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De convicciones y esfuerzos

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“El limite del futbolista está en la mente no en el cuerpo”, esbozó Roberto Perfumo (piedad, al menos por hoy), en su libro Jugar al Fútbol. Pues sólo así se explica el cambio rotundo de la totalidad de las partes. Hoy, se sabe, era El partido. Y se jugó a pierna fuerte y templada. Con inteligencia y astucia. Con amor propio y algunos destellos. Independiente pasó una prueba de fuego. De esas que se necesitan superar para pensar en grande. Para no censurar los sueños.

No hay misterios en este laborioso Independiente. Desde el vamos, la premisa fundamental es que todos corren y luchan. Desde ahí, con la tenencia del balón, construir es mucho más simple. Pero hay algo sí que sorprende. Son dos jugadas reveladoras que se dieron en el Monumental. Dos acciones, que casualmente (?) torcieron por completo el rumbo de esta historia. Y que a su vez delatan una convicción que excede cualquier lógica de la naturaleza.

A los 10, cuando Independiente estaba 1 a 0, es plausible detenerse en algo más que en el festejo del gol de Dario Gandín. Es interesante observar que el córner que envía Federico Mancuello no era del todo perfecto. Es que en pleno aire, poco a poco, una comba incesante hacía que la pelota se abriese cada vez más; sin embargo, esto poco y nada le importó a Gandín ¿Qué hizo? Como pocas veces en el torneo anterior, retrocedió dos metros, se acomodó e impactó de cabeza al gol.

Veinte minutos más tarde, en la misma tónica, parte una habitación, a priori, muy fuerte para Ignacio Piatti. En cualquier otro momento–y equipo—el jugador que atacaba –Piatti en este caso—se hubiese frenado y desentendido de la acción. Pero, en este Independiente, no hay lugar para ese infame descompromiso. Piatti, increíblemente, guapeó, desacomodó a un atónito Villagra y definió con zurda: 2 a 0.

Jugadas que no hacen más que reflejar un cambio de mentalidad. Y por supuesto que hubo muchas más. Inadmisible no hacer referencia al cruce salvador de Lucas Mareque, quien a los 69 minutos corrió todo el ancho de la cancha y le quitó el gol a Diego Buonanotte. Imposible no destacar las decenas de despejes defensivos de un sacrificado Andrés Silvera, quien con el ojo derecho machucado por un patadón se negaba a salir reemplazado. E injusto no recalcar una enorme tapada de Adrián Gabbarini a Cristian Fabbiani, quien sin éxito alguno le  había pateado a peligrosos 10 centímetros.

Una vez más, el esfuerzo consustanciado con el compromiso dio sus frutos. Algo cambió en Independiente, claro está. Lo que antes era un insulto o un gesto plagado de desdén, ahora es continuar la jugada porque siempre se puede progresar. Lo que antes era “esa marca no es mía”, ahora es tratar de ayudar al de “al lado”…Todos se inmolan por la causa y no es poco. Al fin y al cabo, jugadas ocho fechas del campeonato, no caben dudas de que Américo Gallego persuadió por completo a sus dirigidos. Ahora el Tolo es un auténtico cacique y la tribu, afortunadamente, lo reconoce como tal.

Adrián Michelena.

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