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El rey no fue el león

1984

Algunos se miraban de reojo y con desdén. Otros, ensayaban un vistazo por encima del hombro. La antipatía entre los jugadores se adueñaba de la escena. A todo esto, la atención se focalizaba en el círculo central. Allí, dos líderes no dejaban de comerse con la vista. Independiente 4-Estudiantes 1, en la fase inicial de la Libertadores de 1984. Un duelo épico. De esos en los que el buen juego no basta. Y es necesario un poco de pierna fuerte y templada.

Este enfrentamiento, claro está, superó toda barrera estadística y cronológica. La pica no fue un mito. La rivalidad entre ambos, se sabe, marcó a fuego la década de los 80. Hay quienes vieron en este partido algo así como el choque de dos escuelas. Dos filosofías de vida. Por un lado, el mejor exponente del fútbol libre, improvisado. Cincelado por la inspiración y gambeta. Por el otro, Estudiantes, representante de la entrega y concentración. Con la táctica y estrategia como estandartes.

La noche del 13 de abril de 1984, en Avellaneda, Independiente recibía a Estudiantes. Era el partido de vuelta. En la ida, un duro empate 1-1, en La Plata. Como de costumbre, minutos antes del pitazo inicial, de los dos bandos abundaban gestos y mirabas irascibles. La competitividad rozaba límites peligrosos. Fue en esos años cuando en las tribunas se propagó ese cántico irónico que exclamaba:”Al anti-fútbol les tenemos que ganar…”

Todo comenzó con un Estudiantes que tomó la iniciativa con Ponce, muy incisivo por derecha, y Trobbiani quien a los 15 estuvo cerca de abrir la cuenta. A esta altura, los platenses imperaban en el mediocampo. Y sacaron provecho de esta situación. A los 36, con un remato bajo y a la izquierda de Goyén, Ponce cambio penal por gol. ”En el complemento Independiente salió a borrar a Estudiantes y lo consiguió más fácil de lo previsto…”, narró Clarín. A los 9 minutos Barberón igualó con un zurdazo. Y un cuarto de hora más tarde, Burruchaga capitalizó un mal rebote del arquero Benítez. Y de zurda dejó el balón descansando en la red.

“Y se agrandaron todos. Sobre todo Bochini, que es el que más sabe. Es la demostración de que un hombre parado puede ser más veloz que todos los que corren”, describió Juan de Biase.”Seguimos yendo a buscar porque necesitábamos golear–confesó Bochini tras el partido–, ya que la diferencia de goles puede ser decisiva”. Esto explica por qué, a los 32 luego de un pase de Trossero, el Bocha dejó en el camino a dos hombres y cruzó un zurdazo sublime. Fue el tercero. ”Un golazo”, según Clarín y El Gráfico. No era locuaz en los micrófonos, sólo hablaba en el escenario. Por eso, el artista más exquisito, a los 42 bajó el telón con un gol de emboquilla: 4-1.

En realidad, este partido lejos estuvo de ser una final. Después vendría Olimpía, U. Católica y Gremio en la tan recordada final. De todos modos, en aquella noche de Avellaneda, Independiente había dado un salto de atleta rumbo a la séptima y última Copa Libertadores. Hace algunos años Ricardo Bertoni evocó que “entre Independiente y Estudiantes había una pica grande. Tal es así que en La Plata nos recibían con las estufas prendidas aunque fuera verano. Abajo del techo de chapa hacía mil grados de calor. Encima te tiraban gamexane entre los escalones de madera… Ojo, en la cancha salían partidazos”. Y este, sin dudas, fue uno de ellos.

Doble Visera. Fase de grupos Copa Libertadores 13-4-84. Rec: $a  2.269.570.

Independiente 4: Goyén; Clausen, Monzón, Trossero, Enrique; Giusti, Marangoni, Bochini; Sánchez, Burruchaga y Barberón. DT: José Omar Pastoriza.

Estudiantes 1: Benítez, Malvárez, Agüero, Issa, Herrera;Ponce, Russo, Trobbiani,Vieta,Trama y Gurrieri. DT: Eduardo Manera.

Goles: a los 36’, Ponce, de penal (E); a los 54’  Barberón, a los 70’ Burruchaga y a los 77 y 86 Bochini.

Arbitro: Abel Gnecco (bien).

Expulsado: Agüero.

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