Se viene un nuevo Clásico en el Libertadores de América, y vale recordar el primero de todos. ¿Desde dónde lo viste?
Independiente y Racing, un Clásico, una diferencia abismal. Toda la vida fue igual, más allá de que intenten levantar la cabeza con algún que otro logro; el Rojo siempre será más grande. Y el primer encuentro jugado en el relativamente nuevo estadio, demostró una vez más lo dicho.
Corría febrero de 2010, con el Clausura un poco avanzado. Llegaba la sexta fecha, y tanto el Diablo como la Academia volvían a enfrentarse, aunque no era un duelo cualquiera: El más grande volvía a hacerlo en su casa. El duelo había sido parejo, pero una mano insólita de Brian Lluy desemparejó el duelo. Néstor Pitana cobró penal, y Darío Gandín puso el 1-0 definitivo.
El vecino, una vez más, llorando por un supuesto robo, aunque las imágenes fueron elocuentes. Al final, y como siempre, la fiesta quedó del lado más lindo: El Rojo, como la sangre que nos da la vida, como el color que regó de gloria el suelo de Avellaneda y lo hizo ser la Capital del Fútbol. Una vez más, los hijos quedaron a la sombra del Rey.