Independiente venía jugando un buen partido frente a Boca, donde ganaba 1-0 y estaba cerca del segundo. Sin embargo, algo pasó en el entretiempo que sacó del partido al equipo.
Era un partido chivo el que afrontaba Independiente con Boca. Pese a que el rival tenía suplentes, el Xeneize siempre es un hueso duro de roer. Aun así, el Rojo lo estaba llevando bien en la primera parte, donde no ganaba en posesión pero si generaba las jugadas más claras. El local se había puesto 1-0 con una jugada excelente y estaba cerca del segundo, pero algo pasó.
En el entretiempo, Silvio Romero estaba claramente sentido, y era un cambio fijo para Lucas Pusineri. El capitán y goleador debió abandonar el campo. El reemplazo lógico, por posición, era el ingreso de Nicolás Messiniti, para mantener la formación y tener una referencia en ataque. Sin embargo, el entrenador decidió desistir del centrodelantero y alineó a Alan Soñora.
Dicho y hecho, ese cambio tiró atrás al equipo. El Diablo pasó de preocupar a Agustín Rossi a apenas llegar una vez en todo el complemento, que fue el mano a mano de Andrés Roa, y terminó jugando en el campo propio. Si bien más tarde Pusineri se arrepintió e hizo ingresar a Messiniti, fue tarde: Boca ya había tomado el control de las acciones y dominaba a Independiente.
El resto es historia conocida: La visita dio vuelta el encuentro con goles de Franco Soldano y Edwin Cardona, y profundizó la crisis del Rojo. Las sustituciones malas o tardías, o ambas, se vienen repitiendo frecuentemente desde hace rato. Se comprende que el director técnico tomó un plantel diezmado y lo hizo sacar varios resultados positivos, pero hay cuestiones tácticas que no se pueden ignorar ni con el peor plantel del fútbol argentino, y Pusineri a veces pareciera que quiere desafiar a la lógica del fútbol.
