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Gallego, un motivador por excelencia

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No es ningún psicólogo el Tolo, sencillamente conoce a la perfección cómo motivar a sus futbolistas. Adonde va, siempre irán con él dos de sus cualidades más sobresalientes, dos méritos innatos y adquiridos que aplica recurrentemente, dos elementos distintivos que lo hacen ganador.

Elige bien los jugadores porque tiene tacto. Sabe de fútbol
y conoce las falencias de su equipo. Por lo tanto, una vez que detecta la enfermedad, emprende una búsqueda encomiable de un medicamento eficaz. En el debut observó la desidia de Lucas Mareque y el exceso de confianza de Guillermo Rodriguez. Y no titubeó: los sacó y apostó fuerte con Caracoche y el pibe Delmonte.

En segundo término, ocupa todo su valioso tiempo en afán de alcanzar una sola meta: persuadir a sus dirigidos, y lo consigue: convence y motiva a límites exacerbados. Sólo con pequeñas artimañas logra que los futbolistas le respondan, que se jueguen el lomo entero por él. Prueba de esto es el cambio rotundo de actitud de Leonel Rios y Gastón Machin. No sobresalen pero tampoco desentonan ¿Qué estrategia concibió Gallego en el vestuario? “Nos dijo que íbamos a salir campeones”, confesó un desbordado Hernán Fredes.

“La motivación es un instrumento que moviliza nuestros potenciales, lo que permanece dormido en nuestro interior”, apuntó el Dr. Jorge Garzarelli, especialista en Psicología del deporte. El Tolo jamás pisó la Universidad. Su verdadera escuela fue el barrio, la calle. Allí entendió que de ningún modo debía negociar el esfuerzo y compromiso. En la calle, precisamente, fue dónde aprendió a motivarse para escalar social y económicamente.

Por lo pronto, intenta  despertar a sus jugadores. Por eso, apenas llegó, notó que el Rojo es el tercer equipó más goleado (con 10, antes del partido ante Lanús) y, no dudo en elogiar a Assmann y Gabbarini. “Por suerte, tengo los mejores arqueros del país”, aseguró.

No bien aterrizó, también percibió “que hay jugadores a los que todo le da lo mismo”. Por lo tanto, su labor se tornó más ardua de lo que hubiese imaginado: encontraba un león sin hambre. “Una necesidad satisfecha no sirve para motivar una conducta”, explica Garzarelli. En consecuencia, la tarea del Tolo fue remarcarles a sus dirigidos las ausencias y crearles nuevas necesidades. En algunos casos vio que el asunto era irremediable y los extirpó del once inicial.

Por el momento, los resultados de tamaña operación (más psicológica que física) están a la vista: tres puntos cosechados ante la revelación del campeonato. En líneas generales, la orquesta continúa siendo la misma: modesta y sin excentricidades. Sólo que ahora desafina mucho menos. Saben que todo aquel que no siga la partitura será relegado por el director.

“La clave es levantarme muy temprano todos los días. Con trabajo todo se logra”, dice comúnmente. Gallego se brinda al máximo. De hecho, a las siete ya está en Domínico acomodando pelotas y conitos. Pero también exige a gran escala: la abolición del regocijo nocturno, una condición sine qua non.

De todos modos, su intención lejos está de transformarse en un enemigo del plantel. No sucede casi nunca. Pero por las dudas siempre busca baluartes y líderes que respalden su proyecto. Elige caciques que trasmitan sus pensamientos al resto de los compañeros. Referentes que se inmolen por la causa. Lo hizo en el 2002 con Milito, Castagno Suarez, Pusineri y Silvera. Lo hace en el 2009 con Pusineri y Montenegro.

No es ningún psicólogo el Tolo… simplemente aprovecha al máximo una herramienta que muchos dejaron olvidada en el galpón: la motivación, un elemento insustituible en la vida humana.

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