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Con las manos llenas

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Empate con sabor amargo se dio este martes en el Libertadores de América. Faltaban tan solo dos minutos cuando el gol de Argentinos Juniors terminó con las aspiraciones de Independiente de clasificar a la Copa Libertadores y con la chance, mucho más dificil, de forzar un desempate en la pelea por el título del actual Apertura.

Al igual que en los últimos dos encuentros ante el mismo rival, el resultado se definió en los instantes finales del partido. Ese cabezazo de Prósperi cayó como un balde de agua fría en la calurosa noche de Avellaneda y fue una muestra más de que la suerte no jugó para los de Gallego en este torneo. El público se acercó en buena cantidad a mostrar su apoyo y a esperar, por qué no, que se empezara a gestar el milagro y acompañó durante todo el partido, como a lo largo de las 18 fechas.

Seguramente con la mente puesta en el año 2010, habrá cosas por mejorar y trabajar, como así enfatizar en las que se realizaron de buena manera. Lo primordial es no desmembrar a este plantel que supo reencontrarse con la gente. Tanto los que llegaron, como los que se quedaron para pelearla y revertir la situación, supieron ser representantes dignos de los hinchas rojos.

Por momentos con buen fútbol, otros no tanto, pero sobretodo con entrega y dejando todo en cada pelota, el Tolo y sus muchachos dijeron presente en cada terreno. Bien lo saben esto Racing, River, San Lorenzo y Boca. Una lástima que habiendo demostrado una vez más, y siempre de visitante, porque pertenecemos al selecto grupo de los tres grandes de la Argentina, no se haya podido coronar con una vuelta.

A pesar de eso, y aunque cueste creerlo sin Campeonato y sin Copa, este equipo no terminó con las manos vacías. Quien estuvo en el estadio pudo ver como Independiente se retiró del Libertadores de América con las manos llenas. Llenas de aplausos que consigo llevan las ilusiones y las esperanzas de todos los hinchas que, de pie, despidieron al equipo a falta de una fecha para la finalización del certamen. Y un grito de aliento incesante bajó de las tribunas: “Y dale, y dale, Rojo dale”. Todos juntos podemos.

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