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“Este es el Bichi al que banqué y al que hoy, banco más que nunca”

Sí señores, ésta es la frase que necesitaba escuchar. Claudio Borghi tenía que estar convencido, tenía que creérsela en algún momento y gracias a la visita de su familia –la que lo hacía dudar de su continuidad por la distancia- que llegó a Buenos Aires por su cumpleaños, el Bichi cargó pilas. Tiene el apoyo del equipo, porque tenerlo lo tiene. Los jugadores lo bancan. Inclusive cuando el mismo Rolfi Montenegro lo cuestionó lo hizo desde el crecimiento y no desde lo destructivo. Sus declaraciones fueron absolutamente siempre con buena fe y en pro del equipo. Además, tiene el apoyo del presidente. Julio Comparada le dijo mil veces que confía en él y que no quiere que se vaya. Pero él, sólo y lejos de su familia, dudaba. No de su condición, estoy absolutamente convencida, sino de su continuidad en este fútbol tan agrio, porque el fútbol argentino tiene eso. Ganas jugando horrible y todos están conformes o al menos los problemas se barren debajo de la alfombra y muchas veces sin pensar que jugando feo estás más cerca de que las cosas salgan mal que bien. Jugando mal, claro, salen a flote los problemas, nadie tiene paciencia, una derrota se transforma en cuestión de Estado e intentar rotaciones se torna en arma de doble filo: si te sale sos un capo y si no te sale, no servís para nada más allá de que los cambios necesitan un tiempo lógico para acomodarse, para amoldarse.

Lo banqué al Bichi desde el primer día pero había algo que me hacía ruido. Cada vez que la gente lo insultaba, él, dejaba en el aire un clima extraño. Sus palabras, sinceras y directas, caían mal porque daba la sensación de que él era quién no creía en sus condiciones. Hablando con él y tratando de dejar la tozudez de lado, deduje que sus palabras no fueron falta de confianza en sí mismo ni en el equipo en sí, sino que su calidad humana le hacía priorizar el bien de Independiente pensando en la posibilidad de dar un paso al costado para no ser un obstáculo. Su discurso, por momentos me desconcertaba y me desanimaba, pero después, pensaba y no lo cuestionaba. Independiente juega mal, no soy obtusa. A veces bien, a veces mal. A veces horrible, a veces me encanta. Pero esas ráfagas de fútbol lindo no fueron casualidad. Entonces, eso era lo que me renovaba las esperanzas. La ambigüedad me dejaba en offside pero la fe se apoderó de mí. Sin embargo, al fin de semana siguiente, su discurso, otra vez me hacía replantear. Era él, con su discurso quién me hacía replantear mi esperanza, ni fe, mi banca a su propio trabajo. Necesitaba que él mismo se lo crea.

Un día analicé inclusive: “¿Por qué no siente lo que sintió Germán Denis en su momento?”. El Tanque vino para hacer goles, hubo que bancarlo más de lo planeado. Inclusive, parecía que esa “racha” de goleador no se iba a despegar de él jamás. Pero él se tenía fe y pidió quedarse cuando tuvo la oportunidad de irse. Quiso quedarse para demostrar a qué había llegado a Independiente. La historia posterior ya la conocemos pero él se la creyó. Es cierto que Troglio confió en él y Comparada se la jugó, porque no venderlo en ese momento podía transformarse en la salida del tiro por la culata y Julio no estaba para experimentos: si funcionaba lo iba a vender como se esperaba pero si no funcionada el delantero se desvalorizaba aún más. Pero el Tanque se la re bancó y dio vuelta una situación que parecía insostenible. Algo similar pasó con Matheu. Carlitos fue uno de los jugadores más insultados por la hinchada en los últimos tiempos, no digamos lo contrario. El mismo pidió confianza, se la dieron y el resto de la historia ya la conocemos. Por eso, pedía que Borghi tenga esa luz que lo ilumine para creérsela. La luz llegó de la mano de su hijo que le pidió que se quede para demostrar a qué llegó al fútbol argentino. El mismo Bichi dijo: “Es difícil estar lejos de la familia y cuando lo ves el día de tu cumple, después de mucho tiempo, si te piden que te vayas, largas todo, pero mi hijo me dijo que quería que me quede a demostrar lo que puedo hacer”. ¡Bienvenido sea el hijo del Bichi que lo ayudó a creérsela, a tenerse fe! Porque él, en el equipo tiene fe, también la tiene con estos dirigentes pero no seamos tan jueces y reconozcamos que el tipo es humano y la distancia con sus afectos a veces a algunos les pega de una manera y a otros de otra. Somos muy verdugos cuando se trata de cuestionar a otro pero hay que intentar ponerse en el lugar del otro, a veces. Es cierto, ellos son profesionales, pero también humanos. ¿O nunca dudamos en cuestiones profesionales? ¿O nunca nos mandamos macanas en el laburo? El que sea perfecto, avíseme, porque yo me mande mil cagadas y algunas las pude revertir y de las que no, aprendí.

