Eran otros tiempos, era otra realidad. Los protagonistas también. En Independiente jugaba un pibe llamado Sergio Leonel Agüero que deleitaba a todos y que justificaba cualquier esfuerzo por ir a la cancha y esa noche de 2006 en el José Amalfitani hizo sonar la orquesta…
El partido se había tornado un poco tedioso. Era por el Clausura 2006, y en el Rojo se podían leer nombres que no estaban a la altura y otros a los que se los aplaudía de pie, como Ustari, Biglia y este pibe apodado el Kun. Claro que, ya para ese torneo y a sus cortos 17 o 18 años, había dejado de ser una promesa para ser la figura excluyente del equipo.
Esa noche poco había pasado, estaba rara y en medio de ese panorama su talento brilló. Sí, el genio frotó la lámpara y salió esa genialidad que te regalaba fútbol, te llenaba los ojos y te hacía el tipo más feliz del mundo en un instante con un solo grito en tu garganta.
Otro pibe, De Bruno, tomó la pelota, la midió y se la dio al Kun. Si sólo se describiría que Agüero tocó 4 veces la de gajos y quedó en la red, parecía casi como que lo dejaron libre con el arquero. No fue así.
El Kun amagó y cambió el rumbo de la pelota con la izquierda. Después la besó con la derecha para pasar entre dos defensores de Vélez y con el mismo botín la adelantó lo justo para esperar la salida del arquero Sessa. Cuando se lo vio de frente, hizo un movimiento de cintura y con la parte interna de su pie la depositó en el primer palo. Nada que hacer para la defensa y el uno. Sólo quedaba aplaudir una pequeña obra de arte. Algo a lo que nos habíamos acostumbrado.
El grito de gol inundó la visitante y al toque salieron las reverencias al ídolo crack. Iban 37 minutos de juego en el segundo tiempo. Sí, juego es una forma de decir, porque en un instante Agüero marcó el rumbo real del partido y de este apasionante deporte.
No obstante, la obra tenía una segunda puesta en escena. Es que tres minutos más tarde, todos estarían bailando al ritmo de la cumbia, el preferido del Kun. Es que el crack recibió un rebote en la medialuna y sin parar la pelota, la enganchó como vino y la dejó en el segundo palo. Casualmente en el mismo que en el primer gol.
El Rojo con una ráfaga furibunda de Agüero se traía los tres puntos del Amalfitani. Un reducto más que complicado para el conjunto de Avellaneda. Tanto es así, que esta fue la última alegría en tierras del Fortín. Por eso que cada vez que Independiente visita ese estadio no puedo dejar de rememorar ese instante único que nos regaló un crack mundial que ahora sólo vemos por televisión y que seguimos añorando, extrañando y rezando por su vuelta. Gracias Kun, pero acordate: “Vuelve pronto campeón, quiero verte otra veeez”.
Vélez 0 Independiente 2:
