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Pecados de conformismo

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Cuando Independiente se había enamorado de un empate, llegó la justicia del marcador, merecida por cierto, porque Estudiantes buscó siempre los tres puntos, ante un equipo híbrido, apático, que no generó nada más allá del gol. El conjunto de Américo Gallego retrocedió en cuanto al funcionamiento, pero sobre todo, en cuanto a lo emocional. Pareciera que salieron a jugar el partido mentalizados en que eran menos que su rival, a tomar los recaudos necesarios para no perder. No hubo tenencia del balón, no hubo ideas claras, no hubo gestos de rebeldía. Y así, se sumó otro cachetazo que baña la realidad de un Rojo que sigue sin ganar los partidos importantes, donde no sabe cómo hacerse hombre ni candidato.

Los desacoples ofensivos, como siempre, del lado de Lucas Mareque, siguen abriendo una puerta donde todos los rivales parecen estar invitados a usurpar la banda izquierda. La incomodidad de Patricio Rodríguez (culpa del entrenador), más preocupado por tapar huecos que por intentar concebir el juego ofensivo, más la inoperante presencia de Godoy, hacen un mediocampo vulnerable. La entrega de Walter Busse no alcanzó, porque en esa misma ansiedad de perseguir rivales, se olvidó de ir para adelante. Arriba no alcanza con la racha goleadora de Darío Gandín, que a su lentitud se le agregó un estático Silvera, al cual se lo vio falto de estado y con escaza participación en ofensiva.

Gallego probó con el ingreso salvador de Martín Gómez y lo ubicó por el sector izquierdo. Un cambio con buen sentido, pero totalmente desorientado. El Pelado siempre perdió un tiempo para perfilarse para su mejor pierna, la derecha, y así perdió espontaneidad. El lugar a explotar era el del uruguayo Juan Manuel Díaz, un tres sin demasiada presencia, pero está claro que al lado de nuestro lateral izquierdo se asemeja a Roberto Carlos.

Lo más preocupante, sin dudas, no fue el resultado, sino la manera en que se desperdició el partido. Independiente se apichonó después de encontrar el empate, y trató de coquetear con ese resultado durante todo el juego. Inquieta  esa manera de querer cuidar el resultado, más ante un adversario que hace de la posesión de la pelota, un arma fundamental de su ataque. No se robó el balón, y cuando se lo tuvo, no se cayó una idea.

La derrota duele, está claro, pero que también quede claro que Estudiantes ganó bien, por mérito propio, porque supo explotar todas las falencias, y si el resultado no fue más amplio fue simplemente por la decena de goles que desperdiciaron los delanteros Pinchas.

El Tolo deberá replantearse varias cosas, porque jugando así los partidos fundamentales, van a ser más las amarguras que las alegrías. Ahora se vendrá Vélez, otro partido clave para dar vuelta esta afligida página. Estudiantes pasó, y ya sabemos dónde estamos parados. Hacerse hombres, y buscar una identidad de juego, ese es el máximo intríngulis de este equipo.

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