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La Lupa del Diablo

Crisis de identidad

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Julio Vaccari, perdido en Rosario. Foto: Clarín
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El que llegaba en serios problemas era Newell’s, pero Independiente y su eterna crisis futbolística pesó más y le allanó el camino al local. En más de 20 partidos de Vaccari, no se sabe a qué juega.

Independiente enfrentaba a un equipo sumergido en una profunda crisis. Newell’s llegaba al Coloso con más miedos que certezas, en medio de un clima muy espeso con el malhumor de sus hinchas producto de la pésima campaña actual y varios pasacalles con mensajes tajantes en contra de la dirigencia y el plantel decorando el Parque de la Independencia. Seis fechas sin ganar, con cuatro derrotas en final encadenaba la Lepra, con dos interinatos y Mariano Soso, el nuevo DT prefiriendo asumir el día después del partido con el Rojo.

Todo el escenario estaba volcado a favor de Independiente, menos el propio Independiente de Julio Vaccari que se encargó desde antes del primer minuto de juego de enfriarle ese clima caldeado al local y descomprimirle toda la presión que desde la previa bajaba de las tribunas. Cincuenta segundos tardó Damián Pérez en tirarse de manera imprudente a barrer al pibe Silvetti y cometerle el penal que Ever Banega cambió por gol dos minutos después. Desde ahi, la tarde se le volvió en contra a los de Avellaneda.

Newell’s había llegado en crisis, pero la crisis de identidad de la que Independiente no puede salir pesó más en Rosario. En 21 presentaciones que lleva el ciclo de Vaccari en contadas ocasiones se vio un funcionamiento satisfactorio, con intensidad, llegadas y concreciones en el arco de enfrente. El Rojo sigue atrapado en una irregularidad alarmante que ya a esta altura responde a una falta de línea definida de juego.

Se hace difícil describir cuál es el plan de Independiente en los partidos. ¿Abrirle la pelota a los extremos y que inventen algo? Porque por el medio no parece haber un conductor designado hace mucho tiempo. Van pasando los nombres (Mancuello, Saltita, Toloza, Tata Martínez) sin éxito más allá de alguna intervención positiva esporádica. No hay una continuidad en lo poco bueno que se logra, a pesar de que el entrenador no suele realizar muchas variantes de una fecha a otra, priorizando justamente sostener una base.

Pero es evidente que no le está funcionando. O elije más los intérpretes. O elije mal el esquema. O ambas. Algo no engrana. El Diablo no se adueña de los encuentros y cuando lo hace es por tiempo limitado (no más de 20 o 25 minutos) que no alcanza para explayar un dominio para maniatar al oponente de turno.

Newell’s ganó porque Independiente lo dejó. Le obsequió el evitable penal inicial al minuto, le descomprimió los nervios de un contexto hostil e hizo que la presión pasara automáticamente del otro lado. Una de Tarzia, otra de Hidalgo… Buenas respuestas del arquero Hoyos impidieron el empate que hubiera sido justo en la primera parte. Pero el Rojo no hace las pocas que genera y lo paga. Salió nuevamente dormido en el complemento y, después de que Rey salvara las papas ante Banega, Juanchón García aprovechó otra desatención defensiva para meter el segundo, no sin polémica (¿llega a entrar toda la pelota?).

Más allá del arbitraje, Independiente vive inmolándose. Y, como suele suceder cuando va perdiendo y el tiempo corre, Vaccari apela al rejunte de delanteros para buscar mayor peso ofensivo (Canelo, Giménez, Luna…). Esta vez, con la curiosidad de que eligió darles minutos a juveniles que él mismo había señalado por no estar aún preparados para soltarlos al campo en un encuentro complicado. Tal es el caso de Millán, que tiró el centro del gol del descuento de Canelo y demostró no apichonarse.

Con o sin cambios, Independiente no cambia y sigue huérfano de una idea futbolística. Nadie comanda, nadie filtra pelotas, nadie construye una sociedad, nadie se despacha con alguna individualidad salvadora. Nadie escapa a una seria crisis de identidad que engloba a cada esfera de un club que vive sufriendo las consecuencias de la mediocridad.

