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Historia secreta de la noche más épica del fútbol argentino

¡Un espectacular artículo de Ernesto Cherquis Bialo para Infobae, que todo hincha de Independiente debería leer! A 43 años del épico Independiente – Talleres.

Esta incomparable proeza comenzó el lunes 23 de Enero de 1978, con el siguiente diálogo telefónico:

Julio Grondona: -Hola Pato, buen día,…buen día, ¿cómo andas?

José Omar Pastoriza: Bien Julio, bien…Hoy hacemos el último entrenamiento y a la noche nos vamos a Córdoba…

Los clientes de la ferretería Lombardi y Grondona – ubicada en Independencia 539 de Sarandí- no podían creer que entre ellos, cerca del mostrador, se hallara José Omar Pastoriza, cuádruple campeón con la camiseta de Independiente. El ídolo y el caudillo se habían fundido en un joven director técnico tras su exitoso paso por el Mónaco de Francia, país donde había completado el curso de entrenador.

-Ya estoy aquí, Julio, le avisó el Pato a Grondona quien se hallaba cerrando una venta de alambre tejido.

Ya sentados y mientras Nelly –la esposa de Julio- les servía algo refrescante para tomar, Grondona puso un cuaderno sobre la mesa ratona, se colocó los primeros lentes que le habían recetado mientras transitaba los 42 años y aflojando el tercer botón de su guayabera paraguaya color celeste, le dijo a su protegido entrenador:

– Y nosotros que tenemos que ver Julio con eso, afloje.- Y continuó Pastoriza: “Empatamos aquí 1-1, ellos tienen un buen equipo pero nosotros somos mejores, tenemos que salir, jugar y demostrarlo, nada más. Es fútbol Julio, usted lo sabe mejor que nadie, si nos levantamos bien, jugamos tranquilos, hacemos lo que tenemos que hacer ma’ que general Menéndez, ni general Pistola. Julio, tenemos que ganar, nada más. Y si no ganamos, debemos hacer más de un gol. Somos Independiente, esto me lo enseñó usted Julio, no le de bola, tranquilo…”, concluyó el técnico.

– Ojo Pato, mirá lo que dice aquí : “… Desde la gran aparición de Talleres en los torneos nacionales a partir de 1974, Roberto Osvaldo Barreiro – refiere al árbitro- lo dirigió en 6 partidos oficiales; nunca perdió, ganó tres veces y empató tres veces”. Y mirá esto: en cuatro de esos seis partidos les cobró un penal a favor y expulsó a cuatro de los rivales contra uno de ellos (Talleres).

-No pasa nada Julio, déjelo así, no se caliente.

– A ver Julio, todo lo que me dijo ya lo sabía y lo entiendo, pero le pregunto: ¿qué quiere que haga?.-

– Nada, que hables con los jugadores para que empecemos con once y terminemos con once, nada más.-, finalizó Grondona recordándole que hacia la noche se verían en el aeroparque para abordar el vuelo de Austral programado para partir hacia Cordoba a las 19.50.

Como olvidar aquella Córdoba embanderada, dichosa, desbordante de fe. Se diría una ciudad anticipando la esperada gloria. Y como nunca antes en el futbol, hasta los hinchas de otros clubes grandes deseaban que Talleres lograra el campeonato. Y la verdad es que tenía todo para merecerlo: hábil dirigencia, maravilloso plantel, fútbol de calidad y un cuerpo técnico de excelencia liderado por Roberto Marcos Saporiti.

Frente a la magnitud del acontecimiento la revista El Gráfico desplazó a cuatro periodistas y a cuatro fotógrafos. Uno de ellos, el director del medio, se ocupó de reflejar el partido. Y entre otras cosas expresadas con sabiduría, Héctor Onesime, escribió : “…El triunfo de Independiente desafía a la justeza de nuestra memoria y a las amarillentas (e infalibles) hojas del archivo. Nunca se vivió, tal vez nunca se vuelva a vivir, un acontecimiento futbolístico rodeado por tanto dramatismo, color y emotividad. Nunca una provincia estuvo tan sumergida de cuerpo y alma a una ilusión que ya era – casi – una pletórica realidad. Nunca “tan pocos hicieron tanto” como ese puñado de casacas rojas desteñidas por el sudor y el llanto. Este campeón nacional ha conmovido a propios y extraños. Su grandeza se puede dimensionar en el cálido y elogiable aplauso con que los cordobeses lo despidieron de la cancha. Así es, entonces, como la justicia se siente más contenta. . . “. Y aquella crónica continuaba:

”…Mil imágenes se atropellan en mi mente reclamando prioridad. Escojo una. Y lo veo a Pastoriza cruzar corriendo la cancha. Haciendo que Bochini desaparezca en su pecho tras un abrazo de infinito y sublime vigor. Lo sigo viendo al Pato después del partido en su carrera hacia la minúscula porción de tribuna que tremolaba en rojo. Como un niño atravesando potreros con saltos de clown y el éxtasis estallándole en la cara. Este Pato Pastoriza de la noche inolvidable no puede encontrar frenos, acaso no quiso encontrar frenos. Porque sabía que en el fondo no ofendía ni agraviaba. Era la íntima e irrenunciable satisfacción de haber llegado hasta los límites del milagro, descontando que todos (aún los vencidos) respetaban y comprendían su actitud. Ese canto no puede ser ofensa. Porque los himnos nunca ofenden…”.-

Y ya respecto del juego y su apasionante definición, dejó estas líneas el querido amigo: “Hay un tiro libre de Larrosa desde la posición del número diez. Va Trossero a buscar el centro pasado y lo encuentra. Penetra Outes por el medio esperando la cesión y llega. Gol. Ese silencio de todo el estadio, ¡cuántas cosas me dijo!

Sobre mi derecha, en un rincón queriéndose hacer oír y escuchar, están los dos mil esforzados caminantes de la esperanza. Rebosantes, pletóricos, saludando esa media proeza ya consumada. En casi todos sus banderines se lee: “Dale Rojo”. Pero el estadio se vuelve a resoplar aliento cordobés. Las roncas y agudas bocinas parecían rugidos saliendo de las entrañas de ese público que se retuerce esperando otro destino. Gana Independiente uno a cero. ¿Qué pasará?¨

”Y el gol de Talleres. Valencia que cruza desde su posición hasta la de puntero izquierdo, gira, saca el centro y el balón se detiene en el brazo de Pagnanini. La primera polémica, la primera duda. Para mí fue mano casual. La interpretación del árbitro es distinta. Y en esto valen las interpretaciones. Gol de Cherini desde los doce pasos. Crece Talleres. No es el Talleres que se quiere, pero aprieta, anticipa, desborda. Foul sobre la derecha. Ludueña y Cherini en la ejecución. Ludueña, Cherini, y el “Hacha” que amaga, que engancha. Viene el centro, salta Bocanelli, “cabezazo”. Gol. Segunda polémica, segunda duda. Pero ésta es más violenta, más agresiva. Barreiro “flamea” entre los jugadores del Rojo. Después, de la propia intimidad de Talleres, sale una revelación: “Bocanelli es especialista en darle un puñetazo con disimulo a esas pelotas aéreas”. Por eso los hombres de Independiente se juegan en el reclamo hasta el borde de las tres expulsiones…”.-

Fue así que cuando el referí Barreiro comenzó a expulsar jugadores de Independiente, las ilusiones de sus hinchas parecieron desvanecerse. Trossero me sigue jurando hoy, 43 años después de aquel 25 de enero, que no insultó a Barreiro, que le reclamó, que puteó por la situación pero sin direccionarla a la persona del referí. Y Galván le recriminó la visible mano: “¿Cómo no vas a ver esa mano? –le gritaba incansablemente- preguntale al línea, preguntale al línea, tengo familia, me da vergüenza lo que estás haciendo y como nos estás matando, nos estás robando…”. Tarjeta roja también. Y lo peor fue lo de Larrosa: “¿Por que no me echás a mí…? Dale, rajame a mí también si querés”, le repetía en medio del tumulto y la confusión. Y entonces Barreiro pálido pero exaltado lo expulsó. Tres jugadores menos por el mismo reclamo: la visible mano con la cual Bocanelli impulsó el balón para convertir el segundo gol que Barreiro convalidó: Independiente, entonces perdía 2-1 y se quedaba con ocho hombres faltando 16 minutos para que toda Córdoba celebrase el campeonato. Fue entonces cuando algunos jugadores de Independiente amagaron con enfilar hacia el túnel, como si quisieran abandonar el campo…