Analizando su discurso último, pienso que lo que dijo, “la confianza que se tiene”, debe ser contagiosa. El plantel tiene que recibirlo de una manera extraordinaria. “Sólo pedí opiniones. Hablé con los jugadores, con los dirigentes, con el cuerpo técnico y con mi familia. A Comparada le pregunté qué le parecía y me dijo que le dé para adelante”, afirmó el Bichi y estuvo genial. Después agregó, mientras negó su renuncia: “Nunca me gustó defraudar. A veces la salida de un entrenador descomprime la situación. Hablé con Comparada inmediatamente después del partido. Me dijo que él me veía bien, que tenía el apoyo de la Comisión, y yo le pedí que no salga a respaldarme públicamente, porque cuando un presidente hace eso es porque te están por echar”.

En fin. Los cambios de planteo suceden en todos los clubes del mundo. El equipo lo están buscando todos. Algunos lo encuentran más rápido que otros pero si no nos tenemos fe, si cada vez que el tipo que está a la cabeza mete un cambio, desde la tribuna murmuramos, no colaboramos en absoluto. Al menos eso creo yo. Cuando hay cambios, más allá de que no me gusten, aplaudo, grito, aliento, quiero que ese jugador que entra sienta que tiene todo mi apoyo así no me guste cómo juega o no me guste el momento por el que esté pasando. Necesito que se crea el mejor del mundo así sea horrible. Eso, es contagioso. Como nos sucede a nosotros cuando tomamos decisiones en nuestras vidas. Siempre decidimos nosotros pero qué bien nos viene que nos banquen, que nos den una palmada de apoyo o que nos digan que confían en nosotros. Yo siento que eso tenemos que hacer con Independiente y que ahora, más que nunca, tenemos que estar del lado de nuestros jugadores. Díganme ilusa, optimista, loca o utópica. Quiero creer que así se sale adelante porque así salgo yo adelante en mi vida cuando las cosas no funcionan. Siempre depende de nosotros salir adelante y siempre, absolutamente siempre, debemos creérnosla. El fútbol no es ajeno a cuestiones de la vida.

Un paréntesis que quisiera destacar. Totalmente de acuerdo con este declaración. “A mí hay dos cosas que no me gustan: una es que me toquen el culo y la otra que me escupan. Los hinchas pueden expresar lo que quieran en la cancha, aunque yo no estoy de acuerdo con que insulten. Y si me escupís, te peleo. Pagar una entrada no les da ese derecho. Pero la gente no insultó, debe ser que se da cuenta que estamos dejando todo pero las cosas no salen”. Pagar la entrada no da derecho a ciertas cosas. Podes demostrar disconformismo de mil maneras, pero insisto, es fútbol no una cuestión de Estado, es simplemente eso: fútbol.

Por Débora D´Amato para InfiernoRojo.com

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