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Entre el dolor y la envidia

(COLUMNA DE OPINION) – Sólo un hincha de Independiente puede entender el dolor que genera una derrota copera. Unicamente otro como nosotros, que vivió aquellas gestas heróicas, o que las escuchó de la boca de su padre o su abuelo y se estremeció como si hubiera estado ahí, en la vieja Doble Visera, puede comprender lo que es una noche de copas, esas de mística eterna.

La impresionante cantidad de hinchas que copó el Beira Río y el recibimiento emocionante con una bengala roja como la camiseta por cada grito de aliento, el himno argentino antes del inicio del partido, el Gaby Milito, ídolo de los últimos tiempos, con la cinta de capitán, todo fue parte de eso que llamamos Orgullo Nacional.

Sin embargo, eso es sólo una porción y justamente no la más importante, porque la historia grande de Independiente, que destila gloria en cada arista, no pondera canchas llenas o cantos sostenidos, sino épicas batallas de fútbol, victorias, epopeyas, títulos, gambetas de Bochini, paredes de Bertoni, goles de Percudani…

Y este equipo, que con muchísimo sacrificio y una cuota de fortuna obtuvo hace unos meses la 16ta estrella internacional, ayer perdió en menos de 20 días la segunda final internacional, la primera de manera insólita ante el débil Júbilo Iwata y la segunda ante el poderoso Inter, peleando de igual a igual. Demasiado golpe.

Hay que se grato con un plantel y un cuerpo técnico que devolvió al club a los primeros planos, pero no por eso hay que dejar de ser crítico y no decir que, a la vista de los resultados, que la preparación no fue la adecuada y que, salvo pasajes y algunos puntos altos, faltó jerarquía en ambas finales.

En la falta de jugadores, como ya lo venimos apuntando hace tiempo, los culpables son los dirigentes, que pese a haber incorporado cinco jugadores, entre ellos el gran Gabriel Milito, no trajeron todo lo que el técnico les pidió, ni en puestos ni en calidad. La falta de un 9 y un 10, por caso, se sintió y se va a seguir sintiendo. Y el recambio es casi nulo, salvo honrosas excepciones.

Pese a todos los problemas institucionales y de lesiones, más las flojas actuaciones de hombres importantes como Hilario Navarro o el propio Milito, Independiente ayer la luchó hasta el final y cayó de pie. Pero eso no alcanza, no en un club de la envergadura del Rey de Copas, y menos después del papelón en Japón.

Ahora no queda otra que levantar la cabeza con orgullo, hoy más que nunca, demostrando que el amor por Independiente no entiende de derrotas y victorias, más allá del dolor inmenso que subyace en cada alma roja que anoche sufrió un nuevo (otro más) sacudón.

Para los hinchas de otros equipos que se regodean con las caídas de Independiente, gracias, no hacen más que reconocer nuestra grandeza. Boca, que sueña con ser Rey de Copas (apodo de siempre del Rojo), Racing, que sólo cruza la frontera para jugar un amistoso y así pagar una parte del 33 por ciento del pase de Giovani Moreno, River, puntero de la B Nacional… en serio, gracias.

A todos ellos la envidia de ver a Independiente jugando por el mundo, representando al país, siendo el único grande en todo 2011 que jugó y juega copas internacionales, los corroe y los hace ser y actuar como lo están haciendo: escondidos en las victorias, graciosos e hirientes en las derrotas. Muchachos, destilan envidia, se les nota demasiado.

Ojo, tampoco nos tenemos que engañar y creer que Independiente está en un paraíso ni mucho menos. Hay muchos problemas institucionales producto de la delicada situación económica, es un año de elecciones, la manera de ejercer política de algunos da asco y preocupa, el plantel es corto y, si no se suman 60 puntos mínimo en la temporada, el año que viene puede haber problemas con los promedios.

Que quede claro: Independiente es Rey de Copas por su historia, por su gente, por su gloria y su grandeza, ganada toda en el verde césped con un fútbol inolvidable, y lo seguirá siendo más allá de derrotas, jugadores falopa (no todos), dirigentes ineptos (casi todos) y cuerpos técnicos que alternan buenas y malas. Rey de Copas uno solo, el Orgullo Nacional.

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