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Su paso por México

tolo gallego

Desconocía el ámbito, así y todo no se sentía desamparado. Sabía que le esperaba una parada bravísima; pero no quiso minimizar su figura. Había mucho por perder. Arriesgó y al poco tiempo sus labios gruesos no hicieron más que darle paso a una imponente sonrisa.

El 1 de Julio de 2005, Américo Rubén Gallego irrumpió por primera vez en el fútbol mexicano con sus ideas contestarias. “En mi país -Argentina-  ya había cumplido con todos los retos que me había propuesto. Lo único que me falta es dirigir a la Selección Argentina”, vaticinó el Tolo en su primera conferencia de prensa como entrenador del Toluca. La propuesta de un nuevo desafío lo depositó en tierras exóticas, sitio que, durante casi tres años, fue epicentro de la mirada periodística más antagónica. Sufrió y mucho. La hinchada, a su vez, le añadió más combustible a la hoguera mediática. Un destrato inadmisible e injustificado.

Tras once años de batallas ganadas -conquistó Nuñez en 1994 y 2000, Avellaneda en 2002 y Rosario en 2004- al calentón de Gallego le llegó el desafío más relevante de su carrera. Desde tierra azteca lo retaron para acometer a sus pares y derribar la magnificencia de América y Chivas.

Al cabo de 2 años, 7 meses y 16 días sitió todos sus objetivos: en Toluca acrecentó su estampa con un título de liga-Apertura 05-, uno de campeón de campeones-2006-, un subcampeonato de la CONCACAF-2006- y el pase a la Copa Libertadores 2007, dónde quedó eliminado en semifinales. Además, consiguió ser el mejor entrenador de México -ganó el balón de oro en el 2005-,  de Argentina,  y el 15to del mundo, según la IFFHS (Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol).

Resultados al margen, en México, Gallego fue, es y será menoscabado. Superó etapas y esquivó escollos pero los “palazos” raramente dejaron de ser una constante. De hecho, no había asumido y ya lo acusaban de borrar a José Saturnino Cardozo, quien emigró a Qatar. Poco después, allá por el 11 de junio de 2005, el Tolo optó por realizar la pretemporada en Necochea, ciudad dónde preparó a sus últimos  campeones. “Los jugadores mexicanos no entendían nada: hacía un frío bárbaro y ellos estaban acostumbrados a ir a tomar sol a Cancún o a Acapulco. Con el tiempo, nos terminaron agradeciendo esa decisión”, reveló Gallego días después de alcanzar el Apertura. La prensa mexicana lo arremetió tenazmente y el Tolo se descargó: “En México, si sos extranjero tené cuidado. Hablaban de catenaccio, justo a mí, que siempre ataqué con un montón de gente. Parece que no les gustó que, cuando este equipo humilde tuvo que acomodar, se acomodó a las circunstancias que más nos convenían. Incluso criticaban el doble 5. Y supimos ser más inteligentes que todos”.

Gallego exigió y la dirigencia cumplió. Ariel Rosada y Rodrigo Diaz fueron las dos únicas incorporaciones argentinas del plantel. El primero estuvo en 15 de 18 partidos. Un baluarte del mediocampo. Por su parte, el Rengo no quiso ser menos y aportó con el gol del campeonato. El Toluca fue un equipo con orden y equilibrio, creció en los últimos metros: en la final de vuelta, vapuleó 3 a 0 a Tigres, en Monterrey. Lo catalogaban de “defensivo”. De inmediato, el equipo respondió: 6 goles en dos finales.

Exactamente a un año de su llegada reclamó a Bruno Marioni. La dirigencia acató el pedido, y el 30 de Junio de 2006 Toluca se consagró en la Copa de Campeones tras vencer dos veces por 1 a 0 al Pachuca. Marioni pagó con creces y la embocó en ambas finales. A los seis meses llegó a la final del Clausura ante Chivas, 1 a 1 en la ida. En el desquite, Marioni abrió el marcador pero la ilusión se esfumó en 20’ mortales (1-2). Ya en la Argentina, en dialogo con Fernando Niembro, un Tolo autentico y sanguíneo recordaba el momento y estallaba de rabia: “Perdimos la final ante Chivas y no les importó. Yo lloraba, Cristante -arquero argentino- también, mientras el resto, bañaditos y perfumaditos, se iba con sus señoras en autos último modelo”.

En Tigres se lo devoraron los resultados… y las críticas. Tras desvincularse de Toluca, quiso tomarse su habitual año sabático. Descansar, estar con sus tres hijos varones y comenzar la dieta. No obstante, luego de tres semanas de intensas negociaciones, la propuesta de Enrique Borja, presidente y propietario del club de Monterrey, lo cautivó. El Tolo, que no se conforma con poco,  redobló la apuesta. Como siempre el agravio periodístico dijo presente. “Gallego con tal de no trabajar hacía que el equipo mandase 800 centros por partido para si por ahí te cae un remate de cabeza y cae un golecito”, escribió el periodista  Roberto Hernández Jr. en el diario digital Milenio, de México.

Esta vez la realidad fue distinta de las anteriores. El club felino era un fierro caliente-  25 años sin salir campeón – y su paso fue efímero. Presentado el 20 de Junio de 2006 no pudo cambiar el rumbo de un club que descarriló hace rato. Otro entrenador, otro fracaso. En el Apertura 07 no clasificó a la Liguilla -ganó y empató cuatro y perdió nueve- . El aspecto del equipo desmejoró notoriamente en Clausura 08. Aterrizó Gastón Fernández pero la historia ya estaba escrita. El clima no era apacible, no había feeling entre el mandamás y los jugadores. Los cortocircuitos se hicieron frecuentes. “Hay que decirles (a los jugadores) cómo tienen que jugar y hasta cómo tienen que orinar, cómo se tienen que sentar… ya estoy cansado”, se quejó el Tolo tras perder por 2 a 1 ante el Veracruz.  “Me da mucha bronca, como jugador que fui, como entrenador que soy, de temperamento, que a los jugadores les de lo mismo ganar, perder o empatar”, concluyó el ex ayudante de campo de Daniel Passarella.

La dirigencia no lo bancó y sólo a los cinco partidos del Clausura lo echaron. El periodismo  hizo circular la versión de que, en realidad, Gallego se había ido solo. “Yo no renuncié, sino que el presidente (Enrique Borja) me dijo que no era más el técnico de Tigres”, afirmó en declaraciones a radio Del Plata. “Le expliqué que no iba a renunciar porque renuncian los cobardes”, añadió el Tolo, orgulloso.

Hace unos días, a un año de su último trabajo como DT, Julio Comparada le encomendó una misión. Por lo pronto, el Tolo quiere reconstruir el Imperio de Avellaneda. Su primer paso será revalidar el flamante nombre de nuestro estadio.

Adrián Michelena para Infiernorojo

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