Grondona, quien era el presidente del club, se tiró desde el palco hasta alcanzar el alambrado y aferrándose del mismo, detrás del banco lo hizo llamar la Pato; cuando lo tuvo cerca y podía escucharlo le gritó: “Ni en pedo se vayan del campo, por favor ni locos, terminemos el partido, terminemos este partido Pato, decile a los muchachos que sigan jugando…”. El técnico encontró una frase oportuna y desafiante para que sus dirigidos continuaran: “Nos quedamos a jugar, nosotros somos hombres, morimos peleando, vamos, vamos, a jugar, no pasa nada…”. Y la crónica del entrañable Hector Onesime en El Gráfico del 31 de Enero, describía el desenlace del histórico match:

”Pastoriza toma las planchas metálicas con los números para los cambios. Hay dos alternativas: reforzar la defensa para evitar el bochorno de una goleada humillante o jugarse a alguna chance de triunfo. Pastoriza opta por esto último con gran sagacidad. Ingresa Biondi para esconder la pelota en su habilidad. Ingresa Bertoni porque si algún resquicio queda para soñar con el empate, Bertoni puede ser un buen aliado. Pastoriza jugó a ganador. Y ganó. Fue el momento cumbre de la aventura cuando ocho se atreven a once. Cuando la epopeya va tomando forma en Bochini, en la pared con Bertoni, en el acompañamiento de Outes, en la proximidad con Biondi que devuelve, en el zurdazo definitivo del Bocha. Y ganó…”-

Se cumplen 43 años de esta epopeya y la emoción perdura cada vez que los destellos de la memoria transitan la evocación. Cómo olvidar aquel vestuario de hombres simbolizando la dignidad. Veo a Galván con el brazo derecho ensangrentado tras haber roto de un puñetazo el vidrio después que Barreiro – quien dirigió 3 partidos mas y dejó el arbitraje – lo expulsara. Y a Trossero jurando que jamás insultó al árbitro, a pesar de lo cual le dieron 20 fechas de suspensión (15 a Larrosa y 20 a Galván). Y recuerdo a esos gigantes alrededor del Bocha, cantándole la canción del cumpleaños. Frente a hombres así no hay “decreto” que valga. Siquiera de un general genocida…

Volverá la gloria a Independiente. Será una noche en Avellaneda y vendrá desde cualquier estadio del Mundo. La impulsaran los duendes del 64′ cuando dio vuelta el resultado del 0-2 al 3-2 contra el Santos de Pelé. O acaso partirá desde Roma recordando la Intercontinental que le ganó a la Juventus por 1-0 en el 73′. Tal vez llegue con los ecos de la Libertadores del 75′ cuando había que hacer 3 goles para ganarle al Cruzeiro y se produjo el milagro que Sacheri eternizó con su “De la cuna al Infierno”…Es probable que esa infinita gloria no olvide la final contra el Gremio en el 84′, ni la Supercopa obtenida en el Maracaná contra el Flamengo de Romario y Savio por 2-0 en el 95′, ni mucho menos el triunfo contra el Liverpool en Tokio en el 84′.

Volverá la gloria a Independiente. Será en Avellaneda el dia que imaginariamente un joven plantel dibuje en el espacio las siluetas miticas de Santoro, Marangoni, Pastoriza, Bertoni, Hacha Brava Navarro, Villaverde, Galván, Pavoni, Trossero, Bernao, Burruchaga, Mura, Larrosa, Clausen, Pancho Sá, Percudani, Maldonado…

Volverá la gloria a Independiente. Y en el recuerdo de todas esas glorias estará Bochini, el más grande de todos.

Feliz Cumple Maestro…

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