Todavía resaltan los ecos de una nueva victoria de Independiente en el clásico. Pasaron ya tres días. Las cargadas, la alegría, la felicidad, la algarabía y el júbilo siguen por un lado; la tristeza, la bronca, el desconsuelo y la amargura por el otro. Es que no fue un partido más. Para los de enfrente era “el” momento de cortar con la racha nefasta de no poder ganarnos.
Llegábamos mal. Con un caótico presente institucional, con renuncias dirigenciales a cuestas, con un técnico designado una semana antes del partido y con un equipo que no encuentra el rumbo que todos queremos. Con cualquier hincha de los de al lado que te cruzabas te decía: “El domingo se comen cuatro”, “Mañana se termina la mentira”, “Se salvaron que no juega Gio”, “Prepárense para llorar toda la tarde”, “Si no es ahora, nunca”. A esto hay que agregarle que su presidente parece que no aprende más, ya que en la semana vaticinó un claro triunfo: “Ganamos 2-0”.
Pero la historia se volvió a repetir. Otra vez, papá se quedó con el triunfo. Una victoria que quedará en la retina de todos, porque la figura de la cancha fue un “ex jugador” tuyo y eso te duele en el alma. Un arquero que decidió pasarse de vereda porque quería estar en un equipo grande, que juegue cosas importantes, que tenga roce internacional, que tenga aspiraciones de luchar por algo y no estar todos los años mirando la tabla de los promedios.
Una vez más te volvimos a ganar. Esta vez, con nuestra gente y en nuestra cancha, ya que vos pusiste el árbitro, el día y la hora. Es que contra esa gloriosa camiseta roja no se puede. Es más fuerte que vos. Te encandila, te puede, te paraliza, te tira por el piso y te hace arrodillar. En serio: ¿pensaste el algún momento que te podías llevar una victoria del templo rojo? Sos muy lindo Racing. Sos muy fácil. Sos tan predecible que me aburrí de jugar con vos.
Nosotros podemos llegar muy bien, regular o mal, pero hay algo que queda claro: a vos te gano con la camiseta, poniendo huevo, garra y corazón porque los clásicos hay que ganarlos como sea. Ya jugamos en River, Lanús, Huracán, en tu cancha, en la mía y el resultado siempre es el mismo. ¿No te cansaste de verme festejar? ¿Sos consciente de que nos separan 22 clásicos? Hace cinco años que no me ganás, debe ser doloroso ¿no?
Gracias Academia por otra alegría. Gracias por ser como sos, no cambies nunca porque sé que son seis puntos asegurados por campeonato. Gracias por alegrarme otra tarde de fútbol. Por quedarte viendo como todos los diablos y diablas festejaban a más no poder otro triunfo sobre su clásico “ribal”. ¿Te gustó la fiesta que armamos en la tribuna con globos, serpentina, paragüas, fuegos de artificio y papelitos? Todo eso que vos no hacés porque no conoces la palabra “ganar”.
En un momento del partido quisiste hacerte oír pero la verdad no te escuché nada. Cuando comenzaste a tirar objetos hacia la tribuna local, pensé: otra vez no, se viene otro abandono. Pero por suerte decidiste terminar el partido de pie, como tiene que ser. Y después, te fuiste en silencio por la calle Italia, silbando bajito, con la mirada perdida, sin respuestas, cabizbajo, con los ojos llorosos, masticando bronca y escuchando de fondo el clásico himno que retumba en tus oídos: “Hijos nuestros, hijos nuestros” o la canción que ya la conoces de memoria y que te persigue año tras año: “Que nacieron hijos nuestros, hijos nuestros morirán”.
Una vez más, eternamente gracias por existir Racing. Por devolverme la alegría. Por ser hijo mío. Por hacerme todo tan fácil. Y te pido un favor: no desciendas de categoría porque sino ¿con quién me voy a divertir todos los campeonatos? Y recordá que un buen “hijo” siempre le hace caso a su “padre”. Chau vecino, nos vemos el partido que viene en tu cancha, donde seguramente la alegría se volverá a teñir de rojo como manda la historia. Ah, y por si alguno no entendió el título de la nota ahí va la explicación: 22 son los clásicos que le llevamos de diferencia, 11 partidos seguidos que no nos pueden ganar (siete victorias y cuatro empates) en total la suma da 33, el número de Cristian Javier Báez, autor del gol del triunfo el último domingo en el Libertadores de América.
César Cáceres para InfiernoRojo