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Aguante La Sub 21

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Hidalgo fue figura ante Central Córdoba. Foto: ph.arita
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Vaccari se animó a juntar a los pibes de entrada y estos demostraron estar a la altura. Hidalgo, Millán y Tarzia le dieron esa dosis de potrero y rebeldía que le hacía falta a Independiente.

Le costó a Julio Vaccari, pero a la larga le puso un voto de confianza a los pibes. Más vale tarde que nunca, dicen. Tal como le pasó a sus antecesores, Ricardo Zielinski y Carlos Tevez, optó de movida por preservar a los más chicos del plantel para que los de mayor experiencia se hiceran cargo de un momento complicado. Puede ser una manera de no tirar a la hoguera a los pibes, pero, al mismo tiempo, funciona como un arma de doble filo al no darles alas para que puedan demostrar.

Si bien en un momento le otorgó rodaje a Santiago López, el ciclo de Vacari no se caracterizó generalmente por promover juveniles. De hecho, en más de 20 partidos apenas debutó en Primera Zamba De Irastorza la fecha pasada. Sin embargo, ante Central Córdoba el entrenador Rojo cambió de parecer y sorprendió con la aparición como titular de Lautaron Millán, sobre quien hace poco menos de un mes atrás había asegurado no estar aún listo para la máxima catgoría. Lo juntó en el sector ofensivo con otros dos productos de la cantera que con continuidad vienen demostrando que estan a la altura: Santiago Hidalgo y Diego Tarzia.

Ninguno supera los 21 años. El más “grande” de este trío de irreverentes diablitos es Tarzia, quien tiene más trajín en el primer equipo aunque había quedado relegado por el castigo junto a Marco Pellegrino. Pero levantada la sanción disciplinaria, el zurdo recuperó la titularidad ante la lesión de Santiago Montiel en buen nivel. Millán e Hidalgo apenas tienen 19 años y ambos son citados seguido a la Selección Sub 20.

Hidalgo fue el mejor del triunfo ante el Lobo por 2 a 0, con la asistencia en el primero a Gabriel Avalos y el golazo propio para el resultado final que significó el primer grito en Primera en su carrera. En la jugada del 1 a 0, además, fue clave Millán al dejar correr la pelota para confundir a los rivales y liberarle camino a Avalos.

Hidalgo fue primero en regates junto a Millán, primero en faltas recibidas y primero en remates al arco junto a Avalos. Si bien no le está tocando jugar en su puesto natural de atacante centro, se adaptó bien por el costado derecho y con el correr de los encuentros va exhibiendo todo su potencial, que combina velocidad y destreza.

Millán fue titular este domingo por primera vez en la era Vaccari y fue primero en pases totales junto a Felipe Loyola, fue quien más duelos tuvo ganando el 55 por ciento y fue a su vez quien más conectó con Tarzia por el sector izquierdo (8 pases). Además, quedó tercero en toques (50) con un dato que remarca su juego ofensivo: apenas el 3 por ciento de sus toques fueron para atrás. Tarzia, por su parte, fue segundo en situaciones creadas.

Entre los tres le inyectaron otra impronta al juego de Independiente de mitad de cancha hacia adelante. Explosión y rapidez en el medio y vértigo y frescura arriba. Juntos ofrecieron algo diferente a lo que puede ser un círculo central compuesto por jugadores de mayor pausa como Federico Mancuello o Saltita González, por ejemplo.

El “¡vamos, vamos los pibes!” volvió a sonar en el Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini. Y con razón. La sangre joven, no sin la apoyatura de futbolistas con más de rodaje como Iván Marcone (subió si nivel) y Felipe Loyola (a pesar de sus 23 años), generó desde el primer instante de la tarde de Avellaneda la intensidad necesaria para acorralar al rival y doblegarlo.

