No fue un gran partido de Independiente desde lo futbolístico: Le costó en el mediocampo y varias veces pasó algún que otro sobresalto innecesario, pero la garra y el corazón lo llevaron a reencontrarse con la mística copera en el momento justo.
Era un partido para jugarlo con coraje, e Independiente conoce bien de ellos. A puro “huevo”, los jugadores del Rojo le hicieron partido a Atlético Tucumán, que pegó libremente ante la atónita mirada de Andrés Cunha, el árbitro designado para el duelo. Tal fue así que, ante la primera que “pegó” (aún no se sabe dónde estuvo la falta) Nicolás Tagliafico, el colegiado lo amonestó.
Aun así, el Rey de Copas no se rindió y se puso 1-0 con un golazo de Leandro Fernández. Sin embargo, ante una clara falta de Tagliafico, el juez le sacó la segunda amarilla y lo expulsó. Sin el capitán, el panorama era complicado en Avellaneda.
Para sumarle ingredientes a la noche oscura que se estaba viviendo, Fernández falló un penal y, en el rebote, le erró al arco. Y, para peor, Cunha inventó un penal para los tucumanos. En ese momento, el destino parecía sellado. Luis Rodríguez había marcado, pero, por invasión, debió patearlo de nuevo.
Y en ese momento reapareció la mística. Martín Campaña volvió a tirarse a su derecha, atajó el penal y dejó con vida al local. De esta forma, se reavivó la llama en el Libertadores de América y el Diablo estaba dispuesto a seguir dando pelea. Luego, tras una gran jugada colectiva, fue Martín Benítez quien se abrió y, tras encontrar el hueco, sacó un derechazo contra el palo, imposible para Cristian Luchetti.
Delirio total en Avellaneda. Ni bien el árbitro del encuentro pitó el final, la gente lo festejó como todo partido de Copa que define una clasificación, pero con un condimento especial: En este caso, dejó sin torneos internacionales al Decano, que había ganado la clasificación a la Libertadores en el escritorio, algo que no se olvidaron de recordarles a los visitantes. Las copas son para los grandes.
