Más allá de las decisiones futbolísticas, Fabián Doman y compañía tendrán una tarea clave por delante: recuperar la credibilidad de un Independiente erosionado por los incumplimientos.
La atención, casi siempre, se la lleva la pelota. Rueda e hipnotiza a los futboleros, que quieren que su equipo la trate bien y la meta la mayor cantidad de veces en el arco de enfrente. Independiente tiene varios frentes deportivos que resolver por la nueva dirigencia. Ahora el Rojo de Julio Falcioni está ganando, pero se deberá resolver la continuidad del DT más allá del 2022, la docena de contratos profesionales que vencen a fin de año, el plan para salir al mercado de pases que abre el mes que viene, etc.. Pero Fabián Doman y compañía tienen un desafío mucho más grande para poder sacar de la siesta eterna a este gigante: recuperar la credibilidad del club.
¿Por qué? Ese debe ser el desafío primordial de esta flamante gestión porque resultará la llave para abrir las demás puertas, hoy cerradas. La conducción de Hugo Moyano, en su segundo mandato al que le quedan las últimas horas de vida, erosionó con sus malas decisiones, desmanejos y acciones la confianza que el afuera tenía para con Independiente.
Y eso repercutió tanto a nivel económico como futbolístico. ¿Cómo? Los jugadores, al enterarse la alarmante situación de crisis constante e incumplimientos salariales, elegían no acudir al interés del Diablo en los libros de pases. Y así, el mánager de turno o los directivos a cargo de buscar incorporaciones escuchaban un “no” atrás del otro. Y el DT del momento debía conformarse con lo que se podía conseguir y no con sus reales pretensiones.
Algo similar ocurrió con los clubes, que preferían negociar con otras instituciones luego de ver cómo los reclamos en contra del cuadro de Avellaneda se acumulaban en la FIFA por falta de pago ya sea de los pases o bien del plan de pagos acordado por un incumplimiento anterior. El Rojo salía a los últimos mercados ya en total desventaja por estas condiciones y el armado del plantel se hacía dificultoso.
La poca credibilidad también se vio reflejada en la camiseta del primer equipo. Limpia en el pecho hace rato. Un espacio totalmente desaprovechado por el que otro clubes obtienen ingresos millonarios anualmente. Anta la imposibilidad de acordar con sponsors que no querían aparecer para evitar estar involucrados en esta gestión, la dirigencia le entregó el lugar a publicidades de paga baja que eran amigas de la casa.
Dirán como argumento de este punto que sufrieron una “persecución” por parte del anterior Gobierno de la Nación y que eso les perjudicó la imagen. Lo cierto es que aun con el poder y los contactos que una figura como Moyano puede alcanzar, y bajo el aura de un Gobierno cercano, el frente de la casaca siguió vacío.
Otro factor trascendental son los acreedores que, ya curados de espanto, no aceptan más pedalear la bicicleta y piden apretar el freno para cobrar lo que se les debe. Algunos se cansaron de escuchar promesas de pago que se volaban ante la primera brisa veraniega.
Este escenario tendrá que remontar Doman, el flamante presidente rojo, y su Comisión Directiva. Tendrán que trabajar -dicen que ya lo están haciendo- para recuperar esa credibilidad que los de afuera le perdieron a Independiente para poder así renegociar deudas, levantar inhibiciones y traer jugadores y, eventualmente, otro técnico.
Ese, ni más ni menos, es el desafío central de la dirigencia nueva. Por el bien de Independiente, ojalá lo logren más pronto que tarde.
