Si hay algo que hasta ahora me ha enseñado la vida es a que las masas nunca tienen razón. Te quitan la individualidad y hasta te transforman, y te hacen hacer cosas que nunca te hubieses imaginado hacer.
Como diría Pink Floyd “you’re just another brick in the wall” (sos solo un ladrillo más en la pared). Muchas veces, al estar en la cancha y ver a los hinchas, veo en realidad una gran masa, y mirándolo así, por arriba digamos, causa un poco de “mala” impresión, ya que parece que son todos muñecos iguales que cantan, saltan y usan lo que una o un par de personas ordenan.
Pero cuando lo miras detenidamente y analizas varios casos y hasta el tuyo propio, te das cuenta que quizás no es tan así. Es claro que una hinchada es una masa, y que muchas veces hacen lo que les “mandan”, pero una cosa es clara: nadie está obligado a ser parte de esa masa.
El ir a la cancha es algo que uno hace porque le gusta, porque quiere, porque lo disfruta (digamos que mayoritariamente es así). Y esas ganas de estar en el estadio rodeado de miles de personas que tienen la misma remera que vos; nacen por el amor a un club, a un equipo, y ese amor es propio, único, inigualable.
Si, quizás uno hace cosas adentro que afuera no haría, pero el llorar por un campeonato ganado o porque un ídolo se va… no lo haces porque lo hacen mil más… sino porque te nace, y es hermoso ver como mil corazones más sienten lo mismo.
Y no es solo el sentimiento de ir, sino el de volver tras una derrota, o el de ir a ver a un equipo que no transmite nada… y sin embargo el hincha es fiel, y vuelve con ganas de alentar, de cantar, de apoyar… y eso ningún grupo te lo obliga a hacer…lo hace el amor.
A simple vista podremos ser todos parte de una gran masa, y si, podremos hacer muchas cosas que nos hagan perder un poco nuestra personalidad, pero antes de todo eso, están las propias ganas de estar junto a miles de personas que sienten lo mismo, que son como hermanos. Están las propias ganas de estar presente en cada partido, en cada momento, acompañando a nuestros jugadores, porque es lo que queremos.
Podremos ser todos ladrillos de una gran pared… pero por suerte, cada ladrillo es distinto, y aunque todos canten la misma canción, es porque cada uno quiere cantarla, y aunque todos usen la misma camiseta, es porque cada uno quiere usarla, y aunque todos formemos una gran masa, es porque cada uno tiene el poder de estar orgulloso de formar parte de esa masa… la que por suerte yo hoy puedo llamarla: INDEPENDIENTE.
Por Ludmila Gallinat para InfiernoRojo.com
