De la mano de Pedro Monzón, Independiente volvió a ganar después de dos meses. Fue ante un rival de inferior jerarquía, pero el equipo hizo lo que correspondía apoyado en cuatro pilares fundamentales.
Se dio la lógica en La Plata. Nadie debe asombrarse porque Independiente goleara a Ciudad Bolívar, un equipo del Federal A cuyos jugadores no puede dedicarse solamente a vivir de la pelota. Sin embargo, el triunfo por 3-0 en Copa Argentina en el estreno del interinato de Pedro Monzón fue recibida y celebrada como una gran noticia por el lado rojo de Avellaneda, desde el juego y desde lo institucional.
Primero, lo segundo. La dirigencia tomó algo de aire. Una eliminación tempranera de esta competencia tan esquiva en la vida del Diablo hubiera significado acelerar los tiempos en la elección de un entrenador, que hoy por hoy no tiene un candidato tan claro que reúne un consenso interno y mucho menos que convenza al público en las tribunas.
Sobre el césped del estadio Diego Armando Maradona de la ciudad de las diagonales, se vio un Independiente práctico que pudo hacer pesar su jerarquía por sobre un rival visíblemente inferior. El Moncho fue a lo seguro y se apoyó en cuatro pilares fundamentales: la experiencia de Iván Marcone en el medio, la calidad de Juan Cazares en la conducción, la frescura de Nicolás Vallejo y el oficio del viejo lobo del ataque Martín Cauteruccio.
El regreso de Marcone le dio solvencia al círculo central rojo. Acompañado por Kevin López, Marcone maniobró en el mediocampo a gusto y piacere. Fue el encargado de ser el volante más retrasado y ocuparte de los quites (de uno suyo llegó luego el segundo gol). Esto le permitió a López soltarse y llegar más al área para sumarse a Cazares, Vallejo y compañía.
Juanito fue otro nombre destacado de la noche platense. Estrelló un tiro libre en el palo, tuvo una chance inmejorable para convertir y, al final, se despachó con una asistencia top a pura calidad para Vallejo en el 2-0. Lo del pibe chaqueño es cosa seria.
Vallejo es el juvenil con mayor proyección de Independiente. Y partido a partido crece más. Es una perla en el pantano. Porque el contexto del Rojo no es el ideal para cobijarlo, pero así y todo, el chico no se achica. Encara y va. Y vuelve a encarar y a intentar y a desbordar. Fue la figura del partido porque comandó el contraataque que abrió el encuentro, porque dio otras dos asistencias no aprovechadas y porque tuvo el merecido premio de hacer su gol. Salió extenuado.
Y Cauteruccio cumple. En nueve partidos ya grito cinco veces (tres de penal). Está donde tiene que estar, dentro del área. Allí, en su hábitat, hace su trabajo, empujarla a la red. Así lo hizo en el 1-0 tras un contragolpe bien ejecutado por Vallejo y Juanito Cazares. Es cierto que se perdió un par de goles más, pero Cauteruccio aporta oficio para saber ubicarse y mostrarse como alternativa de pase para los volantes. Hoy, titular indiscutido.
Lo que todavía no logró corregir del todo, Monzón, es la defensa. Independiente retrocede mal. Deja huecos groseros que son ocupados por el rival y dan inseguridades en un fondo que se sigue mostrando endeble ante cualquier intento de avance adversario. Bolívar, con muy poquito y hasta con un hombre menos, pisó el área de Rodrigo Rey con cierto riesgo.
La vuelta de Edgar Elizalde se celebra, pero el bajo nivel de Sergio Barreto es lo que más preocupa. El lateral derecho sigue sin dueño. Y por la izquierda, Damián Pérez (Ayrton Cosata no jugó por lesión) no desentona aunque tampoco termina de convencer.
Si logra acomodar la última línea, Independiente podrá ser un equipo solvente para sacarle jugo así a las mejores que presenta de mitad de cancha hacia adelante. Monzón tendrá una semana más de trabajo. Poquito tiempo en lo que tratará de hacer lo más que pueda. Por lo pronto, le devolvió la victoria después de dos meses. Y no es poco.
