Con el pitazo inicial en Venezuela todas las ilusiones de los hinchas de Independiente se renovaron de cara al amor de toda la vida: la Libertadores. Sin embargo, se inflaron tanto las ganas que se pincharon como un globo en un abrir y cerrar de ojos.
El Rojo jugó mal, perdió con Deportivo Lara y con ello apareció un pequeño problema. Porque es como si la derrota no hubiera sido una posibilidad en los papeles previos. El arranque del Rojo en la copa era casi cantado que iba a ser con tres puntos abrochados y ya pensar en un empate no convencía a nadie.
Pero Independiente arrancó su participación en el Grupo 7 con cero puntos y caída, a priori, ante el rival más débil de los tres. ¿Esto es definitorio? Claro que no, si algo se sabe de este equipo es que puede ir a San Pablo o a Bogotá y traerse un triunfo. Sin embargo, sí es un pequeño problema.
Porque son tres puntos que ya no están y que tendrá que ir a buscar contra rivales directos para pasar a los Octavos de Final. Porque además de la derrota, Independiente se encontró a sí mismo completamente desconocido, desorientado, despistado.
Cuando se evaporó el sueño de la Recopa se dijo que había que dar vuelta la página y seguir escribiendo el próximo capítulo. Ese capítulo ya empezó y se comenzó a escribir como uno no quisiera. Depende de este equipo que cambie el rumbo. Tiene con qué.
