI.

Cuando yo era chiquito, Rodolfo solía venir con un caramelo. Me lo daba y me decía “te lo manda el señor Independiente”. A veces, en vez de una golosina traía una aspirina. Ante mi mirada de asco, respondía “te la manda el señor Racing”. Era un tipo serio, pero cuando quería, tenía salidas memorables.

El viejo se fue en junio -vaya casualidad- del 82. No llegó a ver el gol de Percudani al Liverpool. Tampoco vivió esa tarde en la que salimos campeones frente a un Racing que descendía. Pero su vida estuvo repleta de vueltas olímpicas, de hazañas, de gloria internacional. De eso, se fue lleno.

Escribo esto en plena agonía. A no ser que obre un milagro, en tres semanas nos habremos ido a la B.

No se que pensaría Rodolfo ahora, pero estoy seguro que jamas se le cruzó por la cabeza que su invencible equipo repleto de copas, estuviese así, casi sentenciado, a días de adquirir esa mancha imborrable.

Me costó añares despedirlo, hacer un duelo como corresponde. Creo que una buena parte de mi tristeza actual tiene que ver con que no puedo parar de recordarlo. De recordarte.

Volvé viejo. Aparecete de traje, envuelto en una bandera roja. Decime que todo esto es una aspirina que me mandó el señor Racing. Que nosotros comemos caramelos, porque los amargos son ellos. Enseñame de nuevo a aplaudir un sombrerito del Bocha. Agarrame de la mano para gritar un gol de Bertoni.

Si no podes volver, te entiendo. Ya es hora de bancármela solo. Seré digno. Aunque, te aviso. A escondidas de Lola, voy a llorar.

Chau viejito. Descansá en el cielo inexistente de los ateos. Algún día vamos a volver.

Este también es un modo, tardío, de despedirte.ï
EMOCIONANTE... Me hiciste acordar a mi abuelo 😢😢😢