La Sub 21 del Rojo le da su toque de potrero a un equipo que necesitaba la rebeldía como el oxígeno para poder revivir. Será cuestión de continuar por esa línea para alcanzar el objetivo copero pero, principalmente, para pensar en un 2025 completamente diferente a un pálido 2024.

Foto: ph.arita

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LomónaGod

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Lomónaco, el pilar desde donde se afianza el Rojo (@ph.arita).
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El defensor de 22 años llegó para revolucionar el fondo de Independiente. Es más que un simple zaguero central. Empuja desde atrás con quites, anticipos y conducción.

¿Puede un defensor central ser la figura del equipo? Kévin Lomónaco tiene la respuesta afirmativa. Y no de un partido; el zaguero de 22 años viene siendo el mejor de Independiente en casi todas las últimas presentaciones, cualquiera sea el resultado. En el triunfo por 1 a 0 contra Gimnasia La Plata volvió a desplegar todo su repertorio por el cual demuestra que no es un defensor común y corriente.

Lomónaco escapa de la media de los marcadores centrales. Cumple las funciones que todo zaguero debe realizar, pero además agrega un juego inusual para la posición, un juego de conducción desde el fondo con distribución y hasta traslado del balón en campo rival para llegar hasta la asistencia a los hombres de arriba, propiedad solamente de los defensores diferentes, que no se limitan a obedecer lo que les marca el manual del puesto.

Tiene varias virtudes este jugador que arribó a préstamo desde Bragantino de Brasil y por el cual la dirigencia del Rojo quiere hacer el esfuerzo de comprarlo (realizó una oferta de 2,5 millones de dólares por el 75 por ciento del pase). Una de ellas es que calcula muy bien los tiempos y los espacios tanto para marcar como para mandarse más allá del horizonte de la mitad de la cancha. Y eso se lo da la capacidad para leer los partidos sobre el césped.

Esto se ve en la poca cantidad de faltas que comete en la marca. Procura mayormente quitarle la pelota al rival sin hacerle infracción. De hecho, desde que debutó en el Diablo le hicieron a él más faltas (11) que las que hizo (8). Y apenas lo amonestaron dos veces. Para ello es vital llegar antes que los delanteros oponentes. Va siguiendo la jugada e intercepta, anticipa.

Contra el Lobo fue el primero en duelos aéreos ganados, con 66 por ciento de 6 totales, lo que habla también de su firmeza para ir bien de arriba. Dio 7 pases en el último tercio y quedó segundo en pases totales, con 33. Aquí es donde se refleja su versatilidad: eficaz en la recuperación y al mismo tiempo puede animarse a timonear. De esos 33 pases, 13 fueron en campo rival y apenas 8 fueron largos (con una eficacia baja del 24 por ciento). Está claro, lo suyo con la pelota es por abajo.

Por eso también en despejes el que le gana es Joaquín Laso, más propenso a sacarla del fondo en largo. Desde que llegó, Lomónaco suma 76 despejes y se ubica por detrás de su compañero de zaga, que acumula 106. La eficacia en pases largos de Kévin es del 48 por ciento.

Tiene la valentía de asumir riesgos al salir de abajo y, cuando ve luz, mandarse al ataque. Por eso, asimismo, puede perder la posesión. Contra el conjunto platense, por caso, quedó cuarto en pérdidas de posesión, con 12 en total de las cuales solo 3 fueron en campo propio.

Los números dan apenas un recorte de su juego. La verdad está principalmente sobre el campo, donde arranca aplausos de los hinchas rojos con recuperaciones y pases precisos, mayormente hacia adelante. Una imagen que resume su juego intrépido, que llegó para revolucionar a los fanáticos: el jueves, en tiempo de descuento del complemento, se mandó por el medio hacia el área de enfrente y metió una asistencia entre líneas a Gabriel Avalos, que definió por arriba aunque luego le levantaron la bandera marcándole su posición adelantada.

Lomónaco es más que un defensor central en este Independiente de Julio Vaccari que busca una identidad. Lomónaco empuja con visión, inteligencia, fútbol y audacia. Es LomonaGod.

