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¿Clásico?

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Enfrentar a Racing es sinónimo de vencer a Racing. Se ha hecho una hermosa costumbre ganarles de todas las maneras posibles y en todos los ámbitos. El estadio Monumental, el Tomás A. Ducó, el Minella de Mar del Plata, el Cilindro, la vieja y gloriosa Doble Visera y hoy el renovado Libertadores de América fueron testigos privilegiados de como una y otra vez Independiente dejó en ridículo a su rival de toda la vida.

Allá a lo lejos, Erico, De la Mata, Zorrilla, Seoane, Sastre, más adelante Michelli, Grillo, Cruz y Bonelli. Savoy, Mario Rodriguez, Yazalde, Artime, Pastoriza precedieron a Bochini, Pavoni, Galván, Bertoni, Outes, Alzamendi, Burruchaga y aquellos tan gritados de Trossero y Giusti. Más cercano a nuestros días, los que nosotros mismos pudimos ver, Gustavo López, Perico, Cagna, Guerrero, Calderón, Marioni, Forlán, Vuoso, el Cuchu, Montenegro y Silvera. Los tres de Frutos y los golazos de Agüero, Pusineri y Gandín el último.

Todos ellos fueron verdugos de un Racing que lo único que hace es mentirse a sí mismo con su fiesta y que tras una nueva derrota se queda gritando para hacer alarde de su “fiesta en las tribunas”. Hacen bien, gritar fuerte, porque desde tan abajo no se escucha y ni hablar cuando les toque no poder concurrir de visitante. Hoy por la tarde se escribió un nuevo capítulo en esta rica historia de amor que se llama Club Atlético Independiente. El gol de Gandín servirá para que la portada de todos los diarios diga que el rojo se quedó con el clásico de Avellaneda. Los hinchas de Independiente sabemos que en este partido en particular, lo único clásico, es el resultado.

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