El equipo de Jorge Almirón muestra dos caras totalmente opuestas en cada partido jugado. Dentro de una asombrosa bipolaridad, agrupa horrores defensivos, desatenciones impertinentes y falta de reacción defensiva. El lado B, que desmorona y angustia. El mejor ejemplo se encuentra en el último encuentro contra Gimnasia de La Plata, donde el gol de Maximiliano Coronel englobó al Independiente que no queremos.
Faltando un minuto y medio para el cierre de la primera etapa, y con un gol de diferencia, el Rojo encontró en un beneficioso tiro libre a favor, la debacle posterior. A 30 metros del área del arquero Nicolás Navarro, Matías Pisano acomodó la pelota y la pateó en forma de centro de izquierda a derecha, cruzando todo el área. Osvaldo Barsottini la sacó con la cabeza y Víctor Cuesta, sobre el lateral derecho, decidió tocarla mal hacia atrás, lo que generó la intersección de Ignacio Fernández, quien dejó en el camino a Jesús Méndez y lideró el contra ataque. Finalmente la jugada se diluyó tras un despeje de Pisano, quien acompañó la jugada.
Lo subsiguiente fue el desacople que quedó en la mitad de la cancha, donde Álvaro Fernández le ganó en la lucha a Diego Rodríguez y habilitó al otro Fernández quien rebotó el balón en Gustavo Toledo y ganó el corner.
Finalmente, después del tiro de equina y luego de que le ganaran otra vez a Méndez, Coronel entró solo y empujó en el segundo palo la pelota que el arquero de Independiente vio pasar.
Malas decisiones, reboleos a la nada misma, marcados sin fuerza ni intención de ganar, liberación de zonas de tránsito. Un equipo que dependa de uno solo y no de todos. Falta de determinación, resoluciones perjuiciosas, escaso criterio para los relevos. Ese es el Independiente que pierde puntos y dilapida objetivos. Ese es el Independiente que no queremos.
