Duele el alma, un sufrimiento eterno, que no cicatrizará con las horas. Una herida pertinente por la avaricia de un entrenador que hizo todo para que Independiente regale el partido del año. Américo Rubén Gallego es el principal causante de una derrota que se recordará por mucho tiempo, porque nosotros, los militantes de esta pasión, no merecíamos un final de este tipo.
Gallego “gallineó”, pecó de miserioso y tuvo su premio más indeseado. Independiente tenía el partido en la palma de su mano, jugando un buen partido, con momentos de buen fútbol, gracias a un líder espiritual como Lionel Nuñez, que, justo ante su ex equipo, demostró que tiene huevos de sobra para jugar partidos importantes. El momento del Gordo era extraordinario. Temple, sacrificio, goles. Pero el entrenador, en la peor decisión de su carrera como DT, hizo lo inexplicable: lo sacó a 20 minutos del final, con el partido 3-1. En su lugar, para redondear un desliz grosero, infantil y perfecto, ingresó Gabriel Vallés, en uno de los cambios más timoratos en la historia de Independiente. Si cualquier hincha se daba cuenta que Nuñez no debía salir, si hasta una madre, una novia, una hermana preguntó: “¿Por qué lo saca al Gordo?”, ¿Cómo no se dio cuenta el entrenador? ¿Qué le pasó por la cabeza? ¿Qué carajo intentó hacer? Ni siquiera él debe saber contestar esas preguntas. Lamentable.
Pero no sólo Gallego se equivocó en ese cambio. Minutos antes también metió la pata en la zanja y sacó a Hernán Fredes para poner al ignoto Fernando Godoy. Lejos de recaerle al pibe, el partido pedía a gritos a Leandro Gracián. El partido de Fredes no era bueno, pero el DT resignó la pelota para persuadirse en la marca. Ese cambio, sino bien no fue determinante, fue el generador de la debacle total. El Tano era fundamental para tener la pelota y marcar límites a las subidas de Néstor Ortigoza y compañía. Gallego, al revés de toda la gente, no lo vio así.
Pero, como todo actor intelectual de un asesinato a la ilusión, también hubo cómplices de un grado fundamental. Porque algunos de esos, nunca jugaron el partido como una final, como pocas veces lo hicieron en este Clausura. Desde esta columna siempre se apoyó y se intentó pedirle paciencia a la gente. Pero todo tiene un límite, como el que puede tener cualquier jugador desde sus pies, pero es imperdonable que esas limitaciones se contagien al alma y el corazón.
Es tan imperdonable como algunas actitudes de amateur que tuvieron varios futbolistas. A saber, gracias Darío Gandín por el gol, pero no me alcanza. Porque cuando tuviste el gol en tus pies, como contra Gimnasia, San Lorenzo y Huracán –por más que había offside-, canchereaste y sobraste la situación. Lo de Walter Acevedo e Ignacio Piatti también invita a la reflexión. ¿Deben seguir en Independiente o son reemplazables? El ex San Lorenzo tuvo un partido olvidable –como muchos en este torneo-, con un error insoportable en el cuarto gol de Argentinos. Piatti se comió dos goles hechos, por pasarse de exquisito en la definición. Nadie duda de sus capacidades técnicas, pero ¿pondrías más de cuatro millones de dólares para que se queden?
Tampoco hay que dejar pasar por alto de Andrés Silvera. Un jugador que falta a un entrenamiento previo a un partido decisivo y después se lesiona a los diez minutos de partido. El sabe lo que lo quiere el hincha. Ojo, no se pide su cabeza, ni mucho menos, pero hay que traer un delantero y que el Cuqui acompañe de atrás.
Hernán Fredes es otro futbolista al que deberían buscarle club. Su apatía se torna intolerante. Basta de oportunidades. Eduardo Tuzzio también colaboró en el tercer gol, cuando tiró una chilena en el área chica, pero qué se le puede reprochar a este tipo que, con 36 años, juega con un hombro maltrecho desde hace varias fechas.
Pero Gallego y los jugadores no son los únicos. La dirigencia es la base, la que termina por corromper en una campaña que pintaba para título y terminó siendo de aceptable para abajo. No olvidarse que el Tolo pidió un delantero y otro volante de contención. Como siempre, la respuesta de Julio Comparada fue: “No hay plata”. Claro, la plata del club hay que usarla para el club, para la cancha o para los refuerzos.
El final nos encuentra perdidos, aturdidos y presos de una confusión interminable. Más aún cuando se escuchan rumores de todo tipo. “Decí que Nuñez salió porque estaba lesionado”. “Tuvieron que separar a Tuzzio y Vella porque se trompeaban”. “Gallego se bajó del micro y se fue en el auto de un amigo”. “Núñez discutió con Gallego, no podía entender su cambio y se molestó por la presunta lesión”.
Cuando las desidias parecían consumadas, la mierda volvió al río. Y ahora ¿qué hacemos? La respuesta, por ahora, es un interrogante. Decí que clasificamos a la Sudamericana, porque sino…