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A 25 años del partido perfecto

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“Hay que jugar siempre así. Este es el único estilo que conoce a fondo el fútbol argentino. Todos los equipos deben tomar como ejemplo y practicar nuestro fútbol”. La confesión cumple hoy 25 años y pertenece al futbolista más representativo del paladar negro: Ricardo Enrique Bochini. ¿De qué hablaba el genio? A continuación, en un nuevo aniversario, el recuerdo de Gremio 0 vs. Independiente 1, la primera final de la Copa Libertadores de 1984.

El 21 de julio de 1969 Neill Armstrong pisó la Luna con un banderín del Rojo como amuleto. A fines de noviembre del
73, un joven Ricardo Bochini destronó a la Juventus en el imponente Olímpico de Roma. En los albores del verano de 1978, con tres jugadores menos y en Córdoba, el Rojo emprendió la vuelta ante Talleres, el candidato del gobierno de facto…Por cierto, si éstas y muchísimas historias más pudieron ser cristalizadas, ¿con qué argumentos, entonces, se intentaría convencer al Pato Pastoriza de que un empate ante el campeón mundial Gremio significaba  un excelente resultado?

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Por supuesto, que nadie se animó a deslizar esa (remota) posibilidad. Quien lo dijera hubiese sido catalogado como un “cobarde”, “defensivo” o “anti-fútbol”. Todo lo sabían. El alma de ese conjunto era respetar las formas. Ir al frente en cualquier cancha, no cabía otra alternativa. Por eso, la necesidad-obligación de alzar la Copa, tras nueve años de sequía (1975), mitigó cualquier temor y, de paso, ahuyentó todo tipo de fantasmas. “La primera sorpresa que se llevó Gremio fue comprobar que el Independiente rompía la tradición de la Copa, ésa que indica que el empate como visitante es negocio redondo”, escribió Alberto Fernández, en Clarín.

Aquella mágica noche del 24 de julio, sucedió lo que nunca antes en la historia del fútbol mundial. En Porto Alegre un equipo argentino desplegaba un fútbol del más alto linaje, se traía un buen resultado (1-0) y lo más valioso: conquistaba el reconocimiento de todo un estadio –antes iracundo- que no hizo más que rendirse ante la magnificencia del conjunto de Pastoriza.”Faltando cinco minutos, los mismos que nos habían insultado en el arranque se pararon y empezaron a aplaudirnos. Fue algo único y extraordinario”, comentó el Bocha. El tiempo se encargaría de certificar aquel aplauso como el más grande que jamás haya recibido un rival jugando de visitante en los 50 años de Copa Libertadores. El tiempo aún sitúa aquella actuación como el baile más categórico que un equipo extranjero les haya propinado a los brasileños en su propia tierra.

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Abigarrados en unas interminables tribunas, setenta y cinco mil torcedores aguardaban ansiosos y eufóricos la salida del (campeón intercontinental) Gremio. Era normal: todos ellos esperaban una lección do futebol. La puesta en escena, a priori, no permitía otro desenlace. Por eso, cuando Independiente pisó el césped del Estadio Olímpico de Porto Alegre, intempestivamente bajó un estruendoso abucheo intimidante.

Resulta curioso pero en los primeros quince minutos era el Tricolor quien controlaba el partido y quien gozaba de las mejores situaciones; no obstante, Independiente poco a poco fue equilibrando el trámite. Fue así como a los 24 minutos Jorge Burruchaga -goleador con 6- , tan sólo en un movimiento, plasmó en la red la filosofía de todo un equipo. Todo nació en una aparición fenomenal de Bochini quien mató el balón e hizo una pausa. De inmediato, colocó un pase milimétrico para Burruchaga que se encontró con la pelota y definió a lo grande, picándola con su botín derecho por encima de Marcos.

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En el complemento, el Rojo continúo yendo a presionar bien arriba y sustentó su intención futbolística con un notable despliegue físico. Allí fue cuando emergió la enorme figura del más grande ídolo de la historia roja.”Bochini hizo todo: toque pausa y pelotazo. Para los de adelante o los volantes. Fue el mejor Bochini que vimos en años”, aseguró Clarín quien califico al Mago con un 9, a diferencia de El Gráfico que lo puntuó con 10. “Hoy jugamos al fútbol con mayúsculas. Tuvimos facilidad en la llegada, toque, rotación y, como si eso fuera poco, a Bochini, que cuando apareció hizo destrozos”, expresaba en medio de festejos alocados, el técnico Pastoriza.

“Fue tal el dominio que los jugadores de Gremio terminaron totalmente desmoralizados, impotentes ante el toque desconcertante, ante ese azote de amagos, frenos y pases al centímetro en el que nadie fallaba (…) Pudo y debió ser goleada. Terminó en baile. Habría que recorrer décadas hacia atrás para encontrar un parangón a esta actuación. Honestamente no recordamos ninguna”, escribió en El Gráfico Eduardo Rafael, uno de los pocos testigos argentinos de tamaña proeza deportiva. ”Independiente dejó la imagen que todos queremos para el fútbol argentino (…) Hizo valer por sobre todos los condicionamientos de una final, su actitud ofensiva y su personalidad sin fronteras para ir al frente (…) Jugó como los que se sienten campeones”, relató al otro día Fernández, en Clarín.

El club que ya conocía suelo lunar; ese que supo erigirse ante la Vecchia Signora de Dino Zoff; el mismo que con tres futbolistas menos le había arrebatado la corona a Talleres. Ahora, escribía otro capítulo en la enciclopedia de las hazañas. Ese libro épico, saturado de epopeyas, era una muestra cabal de que la realidad, muchas veces, supera a la ficción. Se sabe, la séptima y última Copa Libertadores recién se conquistó tres días después. Aunque, claro está, aquella noche, juntos, el fútbol e Independiente habían ya comenzado a ensayar la tan ansiada vuelta olímpica.

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Síntesis de la final
24/06/84 – Partido de ida – Estadio de Olímpico de Porto Alegre

Independiente 1:
Goyén; Clausen, Villaverde, Trossero, Enrique; Giusti, Marangoni; Bochini, Burruchaga; Bufarini, Barberón. DT: José Omar Pastoriza.

Gremio 0: Joao Marcos; Baidek, De León, Paulo César, China; Casemiro, Renato, Osvaldo; Guiherme, Luis Carlos, Tarciso. DT: Carlos Froner.

Cambios: Reinoso por Barberón; Gilson por Ghilherme.
Gol: Jorge Burruchaga 24’.
Recaudación: 150 mil dólares.
Árbitro: J. Cardellino (Uruguay).

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