Se suele decir que un partido como el de esta jornada sirve de medida para ver dónde está parado el equipo. Entonces… ¿dónde está parado Independiente?
Se empató un partido ante el último campeón del fútbol argentino, el cual, por desarrollo, debió ser victoria, pero por errores propios más que virtudes del rival estuvo a punto de perderse. De entrada, el planteo del equipo de Gallego fue inteligente, teniendo la pelota, atacando con velocidad y precisión en los pases y presionando en la salida a Vélez.
La clave del manejo y control de la pelota pasó por el mediocampo de Independiente. Acevedo sigue en buen rendimiento y demostró que jugando como único volante central puede rendir mejor que con un doble cinco, Busse no para de correr y esta vez le agregó juego a su entrega de siempre y fue una constante salida por la derecha. Mancuello arrancó bien, desbordando, y con un par de centros más que interesantes, aunque con el transcurso del partido se fue apagando (quizás todavía le falta un poco en lo físico).
Piatti jugó e hizo jugar de forma tal que si mantiene el rendimiento debe ser titular siempre. Quizás lo más flojo de Independiente en la primera etapa estuvo en el ataque, o más bien en la impericia de sus atacantes, ya que en cuanto al juego tanto Gandín como Silvera bajaron a buscar la pelota, pivotearon, pero a la hora de definir siempre chocaron contra Montoya o contra su propia falta de puntería. La mejor forma de graficar la superioridad de Independiente al término de los 45 minutos fue la forma en que se despidió el equipo, bajo una lluvia de aplausos como hace rato no pasaba.
El segundo tiempo mostró los primeros minutos un trámite más parejo, aunque siempre con una superioridad del local. Pero inesperadamente, y ante dos claros errores de Carlos Matheu, llegaron primero, el penal y gol de Rodrigo López (no le costaba nada repetir lo del torneo pasado) y luego el 2-0 de Cristaldo y la total desazón de los jugadores, cuerpo técnico e hinchas que veían como todo lo bueno que se hizo se escapaba de las manos en 5 minutos. Y si bien el rendimiento del equipo de Gallego venía siendo de los mejores desde que el técnico volvió a sentarse en el banco, lo mejor de Independiente se veía a partir de este traspié por partida doble, no tanto en lo que refiere al juego, sino en lo que respecta a ir a buscar el partido, y a la corajeada de empatarlo e incluso haber podido ganarlo.
Cuesta entender porque el Tolo lo sacó a Piatti, que venía siendo de lo mejor, e incluso cuesta entender porque el ingreso de Martín Gómez fue por Gandín y no por Silvera, ya que el Cuqui había sido el de menor participación y el Chipi sumaba 3 goles en lo que va del torneo y se había mostrado más activo (luego el delantero que todos esperamos que haga goles demostró porque no hay que darlo por muerto nunca).
Párrafo aparte para el pelado, otra vez inquietando a la defensa rival y sirviendo el gol del descuento con un centro excelente. ¿El Pato? Muchas ganas, poca claridad.
El partido, entonces, y de forma reiterada, dejó un empate con sensaciones encontradas, que nos remite a la pregunta del comienzo. ¿Cuál es el verdadero Independiente? ¿El que puede jugarle de igual a igual y superar al actual campeón? ¿El que, encontrándose en desventaja , va y va hasta empatarlo y a veces ganarlo, más no sea esto un resultado de una guapeada que de juego asociado? ¿O es el Independiente que se mete atrás contra Estudiantes para robarle un punto, el que comete errores defensivos claves que cuestan puntos, el que no es eficaz a la hora de marcar en el arco rival, lo generado en ataque?
El equipo aún está buscando la respuesta, lo que tiene claro es que actitud no le falta, y en comparación a torneos anteriores es una gran diferencia. Se viene Racing y esperemos que, como suele pasar bastante seguido, no tengamos que hacernos está pregunta hasta la fecha siguiente, ya que con este rival lo único “clásico” parece ser el resultado.
Carlos Maidana para InfiernoRojo
