Al Rojo de Julio Vaccari le cuesta una enormidad generar situaciones de peligro y pesar en el área rival. Contra Argentinos casi no pateó al arco. Un déficit que nace en el medio.
Independiente no pierde con Julio Vaccari, pero tampoco gana. Y ya no le alcanza únicamente con sumar de a un punto porque el objetivo de entrar a alguna Copa internacional será así difícil de alcanzar. Su mayor enemigo es la ausencia notoria del gol. Pero no por falta de puntería; este déficit aún sin solución encuentra su razón en la generación.
Las estadísticas pueden a veces mostrar un recorte de la realidad que ayuda a entender el contexto. Independiente es hasta el momento el equipo con menos chances claras de gol del campeonato, con apenas 13. Y es, además, el segundo equipo con menos remates al arco por partido, con un promedio de 9,7.
Contra Argentinos fue otra tarde de nula elaboración y, por consecuencia, muy poco peso ofensivo. El centrodelantero sigue sin sumar gritos y, más allá de sus errores, tampoco se ve asistido de la manera adecuada para poder contabilizar oportunidades serias.
No es un tema pura y exclusivamente de Gabriel Avalos. La problemática viene de más atrás. El Rojo no encuentra los mejores caminos que lo leven a estar cara a cara contra el arquero rival. Los tres tantos ante Godoy Cruz por Copa Argentina ya quedaron como algo lejano y a la luz de lo que siguió luego, pareció más una excepción que la mismísima realidad del equipo.
¿Cuál es la realidad? La de un elenco inofensivo, incapaz de ser agresivo de mitad de cancha hacia adelante. No sabe cómo producirse los espacios para doblegar a la defensa ajena. Contra el Bicho en Avellaneda recién en el último minuto de la tarde creó la única d real peligro: el cabezazo de Federico Mancuello al travesaño tras un error del Ruso Rodríguez. Antes, nada de nada.
Nunca puso pisar el área de enfrente con decisión. Sus volantes internos no se asocian ni entre ellos ni con los extremos. Es cierto que la lesión temprana de Federico Vera alteró los planes porque debió retroceder al lateral derecho Felipe Loyola para dejar su lugar en el medio. De todos modos, hasta ese momento, el chileno jugaba por el sector izquierdo en una sorpresiva decisión táctica de Vaccari. ¿Para que rotar a los internos si Loyola venía siendo figura por la derecha?
Saltita González no pudo ser la manija del equipo en el sector diestro y el ingreso de Jhonny Quiñónez no cambió absolutamente nada. El entrenador vio en el ecuatoriano al volante mixto con las características necesarias para meterlo, aunque no tuvo en cuenta, al parecer, su inactividad y su falta de ritmo. Quiñónez deambuló perdido y nunca se halló en un partido empezado. Vaccari corrigió su equivocación en el segundo tiempo y lo sacó para poner a Tata Martínez, en otra decisión que despertó polémica ya que terminó con Jhonny a puro llanto en el banco.
No llega por adentro y tampoco por los costados. Los extremos, que arrancan a pierna cambiada no quedan perfilados para centrar al ‘9’ y los rivales ya intuyen que por naturaleza tirarán la diagonal para quedar con el panorama para rematar con su pie hábil. Por primera vez en el ciclo se vio que tanto Santi López como Santi Montiel intercambiaban sus lados para ver si de ese modo lograban romper. Tampoco funcionó.
Vaccari prueba nombres; sin embargo, por ahora no negocia el inalterable 4-3-3, un esquema que no viene dando frutos en el ataque. ¿Y si llegó la hora de cambiar? Solamente se modificó el dibujo cuando alguna expulsión obligó a meter mano y reordenar el equipo. Después, el DT parece estar apegado a una táctica que le sirve en lo defensivo, pero no en lo ofensivo. Y, así las cosas, el Diablo sigue siendo un equipo Independiente del gol.
Foto: ph.arita