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Fútbol para todos

toranzo

Para los repentinos simpatizantes del Defensor Sporting uruguayo que sufrieron como pocos la mística en carne propia.

Para los advenedizos hinchas del Deportes Tolima, gran cuco del multicampeón Banfield, que “seguro ahora los agarra y los limpia en dos patadas”.

Para los admiradores de la Liga Deportiva Universitaria de Quito, enorme verdugo de grandes equipos argentinos, tan curtido en definiciones de este tipo y siempre protagonista en cuanto torneo continental se plante.

Para los que pronosticaron la lección de futbol que nos daría la Liga en la altura de Quito, con goleada incluida.

Para los que se frotaron las manos con el tercer gol de los locales en Ecuador y fueron rápido al archivo: “¡Ojo, que Arsenal sufrió 6 goles aquí!”.

Para la filial argentina del Goias, liderada por una minoría en Avellaneda y por apáticos jugadores de fútbol, poco propensos a la diplomacia y dedicados a la comercialización en cantidades industriales de humo a bajo costo.

Para los que invirtieron en pirotecnia, a cien metros del Infierno, y encendedor en mano, no pudieron prender ni un “triangulito”.

Para los verborrágicos jugadores brasileños que hablaron mucho por cierto, pero poco de fútbol: así fue que gracias a ellos ahora sabemos qué quiere decir “catimba”.

Para los que hicimos larguísimas colas para conseguir una entrada en la sede de Boyacá o en el Estadio.

Para los que además hicieron el esfuerzo económico para acompañar al Rojo por el continente.

Para los que nunca dejamos de confiar, ni ante la hazaña que requería el tempranero gol de Defensor en Avellaneda, ni ante el tercer gol de la Liga, ni ante el segundo en veinte minutos en Brasil, ni ante la expulsión de Silvera en la final.

Para los que poco hablaron de esa histórica expulsión al 9 en una final a instancias de un cuarto árbitro que estaba a 50 metros.

Para los que nada hablaron de las más que cuestionables y condicionantes amarillas del paraguayo Carlos Torres a los dos centrales rojos antes de los cinco minutos de juego, en Goiania.

Para todos los que nos volvió el alma al cuerpo con la ya inolvidable frase del Turco “Que se queden tranquilos, allá lo damos vuelta, vamos a ser campeones”.

Para los que padecimos la semana más larga de nuestras vidas y soñamos todos los resultados posibles durante los días previos.

Para los que siguen sin ver la falta sobre los brazos de Hilario Navarro en el gol bien anulado al Tolima.

Para la “invisible” y criminal plancha de Gentiletti a Fredes a los 10 minutos en la primera ronda, que con el Rojo ya en ventaja, hubiera cambiado totalmente el desarrollo de la serie.

Para los que nunca hablaron del ridículo penal que le cobraron a Argentinos en el partido de vuelta, tras mano de Silvera.

Para los oportunistas que ahora ningunean la Copa.

Para los mala leche que desprestigian los rivales, desconociendo –y en algunos casos, lo que es mucho peor, sabiendo perfectamente- que Defensor acaba de consagrarse campeón, que Tolima pelea en la etapa final del torneo y la Liga está a 90 minutos de una nueva consagración.

Para los que vivimos y “jugamos” cada partido con el alma y el cuerpo, al punto que hoy todavía nos duela mucho todo y nos importe nada.

Para los que nos emocionamos como pocas veces en una cancha, llorando como nenes. Y como hombres.

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