Ante la abstinencia de fútbol en los últimos dos meses, las conclusiones del primer partido de Independiente fueron favorables.
Casi dos meses habían pasado de una espera que, para muchos, se hizo interminable. Ni la Copa América en Brasil, ni el cambio de cuerpo técnico, ni el mercado de pases, ni la Reserva hicieron que se apacigüe la abstinencia de cancha, la abstinencia de Independiente. Fue por eso que, pese a un frío demencial y una lluvia insoportable, la gente se acercó a ver al Rojo por los Octavos de Final de la Copa Sudamericana.
Y el Rojo arrancó; y arrancamos todos. Se mostró fresco y renovado pese a la total ausencia de caras nuevas en el inicio del partido excepto el banco de suplentes, con algunos pibes debutantes en Primera y la melena del flamante entrenador Sebastián Beccacece. Hacía dos años que los hinchas nos habíamos acostumbrado a Ariel Holan, algo inédito en una institución que cambió de técnicos constantemente durante al menos diez años.
Sin embargo, la necesidad de cambio, la sensación de ciclo terminado, de no tener un rumbo claro, hicieron que rápidamente nos acostumbremos a lo nuevo. El saludo histórico ayudó. Y ya en los primeros minutos, Independiente se mostró ofensivo, con ganas, revitalizado podemos decir. Algunas actuaciones esperables, como el partido de Nicolás Domingo, pero otras que sí se ganaron la aprobación como las de Francisco Pizzini, rápido y molesto por su banda, o la de Juan Sánchez Miño, que jugó más adelantado que lo habitual y con mucho más contacto con la pelota.
Independiente ganó, y era muy importante que suceda para poner primera. Pero todavía es muy pronto para sacar conclusiones: le faltaron más goles contra un equipo que a los veinte minutos del segundo tiempo ya quería bajar la persiana y volver a Ecuador con la desventaja mínima. Casi no pasó sobresaltos el equipo de Becca y eso es bueno. De a poco empezaremos a ver la mano, y a las caras nuevas en acción.
Arrancamos.
