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¿De qué sirve?

hinchas

Es la pregunta que más se estarán haciendo aquellos hinchas a los que les importa muy poco si los tildan de amargos por no cantar, a los que quieren un Independiente copando en todos los terrenos de juego y no en todas las tribunas, porque son los que sienten el dolor, el más profundo y difícil de calmar… el del corazón.

De qué sirve llorar en el tablón, rezándole a Dios para que por lo menos no llueva con la misma intensidad que el rival hunde dagas en cada ataque. De qué sirve sufrir calentando el cemento de una tribuna si el dolor no va a parar.

De qué sirve arriesgar la vida en una hinchada enfurecida por las derrotas. De qué sirve tanta pasión si desde el campo de juego se devuelve hipocresía, falta de amor y de alma, se roza lo vergonzoso sin ningún pudor, se lastima la historia, el presente y el futuro.

Sirve para honrar los colores y nada más. Los mismos que son escupidos cada fin de semana por jugadores, técnicos y dirigentes. No se salva nadie. Gallego planteó un equipo con insensatez, con un Fredes impresentable (tanto táctico como técnicamente), con Moreira de volante, con Ledesma de central, con Caracoche de lateral (¿eso es probar jugadores?, con Núñez de centrodelantero (¿no pidió que lo bajaron como doble enganche hace un par de fechas atrás?), una forma de decir.

Que ahora el Tolo dé la cara y explique a qué salió a jugar; qué quiso hacer. Tiene que haber alguna razón para que Independiente como local se parase así ante los juveniles de Estudiantes.

¿Será que Comparada lo está apretando para que jueguen siempre los mismos y lograr así la venta de algunos de estos “cracks”? ¿Tanto pesan los representantes en una institución grande? ¿Dónde está el presidente Comparada?

Hay que trabajar en el armado de un equipo en serio. Si los jugadores no cumplen con su función, hay que suspenderlos sin derecho a remuneración (como se hace en todos los empleos); si los que sirven son juveniles, hay que trabajar con ellos. Por favor señores tengan vergüenza. Independiente es, nuevamente, una lágrima.

Duele mucho ver a pibes de 20 ó 30 años llorando por sus colores. El negocio no puede y nunca va a poder tapar la pasión. Los hinchas de verdad se rehúsan a pensar así. Se exige responsabilidad de todas las partes, se exige un cambio, se exige trabajo y respeto por los colores y sobre todo, por la Institución más Gloriosa de Avellaneda, Buenos Aires y Argentina. Sí, porque los últimos dirigentes y jugadores que la vistieron nos dejaron muy lejos de las fronteras del mundo.

Una vez más surge el interrogante: ¿De qué servirán estas palabras, más que para calmar el dolor profundo e insoportable que tiene un amante del buen fútbol, un pasional de la caprichosa… un enfermo, hincha de Independiente?

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