El equipo de Jorge Almirón muestra dos caras totalmente opuestas en cada partido jugado. Dentro de una asombrosa bipolaridad, enlaza buenos movimientos, pases e ideas. El lado A, el que gusta, el que ilusiona y esperanza. El mejor ejemplo se encuentra en el último encuentro contra Gimnasia de La Plata, donde el gol de Lucas Albertengo englobó al Independiente que queremos.
Matías Pisano recuperó la pelota cerca del área de Diego Rodríguez, en un avance tibio del Lobo, e inició un ataque vertical junto a Jesús Méndez. Después del pivotéo preciso de Albertengo, fue incluido Martín Benítez en la maniobra, quien desde el centro del campo volvió a abrir el juego hacia la derecha. Con movimientos de distracción similares a los utilizados en el Basketball, los futbolistas comenzaron a pasar la pelota a un toque y a rotar en sus posiciones.
El mediocampista Diego Rodríguez tomó parte y recalculó, haciendo jugar a Emanuel Aguilera y Víctor Cuesta, quienes también participaron e incorporaron a Gustavo Toledo. La pelota siguió rodando y a partir de ese instante comenzó la acción más punzante del encuentro, para Independiente. Albertengo volvió a aguantar la pelota, descargó en Méndez y picó hacia el área. El ex Central armó otra pared con Claudio Riaño y habilitó a Pisano, quien llegó a línea de fondo y sirvió para el fusilamiento del goleador en el área chica.
20 pases efectivos, 9 jugadores involucrados, toques productivos, seguridad ofensiva y dominio total del territorio a lo largo y a lo ancho del campo de juego. Un equipo que dependa de todos y no de uno solo. Ideas, descargas, anticipos, habilitaciones y el arco contrario como única meta. Ese es el Independiente que cosecha puntos y logra objetivos. Ese es el Independiente que queremos.