Los nuevos le cambiaron la cara a un Independiente que retrocedía fecha a fecha. En el triunfo contra Rosario Central volvieron a demostrar que sus aportes acomodaron al equipo.
Era la incógnita y quedó develada en estos últimos dos partidos con sendos triunfos rojos. ¿Cómo iban a ensamblarse al equipo las incorporaciones? Y, sobre todo, ¿iban a poder cambiarle la cara a un Independiente que retrocedía en su juego fecha a fecha? La respuesta estuvo en la cancha y sorprendió a todos para bien. Los que llegaron de la mano de Julio Vaccari entraron y le dieron otra impronta al Rojo.
El entrenador solía corregir en cada conferencia a los periodistas. “No hablo de refuerzos, sino de incorporaciones”, repitió varias veces desde su arribo. Pueden ser sinónimos pero no lo son. Sin embargo, el cambio sobre el césped fue notorio desde que se insertaron los recién arribados en este receso tras ser habilitados. Cada uno desde su posición le sirve a este Independiente para ajustar una clavija suelta y lograr un mejor funcionamiento.
Vamos caso por caso. Federico Vera y Kevin Lomónaco acomodaron la defensa desde el sector derecho. El Diablo ya no anda con la cola entre las patas, con más dudas y temores que certezas a la hora de defender. Ahora lo hace con firmeza, siempre custodiados por un arquero, Rodrigo Rey, que extrañamente falle.
Vera entrega buenos cierres, como el salvador que tuvo ante Rosario Central en el primer tiempo, y también proyección por su banda. Es cierto que no tiene el panorama de juego de su antecesor en el puesto, Mauricio Isla, pero sí la potencia y el manejo de los tiempos necesario para saber cuándo ir y cuando no.
Lomónaco es salida y, para sorpresa, también es gol. Su presencia en el área rival pesa. Lleva dos tantos en dos partidos. Ambos, claro, derivados de una pelota parada, herramienta que parece que empieza a ser importante para el Independiente de Vaccari, que no se le caen los anillos por apelar a artilugios no tan emparentados con la idiosincrasia roja, sino más bien a una escuela totalmente diferente. En el Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini, por ejemplo, desaparecieron las pelotas en ese segundo tiempo en el que el local cuidaba el 1-0.
La presencia de estos nuevos instrumentos en la última línea a su vez ayudaron a levantar el nivel de Joaquín Laso. Se lo ve cómodo al lado de Lomónaco, con quien se entendió al instante. Va bien de arriba, ya no tiene errores groseros y hasta tuvo una salvada en la línea que evitó el empate del Canalla. Se siente con mayor seguridad y eso elevó su confianza.
Pero la solvencia que se ve en la última línea tiene también un responsable en la mitad de la cancha. La apuesta del chileno Felipe Loyola es un pleno. Con 23 años, el trasandino está en una edad justa y velozmente se adueñó de la distribución de la pelota. Es un gran lector del juego, tiempista, recuperador y armador. No necesitó adaptación, juega como si tuviera 50 partidos con esta camiseta con la que apenas lleva dos.
Como volante interior derecho, le da una mano a Iván Marcone, pero se desdobla para ocupar la posición de enganche por momentos. De pronto puede aparecer por la izquierda, como en el taco que le dio a Diego Tarzia en la primera jugada de peligro que terminó con un casi gol de Alex Luna. O puede dejar a su marca personal en la pelota parada para bajarla de cabeza y asistir a Lomónaco como en el gol del sábado en Avellaneda.
Falta saber qué puede dar Marco Pellegrino, quien espera desde el banco porque por ahora la dupla de centrales no amerita retoques. Y Santiago Montiel comenzó a sumar minutos al ingresar en el segundo tiempo. Llamó la atención que Vaccari prefirió probarlo como extremo derecho y no por la izquierda, donde juega habitualmente. Con el perfil cambiado puede tirar diagonales y quedar perfilado para el remate de zurda, su pierna hábil. Sin embargo, esto le quita posibilidad de centrar, una de sus mayores virtudes. ¿Habrá sido un testeo puntual o el DT lo piensa en ese lugar? Los próximos partidos dirán.
Lo claro es que los nuevos le dieron otro semblante al equipo. Tres ingresos a la titularidad fueron suficientes para enderezar el rumbo a tiempo. Ahora Vaccari podrá decir que las incorporaciones están bien llamadas refuerzos.
Foto: ph.arita