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Cuando el proyecto le ganó al “proyecto”

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(COLUMNA DE OPINIÓN).- Y se divirtió de lo lindo Vélez, nomás. Bajo el gélido anochecer de Liniers, Independiente hizo calentar a más de uno, fundamentalmente a aquellos más de cinco mil diablos que se amucharon en la popular visitante y erosionaron sus gargantas hasta el final. No hubo equipo, ni idea de juego. Faltó pericia en algunos jugadores y compromiso en otros. El técnico, por su parte, reprobó con creces su primer examen; se demoró—tan sólo un eufemismo— en meter mano y jamás arriesgó.

Independiente fue una ensalada, bastante agria, por cierto. Vélez, en tanto, fue una comida bien aceitada, que hizo deleitar al paladar de los locales. No es intención de esta nota dramatizar, ni mucho menos abrir aún más la herida. Pero, se intuye—no hace falta ser brujo—que así no va. Porque Pacheco y Mancuello, pintan bien, pero a futuro; todavía están un poco crudos. Porque Pellerano y Vallés no pintan, al contrario: manchan. Porque Mareque y Silvera intentan, pero sus pinceladas no alcanzan. Porque Gabbarini ya se hartó de ser figura y de aparecer revolcado en todas las fotos.

Así y todo, el crédito sigue abierto para Battión, Parra y Cabrera. No serán artistas ellos, pero pueden escribir algo interesante. Garnero merecería un párrafo aparte. No priorizó la tenencia del balón y cansó a Silvera, quien deambuló sin rumbo, en la neblina. De hecho, la única que le quedó fue recién a los 85’, cuando Parra se la bajó de pecho y el remate se fue alto. Expuso a Vélazquez y ocultó a Gracián. Sí, al único que puede robustecer de juego a esa mitad de cancha anémica. Un mediocampo que extrañó horrores la fineza de Piatti y el pase de Acevedo. Battión y Pellerano, dos obreros, no edifican. Las paredes, ésas que tantos aplausos gestaron en Avellaneda, brillaron por su ausencia. Esperemos que pronto aparezcan…

Hay tiempo—no mucho—para suturar y que, pronto, cicatrice el corte. El Rojo, seguro, mejorará. (No habrá muchos rivales como el Fortín) Pero no hay espacio para la improvisación mal concebida. Deben jugar los que mejor estén. No se puede darle el hándicap al rival de jugar en inferioridad física. Fue tanta la diferencia de velocidad, que pareció ver pelear al Muhammad Alí de 1964, contra Fabio “La Mole” Moli de estos tiempos. Fue tanta la distancia entre las calidades, que pareció volver a ver la partida de ajedrez más desigual de la historia: la que hace unos días jugaron (¿) el gran maestro ruso Karpov contra el amigo Hugo Moyano. No se trata de correr a destajo. Vélez jugó a un toque. La velocidad está en hacer correr el balón, no en que corra el jugador.

Por cierto, dicen que la repetición es la madre de la perfección. Tan serio será que Vélez—que incorporó sólo dos jugadores–, tiene un equipo que sale y juega de memoria. Hasta Cubero se dio el lujo de intentar un gol de taco. Es más de los convocados para este partido, Moralez, Martínez y Silva volvieron a ser figuras, tal como sucedió en la goleada 3 a 0 de la 5ª fecha del Clausura pasado. Todo un síntoma. En aquel match, también, Gabbarini, pese al error del final—Silva le robó la pelota sonsamente–, se cansó de tapar con las manos el colador causado por sus compañeros. En otras palabras, la derrota en el estreno puede resumirse sólo en una frase: el día que el proyecto le ganó al “proyecto”.

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