Independiente estaba empantanado ante Colón y un movimiento modificó las acciones.
El Rojo igualó 1-1 de forma agónica contra el Sabalero. Independiente consiguió el tan ansiado gol a los 44 minutos del segundo tiempo y Sebastián Sosa salvó las ropas en la última jugada del partido. ¿Pero qué pasó en los 89′ previos? El propio Lucas Pusineri lo explicó en la conferencia de prensa.
Lo primero que aclaró el DT es que según su óptica, el equipo cumplió las órdenes hasta que llegó el inesperado gol de Colón. 13 minutos duró la estrategia, ya que Tomás Chancalay clavó un córner olímpico que finalmente empujó Wilson Morelo y desestructuró la aparente idea del local.
“Tuvimos un inicio de partido con precisión y dinámica, pero su gol fue de otro partido y nos puso nerviosos. Los encargados de la elaboración de juego tuvieron un partido difícil, tenemos que mejorar en el juego, lo sabemos, pero estoy conforme”, explicó el técnico en conferencia de prensa.
Y la clave pasó por ahí: Independiente se vio obligado a remontar el marcador contra un Colón cerrado y especulando con su ventaja. Quienes debían aparecer, desaparecieron. Pablo Hernández entró muy poco en juego, porque tenía dos marcas encima constantemente, Andrés Roa fue volcado hacia la derecha y su función se volvió intrascendente en la creación y Domingo Blanco jugó de interno, pero todo lo que intentó se frustró.
Eduardo Domínguez mandó a sus futbolistas a bloquear las sociedades en el mediocampo y a dejar que la pelota la transporten Alexander Barboza, Lucas Romero y los laterales. Esta es la cuestión: ante la falta de sistema, tampoco apareció la inventiva de los creativos. Fue tan bajo el rendimiento de Hernández, Roa y Blanco, que si el DT los hubiera sacado en el entretiempo, nadie se lo iba a recriminar.
De hecho, Pusineri les dio 15 minutos más para que intenten romper con la monotonía, para que aparezcan, para que la pidan, para que acierten, para que destruyan la modorra. Apenas pinceladas de Blanco, pero que no fueron efectivas. El Tucu y el colombiano directamente no cumplieron con las expectativas. Y así fue que llegaron tres cambios juntos.
“Si hago un cambio, porque hago un cambio. Si hago tres, porque hago tres… Yo quise darle frescura al equipo, una lavada de cara para torcer el partido, adelantarnos y sumar posibilidades en el arco rival”, respondió el entrenador luego del encuentro. La frescura la logró. Los ingresos de Lucas González, Alan Soñora y Federico Martínez despabilaron a un Independiente inconexo y falto de lucidez para romper la estructura del Sabalero.
A partir de allí el Orgullo Nacional adelantó líneas, tuvo mayor dinámica y movimiento -aún en la desprolijidad- y creó cuatro situaciones de gol muy claras. Mejoró el nivel de Lucas Romero porque estuvo más acompañado, los laterales se soltaron para avanzar y Silvio Romero ganó movilidad.
El gol de Lucas Rodríguez fue la consecuencia del acierto de Pusineri en meter mano y no casarse con los nombres y sacarlos cuando hacía falta, pero hasta podría haberlo hecho antes. Independiente tiene muchísimo por mejorar y crecer; principalmente en la generación de juego, en la rebeldía con la pelota y la estrategia para ampliar recursos. Menos mal que se consiguió el punto para no dejar de sumar.
