Era una goleada vergonzante para el Atlético de Madrid ante el Mallorca en un amistoso de pretemporada, pero el ingreso de Agüero acercó las diferencias y con un gran gol la derrota 3-2 fue más decorosa.
Se sabe que cuando los equipos están en pretemporada las piernas de los jugadores suelen estar duras y los movimientos toscos impiden la precisión que se necesita en un terreno de juego. Sin embargo, los desajustes defensivos de la defensa colchonera no es algo que suceda por los trabajos físicos. Más bien, es una constante desde hace tiempo.
Claro está que esta falencia se suele remediar y nutrir con los goles de Forlán y la calidad infinita del Kun. El uruguayo sigue buscando su mejor forma, por eso en los amistosos no es partícipe. Sin embargo, Agüero suele entrar en las segundas partes como para ir agarrando ritmo.
Es justamente en ese momento cuando en la tribuna la gente comienza a regocijarse. Sus arremetidas a pura potencia ofensiva y sus pasos de potrero, logran ovaciones y arrancan aplausos de todos. Ah, y de paso ayudan al equipo a no caer en la vergüenza y el ridículo.
El Mallorca, quien terminó quedándose con el torneo amistoso “Ciutat de Palma”, goleaba 3-0 al Atlético de Madrid. Era baile. Felipe Luis y Agüero saltaron a la cancha y comenzaron a construir los primeros peldaños. Fue Mérida quien acortó distancias y luego, el Kun recibió un lindo pase y encaró al área rival. Obviamente, ya todos en el estadio conocían el desenlace… velocidad, pasos largos y un remate cruzado que chocó al poste mostrando su violencia para decretar el 3-2.
No hubo tiempo para más. Fue derrota, pero Agüero sigue demostrando su voracidad y acrecentando la idolatría de un club que lo adoptó como un hijo del corazón (no hay dudas, su casa natal es Independiente) y sigue soñando con sus gambetas y goles.
