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A grito “Pelado”

rojo

”Pelaaaaaado, pelaaaaaado”. Nadie imaginaba que ese sinónimo iba a resonar tembloroso en la cancha de Lanús, ni el más optimista, ni el más creyente. Lo cierto es que Martín Gómez, ese calvo encarador, vivaz y desfachatado, le cambió la cara al ataque de Independiente, le dio una bocanada de aire fresco al juego del equipo de Américo Rubén Gallego y fue el cómplice número uno de la victoria y la felicidad de un triunfo merecido.

En el primer tiempo se vio a un equipo sin demasiada elasticidad, donde Walter Acevedo quedaba demasiado atrás para cargarse el equipo al hombro y la perspicacia de Patricio Rodríguez no lastimaba a Godoy Cruz, simplemente porque el Pato no encontraba su lugar en el campo. Hasta esa etapa, la tarea de Fernando Godoy y la de Leonel Nuñez asombraban por lo fantasmal, mientras que Darío Gandín se perdía entre los centrales del Tomba, aunque cuando optaba por retroceder a buscar la pelota, mostraba lo mejor de su repertorio. En tanto, Walter Busee corría sin parara, pero no hería con diagonales ni pases aceitados. Así fue como la primera parte llegó a su fin, con un Rojo que siempre quiso ser protagonista, pero le faltaba chispa, lucidez y explosión de ataque.

Ya en el segundo tiempo, el Tolo hizo el mejor cambio desde que pegó la vuelta a Avellaneda; no sólo porque Martín Gómez hizo un partido estupendo reemplazando a un apático Nuñez, sino porque supo encontrar que por la banda derecha se podía explotar el partido. No solamente fue lo del Pelado, sino también el adelantamiento de líneas.

Porque Acevedo pidió la pelota y distribuyó casi siempre sin errores. Porque Busse ya no corría de más e intentaba aparecer por sorpresa rompiendo las líneas del equipo de Diego Cocca. Porque Patricio Rodríguez se pareció mucho más al que apareció en Tucumán, aunque en cuentagotas, pero esas pequeñas apariciones encendían la alarma defensiva de los mendocinos. Además, los últimos minutos de Godoy en cancha fueron bastante interesantes, sobre todo cubriendo huecos y raspando (pero raspando bien) cuando se necesitaba.

El penal del Chipi Gandín, el gol rebotero de Ignacio Piatti, a quien el fanatismo que siente por Independiente lo llevó a besarse la camiseta de sus amores, fueron el postre de una noche que trajo cambios, y de los buenos. La aparición de Gómez fue una agraciada sorpresa, porque la explosión, el compromiso y la chispa que mostró en 45 minutos llenaron a los corazones rojos que se impacientaban por tantas contrataciones pésimas y llenas de fracasos. Se notó el hambre, el sacrificio y la profesionalidad del ex jugador de Independiente Rivadavia.

Ahora habrá que viajar a La Plata dentro de diez días, en un partido donde Independiente deberá empezar a hacerse fuerte como equipo y candidato. El juego creció para bien, las sorpresas aparecieron y rindieron. Deberá crecer la moral y endurecer el alma. La ilusión se avivó y la confianza de la gente, luego de ver la entrega de los jugadores, volvió a cotizar alto. Gracias Burrito…

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