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Déjà vu

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“Cerca del final/ Sólo falta un paso más /Siento un Déjà vu / Déjà vu …” Gustavo Cerati poco y nada sabe de fútbol. No es hincha de Independiente. Y, pienso, que casi nadie sabe en qué piensa, si es que aún ese infame ACV le da un break. Pero Cerati, en una frase y sin quererlo, se entremezcló con los papeles que cuentan la historia viva de Independiente. Porque, claro, por el lado Rojo de Avellaneda, todos empujan para dar el último paso. Porque más de algún pibe se habrá caído de la cama, pensando que esto ya lo vivió, aunque no recuerde si fue en el pasado o en el futuro. Y sí. Es este un Déjà vu real. (En francés: ya visto.) ¡Sino, pasen y lean!

9 de diciembre de 1984. Estadio Nacional de Tokio. Independiente1-Liverpool 0. Hazaña. Una copa, la Intercontinental, ya descansa en el equipaje: el mundo, otra vez, cabe en la palma de una mano. Mandinga (Percudani) ya hizo de las suyas ante el gigante Grobbelaar. El Rey de Copas derrotó al imperio anglosajón. Y también, recuperó la soberanía, la identidad de fútbol argentino, invadido por un vomitivo clima, tras la reciente finalización de la Guerra de Malvinas. Una revancha futbolera, no más…

8 de diciembre de 2010. Estadio Libertadores de América. Independiente (0)- Goiás (2). ¿Hazaña? Y… este perfume a mística no tiene precio. La copa ya se enamoró, pero está confundida. Sucumbe ante el encanto del Rey, pero no lo dice. Entonces, histeriquea y se hace desear. Este Rey debió contar los vueltos para poder llegar. Pero llegó. Y listo. Porque la mística y el orgullo, no saben de detractores. Se las tiene, o no. Y el Rojo, diablo viejo si los hay, juega e intimida con esa mística que tiene valor, por más que algunos quieran obtenerla etiquetándole un precio marketinero.

Independiente, con la espada y la palabra, busca hazañas coperas, esas que andan extraviadas de tanto campeón. Sentís que esta copa, vale dos o quizás tres campeonatos. Sabés que la periferia lo sabe. Pensás que hoy tu vida puede cambiar. Pero no. No te equivoques. La Sangre Roja te hervirá por siempre. El resultado, por más que haya una copa de por medio, es una circunstancia. Importa sólo que tamaña catarata de adversidad no apacigüe la ebullición. Porque estar 2 goles abajo, sin el Cuqui, con un equipo herido (y no golpeado) y con los brasileros motivados, no son los ingredientes más fáciles de digerir. Es difícil. Pero seguís creyendo. Porque hasta en los penales, puede aparecer un santo (San Hilario).

Hay una anilina roja todo lo tiñe, ojo. Y lo que ahora es rojo de sufrimiento, prontito podrá ser el clásico rojo que aparece tras una batalla ganada. Todos juegan. Los hinchas con su Banderazo, ya marcaron terreno. Ir al Libertadores de América ayer, fue como darles las gracias al santo que, hasta ahora, cumplió todos tus pedidos. Y de paso, claro, (¿quién no lo habrá hecho?) manguearle un milagrito más. Los que no fueron a la cancha, juegan con la estadística, te dicen que Independiente de 4 finales ante brasileros ganó 3: Libertadores 74 vs. San Pablo; Libertadores84 vs. Gremio; Supercopa 95 vs. Flamengo.

Y también, aparecen los gratificantes memoriosos, que una y otra vez insisten en que una vez Independiente dio vuelta un 0-2 ante Cruzeiro. (Libertadores 75, la vuelta fue 3-0 con goles de Pavoni, Bertoni y Ruíz Moreno). Y sí, tienen razón. Porque a los brasileros no les apetece la comida criolla. A punto tal que, en Alsina y Bochini, Independiente domina el historial ante los “cariocas”. Ganó: 15, empató 6 y perdió 4. Y ni hablar de aquel julio del 64, cuando el Santos de O’ Rey Pelé cayó ante O Rey Rojo, en la vieja Doble Visera (3 a 2; 22-7-64).

“Si no es hazaña, no vale”, es el eslogan, el escudo de los hinchas del Rojo. Independiente ante Goiás juega hoy una final más. Es La Final. Tenés cagazo, como nunca antes, lógico. Estás peor que antes de tu primera entrevista de laburo. La espera, exaspera. Tenés mucho más miedo que antes de dar el sí. Estás más ansioso que antes de comprarte el primer coche. Te entiendo. Son 15 años de licencia. Te quedaste sin entrada, pero igual fuiste a recalentar la caldera un día antes, para que, claro, hoy ese fuego sagrado prenda más rápido. Esto no se compara. Esto es Independiente. Este es el Rey de Copas. Esto es un Déjà vu real. La Copa ya arribó a la Argentina. Y nadie tiene porqué llevársela.

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