El sábado 25 de febrero de 2006, por la sexta fecha del Torneo Clausura de dicho año, Independiente volvía a bailar al vecino a domicilio con un Sergio Agüero imparable.
Era una tarde de sábado como cualquier otra, menos en Avellaneda. Allá se jugaba el Clásico en el estadio Juan Domingo Perón y tanto Independiente como el vecino lo sabían, solo que estos últimos no imaginaban el desenlace que iba a tener aquel partido, donde Sergio Agüero los iba a bailar.
El primero, a los nueve minutos del complemento. En una salida del Rojo por la derecha, Lorgio Álvarez tiró una pelota elevada para Eduardo Bustos Montoya. El Tati la frenó, lo vio a Agüero que entraba y se la dejó servida. El Kun sólo tuvo que abrirse un poco y, con un zurdazo bajo impecable, coló la pelota por la izquierda de Gustavo Campagnuolo. Arrancaba el baile.
Tres minutos después, el 2-0. El local intentaba por la izquierda con Gustavo Cabral que, con un centro manso, le regaló la pelota a Oscar Ustari. El arquero del Diablo resolvió rápido y, con un saque de arco espectacular, dejó a Sergio Agüero mano a mano con José Shaffer. El delantero de Independiente se sacó de encima al defensor de la Academia con un giro rápido y, con otro amague, dejó en el camino a Campagnuolo para rematar y decretar el segundo tanto del Rojo. Delirio total.
Promediando el final del cotejo, los simpatizantes locales generaron incidentes que obligaron a Héctor Baldassi a darlo por terminado. Uno de los tantos bailes del Diablo, y otro de los tantos abandonos del vecino.
