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Abrazo de dolor… de esperanza

Independiente parece haber encontrado algo de paz. No obstante sigue desesperado. Está intentando buscar el rumbo, pero hasta hace unos días sus tripulantes, uno a uno, se fueron tirando del barco para que la onda expansiva del hundimiento no los encuentre cerca y los deje en el fondo como fósiles tapados por agua.

Y si bien la mayoría celebró la renuncia de Javier Cantero, algunos no vimos el costado doloroso. Y aclaro que no soy canterista, pero en algún momento compré su honestidad y sus miles de buenas intenciones. Me sentí defraudado como tantas veces. Quizás, como nunca. Vos que lees pensarás que soy un Boludo. Sí, con mayúscula. Y lo peor sabés que es… que no vas a estar equivocado. Yo siento lo mismo.

Porque como lo habrán hecho muchos, compré bonos. Porque como muchos fui a alentar a un plantel que me vendieron que iba a pelear el torneo, porque eran hombres que no se achicaban. Y mientras, leía cómo iban los juicios, las denuncias a la anterior gestión. La famosa auditoría.

Y no me di cuenta. Aunque con el tiempo lo vi venir. Arbitrajes extraños y la frase: “¿Qué querés? Se puso en contra de todos”. Los resultados no se daban. Los hombres se apichonaron y fueron los pichones comandados por Brindisi los que dieron una esperanza. Aunque, más tarde los vi llorar y confirmé la teoría: Lo que se hace mal, termina peor.

Recuerdo ese dolor. Recuerdo estar junto a mi viejo. Recuerdo estar en un tribuna y apaciguar la tristeza con gente que sintió lo mismo y nunca conocí. Recuerdo ese abrazo y la frase… “nos vemos pronto, tenemos que estar para volver”. Lo escribo y me recorre un largo y profundo escalofrío.

Después soporté que el Tolo comentara cosas que sólo revolvieron la mierda. Y no me voy a olvidar la entrevista con descenso consumado a Comparada. Casi tenemos que salir a pedirle disculpas.

El armado del plantel para esta temporada nefasta tiene el mismo calificativo, pero en masculino: FUE NEFASTO. Se fue Brindisi, apareció el oasis con De Felippe, aunque ahora estamos otra vez en el lodo. Sólo nos mantiene la ilusión el paupérrimo nivel de esta divisional.

Y ahí, otra vez la barbarie. Una dirigencia irresponsable que casi deja acéfalo al club. Un presidente que después de destruir todo, se fue. La noticia descontracturó, sí, pero no dejó de ser uno de los peores días en la vida de Independiente: El equipo en la B, fuera de la zona de ascenso; un entrenador que empieza a tambalear pese a sus convicciones; jugadores destrozados y sin alma para seguir; mucha mediocridad, y a la espera de un mesías y soñando con la figura de Gaby Milito como posible eje de la resurrección.

Sin embargo, lo más fantástico es que en este panorama vos, yo, tú ladero de tablón estamos pensando cómo vamos a hacer para ir el lunes a alentar al equipo. Y, ahí está la famosa frase del sentimiento inexplicable. Y, también ahí, es donde se origina el título, porque este lunes aunque el equipo gane y quede en zona de ascenso yo voy a irte a buscar para que me des ese abrazo de dolor y me digas que “para volver a ser hay que volver a estar”.

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