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El Súper Rey

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Pocas veces un silencio se escuchó tanto. El ceño fruncido y los dientes apretados lo decían todo. Al cabo de 45 minutos, Miguel Ángel Brindisi pisó aquel vestuario añejo de la Doble Visera. Allí,  encontró un equipo exhausto y contrariado. Los miró uno por uno, pero no dijo nada. Todos sabían y muy bien que la Supercopa estaba cerca. Y bastante lejos.  Eso sí, de repente, el técnico tomó la posta y espetó: “¡Si siguen así van a ser testigos privilegiados de cómo Boca se lleva la copa!”.

En el Año Rojo, ni más ni menos, nada podía quedar afuera de ese curriculum copero. Independiente, que ya había conquistado el Clausura, iba por una deuda pendiente: la esquiva Supercopa. Sí, ese gigantesco trofeo era el único que el Rojo jamás había alzado. En 1989 ante Boca se había escurrido en los penales como arena entre las manos. Y aquel miércoles 9 de noviembre del 94, en una tarde a sol radiante, la Copa y Sebastián Rambert eclipsaron todo fenómeno natural. Se jugaba la gran final tras igualar en la ida 1 a 1 (Martínez; Rambert).

“Lo que nos dijo Miguel (Bríndisi) nos tocó y cambiamos de actitud”, confesó días después Rambert. Y vaya si así fue. Porque el primer tiempo había sido casi todo de Boca. Independiente jugó mal. Y para colmo, tan sólo a los 15 segundos Manteca Martínez se perdió el gol en un mano a mano ante Islas, quien mantuvo clausurado el arco. Pero en el complemento, como era de prever, la mística Roja se hizo presente. Y emergieron vestigios de aquella indestructible tradición copera.

Once casacas rojo furioso se erigieron de un túnel oscuro. En plena tarde ya se percibía de qué modo Independiente salía a reivindicarse ante la historia. Bajo la atenta mirada de cincuenta mil almas ensimismadas en una religión sagrada, el manto rojo se posó sobre las alas de pascualito. El vuelo partió a los 9 minutos desde la mitad de la cancha. Y lo emprendió Gustavo López, quien no dudó en plagiar al Maestro –de pié por favor–. El pase vertical arribó delante de las narices de un Rambert erguido y autosuficiente que no hizo más que capturar el mensaje y tocar al gol. Una postal indeleble al oxido de los años: Navarro Montoya, perplejo, desorientado, buscando la pelota en la inmensidad de los aires, tal como lo hacen los niños cuando remontan barriletes.

“Independiente venció con esfuerzo, obligado a dejar todo en la cancha, exigido a fondo por un bravo adversario– relató Juvenal en las páginas de El Gráfico– Un triunfador acostumbrado a vivir estas alegrías porque está preparado para afrontar y resolver este tipo de exigencias….¡Salud viejo campeón! ¡Rey de reyes!!. Así, Independiente le estrechaba su mano al la historia. Y, claro, a la Supercopa. Esa que hubo que apretujar en las pobladas vitrinas de Avenida Mitre 470.

Supercopa 94. Final partido de vuelta. Miércoles 9 de noviembre de 1994 Doble Visera. Recaudación: $762.000

Independiente 1: Islas; Néstor Craviotto, Claudio Arzeno, José Tiburcio Serrizuela, Guillermo Rios; Diego Cagna, Hugo Perico Pérez, Gustavo López; Daniel Garnero, Albeiro Usuriaga y Sebastián Rambert. DT: Miguel Ángel Brindisi.

Boca 0: Navarro Montoya; Vivas, Gamboa, Fabbri, Javier Mc Allister; Roberto Acuña, Fabián Carrizo, Márcico; Rubén Da Silva; Sergio Martínez y Carranza. DT: César Luis Menotti.

Gol: ST, 11m Sebastián Rambert.

Arbitro:
Francisco Lamolina.

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