Independiente debutó en el torneo mostrando una imagen muy deslucida, algo que no es la primera vez que le pasa a un club que se encuentra a la deriva. ¡Esto es Independiente!
La llegada de un nuevo torneo representa un manto de ilusión para los hinchas de cualquier club, más si se trata de un equipo que tiene un nuevo entrenador. En esos casos la expectativa se multiplica por saber cuál es la impronta que presentarán los dirigidos del nuevo DT en cuestión, algo así pasó ayer cuando el Rojo debutó en el torneo doméstico.
En el caso de Independiente solo quedó en eso, expectativa por volver a ver al equipo. Una vez llegada la hora de la verdad en el once contra once, el equipo mostró una imagen muy mala, dándole continuidad a lo que venía ocurriendo en torneos anteriores. Si bien los de Falcioni arrancaron con gran temple y arrinconando al rival, se quedaron a los 30 minutos del primer tiempo y desde ahí todo fue para peor.
El equipo que se mostró apático a la hora de construir juego, salvo escasas situaciones, en las que en la gran mayoría fue clave la participación de Velasco. En el complemento todo fue mucho peor, con un rival que aprovechó el mal momento y se hizo protagonista. A los 23 minutos lo peor, una infantil falta de Domingo Blanco y una pésima marca en defensa dieron el gol al rival. Para colmo, el planteo fue mezquino, usando una línea de cinco y un equipo completamente replegado. No obstante, la situación es mucho más profunda.
Torneo a torneo se repite el mismo escenario, un equipo que llega al debut y te da la pauta de que será un torneo más, aspirando a no pelear en los puestos de arriba, algo que en el último tiempo se volvió una constante. El Emperador tendrá la difícil tarea de no caer en esa volteada, con un plantel de jerarquía pero que carece de orden y juego asociado. Por dar un ejemplo, en el segundo tiempo el Rojo se encontraba muy atrás, con un Velasco muy solo, un Silvio Romero que no gozó de tener la pelota y un Soñora que no pudo ser la manija.
Esto por no hablar del bajo rendimiento de un experimentado jugador de selección como lo es Pablo Hernández, quien perdió la pelota sistemáticamente y bajo su ritmo cansino solo pausó el juego. También un Lucas Rodríguez que jamás supo proyectarse en ataque, o Costa que la pasó realmente mal, -nobleza obliga, son sus primeras armas y tiene tiempo para mejorar-.
Si bien todas estas afirmaciones son verdades, tanto el cuerpo técnico como el equipo son rehenes de una institución que se encuentra a la deriva; con sus directivos más representativos ausentes, una deuda millonaria y que lejos de encontrar un camino claro para resolver la situación dejan al Orgullo Nacional seguir en caída libre. ¡Háganse cargo, esto es Independiente!