Foto: ph.arita

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La Lupa del Diablo

Pisó la trampera

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Vaccari no le dio continuidad a lo bueno logrado ante Unión y en un partido parejo en el Ducó cayó en el engaño de Kudelka. Un Diablo verde que volvió a pecar de ingenuo y de improductivo.

Es tan cierto eso que repite Julio Vaccari sobre la no superioridad de Huracán como que su Independiente no solamente carece de una línea de juego llegando casi a los 20 partidos del ciclo sino que además demuestra ingenuidades alarmantes que le cuestan partidos. En el Ducó la paridad era bien visible y cuando eso sucede en un trámite los detalles terminan definiendo al vencedor. Y ahí es donde Frank Kudelka le torció el brazo al DT rojo.

No hubo un dominador en la noche de Parque de los Patricios. El conjunto de Avellaneda tenía la posibilidad de darle continuidad al funcionamiento que había encontrado un puñado de días atrás contra Unión de local. Pero el técnico, nuevamente sin tocar los nombres más allá del cambio obligado de Saltita González por el lesionado Federico Mancuello, volvió a variar la planificación.

Pensando más en el rival que en encontrar una regularidad en su fútbol, Vaccari retomó el esquema con un volante central (Iván Marcone) cuando ante el Tatengue había apelado al doble cinco de Marcone junto con Felipe Loyola. Esta vez el chile se movió como interior derecho, mientras que González fue por la izquierda. Abiertos, los Santiagos: Hidalgo por la banda diestra y Montiel por la izquierda, en un claro 4-1-4-1.

El resultado fue un volver al pasado, con un retroceso en el rendimientos, sobre todo de la mitad de la cancha. Independiente hizo bien su trabajo defensivo porque Huracán prácticamente no le llegó en la primera parte. Pero hizo muy mal su labor ofensiva porque fue otra vez ese equipo que no sabe generar situaciones: apenas un remate de Gabriel Avalos, que nuevamente estuvo demasiado aislado.

Tan es así que existe un dato estadístico que demuestra la esterilidad del planteo elegido para intentar ganarle al Globo. Montiel, una de las armas ofensivas más efectivas del Rojo recién tocó su primera pelota en el partido a los -atención- ¡21 minutos de juego! Sí, el jugador más desequilibrante entró en contacto con el balón luego de un cuarto de cotejo. Algo no estuvo bien desde el vamos.

Huracán, que había buscado de inicio discutirle la posesión al visitante, modificó su postura después del descanso para encontrar espacios. Kudelka retrocedió unos metros a sus muchachos y les dio la orden de dejar venir al rival para apelar a un contraataque. Independiente pisó la trampera. Atacó sin criterio y sin dañar. Y en una mala entrega de Federico Vera, el Globo dio el golpe que estaba esperando.

Marcone estaba muy adelantado y descuidó el círculo central. Por allí tuvo libertad para comandar Rodrigo Echeverría. Otro que estaba adelantado fue Damián Pérez. Entre el hueco que dejó el lateral en su costado y la posición de Joaquín Laso, el volante le dio una asistencia a Walter Mazzantti, quien le ganó la espalda al central, controló y definió ante un entregado Rodrigo Rey.

A este Diablo verde le tocaron un hombro y cuando se dio vuelta le entraron por el otro. Mordió el anzuelo y ya no supo cómo dar vuelta la historia. Y eso que a la noche todavía le quedaba la mitad del complemento. Pero Huracán también fue astuto en embarrar la cancha para que el resto del partido se jugara poco y nada.

Vaccari empezó con manotazos desesperados disfrazados de cambios. Acumuló delanteros. Uno al lado del otro. Y se olvidó del medio. El equipo se partió y los bochazos a la nada misma fueron el deporte predilecto de Independiente en el último tramo. Quedó (des)dibujado en un 3-2-5 totalmente improductivo que no le hizo elaborar ni una llegada clara de posible empate.

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