Connect with us

Agua bendita

nuñez

En Avellaneda se huele un perfume encantador, que termina por ruborizar pasiones desenfrenadas en cada cuerpo demoníaco, que alimenta los corazones, esos mismos que se encontraban a la penumbra y en pésimo estado años atrás. Hoy, el presente sonríe, y el futuro termina por ilusionar con ese sabor que sólo lo sueños de final feliz acaban por exteriorizar.

Otra prueba rumbo al título se superó. Costó, pero al fin y al cabo, todos le quieren ganar al líder, al auténtico puntero que tiene el Clausura. Y nada mejor que llegar a la casa, después del partido, y mirar la tabla de posiciones una y otra vez, para sentirse los mejores y terminar de confirmarlo. El equipo en gestación pasó a ser un aspirante el torneo pasado, y ese aspirante, de la mano de su artesano Américo Gallego, hoy es un firme candidato. El propio entrenador pone paños fríos a la situación, pero la gente lo palpa, lo huele, lo siente: este equipo está para campeón.

Quizás Independiente no sea “el equipo”, pero aprovechó las situaciones que tenía por medio. Vélez, Estudiantes y Banfield esperanzados en la Copa Libertadores, nuestra Copa, y la mediocridad de un fútbol argentino que está para cualquiera. Entonces, el más regular, reinará y dará sus frutos. Así es este equipo del Tolo, práctico, con toques sutiles y un arma de fuego contundente: el compromiso. Porque si las cosas no van bien se juega con el alma, con un fuego sagrado que no se veía hace mucho tiempo por Alsina y Bochini. Este equipo sabe lo que quiere, desea lo que tiene y se ilusiona con lo que viene, como sus propios hinchas, los cuales, presos de una pasión descontrolada, ya rompen sus gargantas pidiendo la vuelta, esa mágica sensación que hace ocho años no aparece por la parte gloriosa de Avellaneda.

El partido con Central fue duro, áspero. Con una cancha pesada, que aportó mucha cizaña al buen juego. Y en la materia hombría, el Rojo volvió a demostrar sus virtudes. Porque si bien no gustó, tuvo el ímpetu de ir a buscar el partido. Algunas veces sin ideas futbolísticas, pero con el convencimiento de saber que el gol iba a llegar. Por eso, el equipo contagia y, en su pasar, deja ese perfume inédito, ese que hace desatar la locura y las emociones a cuestas.

Los ingresos de Leonel Nuñez, Federico González y Gabriel Vallés demostraron las ganas y el hambre. Porque al entrar dieron muestra de su responsabilidad con el equipo. Se esforzaron, metieron y, con o sin claridad, aportaron ese grano de sacrificio digno de un plantel que sabe por lo que pelea. Líneas aparte para el Gordo, que ya lo había demostrado ante River, y contra Central confirmó que el Tolo le lavó la cabeza para bien, que hoy, si continúa por este camino, puede convertirse en un suplente de lujo y saltar a la cancha en cualquier momento. Lo de Gabbarini es para sacarse el sombrero. Arrancó en silencio, titubeó, generó dudas, pero se afirmó en el arco del Rojo. Dejó atrás todos los murmullos y se consolidó de gran manera. Da confianza, estimula desde su racha y resplandece desde los tres palos.

Y qué decir de Lucas Mareque. Un gladiador, que la peleó, la lucho, la emparejó y la ganó. Así fue su estadía con Gallego. De borrado a duda. De duda a titular. De titular a jugador clave indiscutido. La sociedad con Federico Mancuello, de notable partido ante los rosarinos, es un cimiento fundamental para el presente de Lucas. Su orgullo, sus agallas, su temperamento y la calidad de su pierna izquierda, hacen lo demás. Contra Central incluyó lo que la mayoría de los hinchas deseaban: el gol. Por eso, el sonido del tanto, explotó y retumbó en cada pedazo de cemento del Libertadores de América. Doble goce, doble satisfacción.

Con el correr de los minutos, la copiosa e interminable lluvia terminó por convertirse en agua bendita. Y vaya paradoja, bañó de ilusión a los miles de diablos que pusieron el pecho por los colores del corazón. El perfume está impregnado. Si hasta hoy se puede sentir con cada imagen, cada detalle que haga referencia al Tolo y sus muchachos. No es hora de poner frenos, es momento de darle rienda suelta a la ilusión y saber que, cábalas e intentos de fogoneo aparte, este equipo nos quiere dar una alegría. Será nuestro deber, como también el de los propios jugadores, apoyar y terminar de darle forma a una palabra que todos esperamos con ansias para el mes de mayo. Ya sabemos cual es, pero por la dudas no la digamos, a ver si el Tolo se enoja…

Advertisement
Connect