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Vergüenza

Silva Seneme

(COLUMNA DE OPINION) Por donde se mire, la sanción impuesta sobre el Libertadores de América causa estupor. Es la frutilla del postre para un episodio que demuestra una vez más lo turbio del fútbol, todo lo que lo aleja del sentido lúdico.

Haciendo historia, todavía se oyen los gritos de repudio hacia los encargados de suspender (hace unos ocho años aproximadamente) la vieja y única Doble Visera por los fuegos artificiales con los que la dirigencia de Independiente y los hinchas recibían a un equipo que contagiaba y que culminó campeón de la mano del Tolo.

Una de las soluciones en ese momento fue tirar las bengalas y bombas de humo de color rojo por fuera de las adyacencias del perímetro futbolístico, más conocido como cancha. Esta medida fue bien vista por los encargados de la seguridad (¿?) y el Rojo fue local en su casa y logró terminar cada partido como una fiesta.

Desde hace unos cuantos años hasta esta fecha los hechos de violencia o xenofobia no eran protagonistas en la cancha o tribuna del Rojo. De todos modos, el tilde y la cargada a los hinchas de Boca, si bien roza el mal gusto, está dentro del folklore de este deporte.

Sin embargo, los últimos dos partidos tuvieron hechos que fueron repudiados. Uno el conocido caso de los cánticos hacia la tribuna boquense (relacionando su nacionalidad con países limítrofes) y el otro, el proyectil criminal que cayó en la cabeza del arquero de Defensor Sporting por la Copa Sudamericana.

Esto último motivó a la Conmebol a suspender el estadio de Independiente por una fecha de cotejo internacional. El fundamento de esta resolución se debió a que fue un hecho aislado. Es verdad, el resto de la cancha (salvo esa tribuna) repudió la agresión y temió por la suspensión del encuentro, sanciones más duras y una ilusión cortada.

La decisión de la Conmebol no deja de ser la frutilla del postre a un gran escenario que se volvió una “VERGÜENZA”. Escenario, como sinónimo de todo lo que rodeó al hecho. Un árbitro que continuó el encuentro; una hinchada (la que estaba detrás del arco) que no denunció a la persona que arrojó la piedra; una policía imposibilitada de brindar seguridad al hincha, a los jugadores, a la gente en general; un sistema que beneficia al culpable; una dirigencia encarnada en palabras que no logra esclarecer el hecho y apuntar al violento y la odiosa y omnipresente frase: “El show debe continuar”.

En medio de este panorama… los socios e hinchas verdaderos. Los que estuvimos a un paso de quedarnos sin ilusión y los que tendremos que ir a visitar otro estadio porque “casa” estará cerrada. Los que se bancan todas e incluso más. Los que sabemos que esta sanción ínfima no deja de demostrar que todo sigue igual y que la vergüenza pasó por Avellaneda y manchó hasta los escritorios de la Conmebol.

Aprendamos para no volver a sufrir, aunque sea un poco.

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