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Cuando tu propia medicina es el peor veneno

Banfield le hizo a Independiente tres goles de pelota parada, un arma siempre bien usada por Falcioni en sus equipos.  Errores groseros en la marca, distracciones, movimientos lentos y un arquero cómplice.

 

Históricamente, los equipos que estuvieron a cargo de Julio César Falcioni sabían que tenían una herramienta letal: el uso de la pelota parada. Un tiro libre cerca del área rival o un córner a favor se convertía en un casi gol. El Emperador tenía la receta para sacarle provecho a esas situaciones y transformarlas en un remedio para aliviar partidos complejos. Pero en Independiente su propia medicina se volvió el peor veneno. Ante Banfield le hicieron tres de los cuatro tantos por esa misma vía. Errores groseros en la marca, distracciones, movimientos lentos y un arquero cómplice. Nada puede malir sal.

 

No es algo nuevo para el Rojo de Falcioni esto de sufrir por arriba. Viene arrastrando este mal desde el semestre pasado. La llegada de Juan Manuel Insaurralde y el asentamiento de Sergio Barreto en la zaga central habían corregido por un tiempo los desajustes en ese sector. Hasta que una noche todo se puso muy negro y las fallas costaron gritos en contra. Justo cuando necesitaba un triunfo vital.

 

Tres defensores distintos fueron superados por sus marcas en los primeros tres del Taladro y a eso se le sumó la dificultad de Sebastián Sosa en la salida. Insaurralde no pudo con Alexis Maldonado, que la mandó adentro tras un tiro libre de Agustín Urzi desde la izquierda y el cabezazo en el primer palo de Luciano Lollo, apenas a los dos minutos de juego.

 

Dos tiros de esquina desde el mismo lado, el derecho, terminaron en la red en la segunda parte. Siempre con Urzi como ejecutante, Sosa fue villano al exhibir sus problemas para cortar pelotas aéreas desde los costados, su kryptonita. El uruguayo salvó al Rojo en varios partidos con atajadas fenomenales. Inmenso en los mano a mano y bajo los tres palos, Sosa no logra resolver la falencia en la salida.

 

En el segundo de Banfield intentó salir a romper, pero chocó contra Insaurralde y un rival (no le hizo falta) y dejó el arco vacío para que Lollo, a quien descuidó Barreto, definiera para desnivelar otra vez el marcador. Y en el 3-1 provisorio, Sosa directamente se quedó clavado debajo del travesaño y el resultado fue el tanto de Giuliano Galoppo ¡desde el área chica! que se liberó con facilidad de Gastón Togni luego de que la peinara en el primer palo (similitud con el 1-0) Juan Cruz.

 

El Independiente de Julio César quedó desfigurado y terminó con la cara llena de goles, envenenado por su propia medicina. Mantuvo el orden y la idea de asociarse durante la primera parte. No obstante, se cayó a pedazos en el complemento y fue superado física, táctica, futbolística y mentalmente. Luego se desbordó y quedó con nueve antes del final por las rojas evitables de Barreto e Insaurralde. Todo un resumen de este presente envuelto en la mediocridad por falencias propias en el juego y mucho más por una situación institucional que atentó contra la jerarquización del equipo.

 

El 4-1 final sentenció la ilusión de meterse en la Copa Libertadores, aunque lo mantiene en zona de Sudamericana, algo que ya no sirve ni para el consuelo de los hinchas. Es cierto, el entrenador hizo lo que pudo, pero lo que pudo no estuvo ni cerca de ser suficiente para lograr estabilizar el juego de este Independiente irregular y poco confiable, capaz de mostrar los dientes para ganarle a Boca y a la semana siguiente ser goleado por uno de los más flojos del torneo.

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