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La fiesta de todos

todos

Ponerse a relatar una noche como la que se vivió en Avellaneda podría derivar tranquilamente en un cuento futbolero al estilo del Negro Fontanarrosa.

La fiesta fue una poesía de principio a fin. Ya desde temprano se respiraba en la ciudad un aire distinto, se percibía que este 28 de octubre no era un día más para el hincha rojo. Creame si le digo que el partido de fútbol que se presentaba en un principio como plato principal, había pasado a un segundo plano. La ansiedad y la felicidad que desbordaba por Alsina y Bochini le había ganado ampliamente al hecho deportivo. Entre la marea roja que se acercó al Libertadores de América podían distinguirse familias enteras, gente llorando, cantando y celebrando. Los que en la Doble Visera supieron ser los niños que asombrados llegaban por primera vez a la cancha y devoraban todo con sus ojos, hoy eran los padres que le contaban a los más pequeños historias de copas y glorias pasadas, esperando que prontamente se repitan en el Templo de Avellaneda. Dos y hasta tres generaciones reunidas por un mismo amor.

Dentro de todo este contexto, hubo un partido de fútbol, ante un rival que se esmeró por aguar la fiesta y complicó a Independiente. Pero este Independiente no podía permitirse otra cosa que no fueran los 3 puntos y los jugadores supieron recibir el mensaje y canalizarlo en el campo de juego. Salvando las distancias, la eficacia de Erico se abrazó al botín izquierdo de Silvera para estampar el primer gol en esta nueva etapa. Vino el empate luego de Nieto, pero antes de irse al descanso Bertoni le prestó por un ratito la frialdad a Piatti para marcar el 2-1 tranquilizador.

En la segunda etapa había que rematarlo para no sufrir y el Bocha se convirtió en una de sus características asistencias para que, otra vez, Nacho Piatti amagara como De la Mata en el Monumental y la mandara al fondo de la red del arco de las vías, donde ahora también había público independientista a quien dedicarle el festejo. Ya sobre el final Colón puso el 3 a 2 que le daría suspenso al partido y cuando estuvo a punto de marcar el empate en los pies de Ramírez, el Pato pegó un grito desde su palco y Lucas y Emiliano corrieron a soplarle la pelota para que Gabbarini sacara del arco y fuese victoria. Esta noche estuvieron todos, estuvimos todos, nadie quiso perderse la fiesta.

Habrá cosas por corregir seguramente, pero ¿quién le quita esta alegría inmensa al hincha de Independiente?
Ese mismo hincha que cuando pitó Laverni el final del partido festejó como hace tiempo no hacía y se sintió en paz consigo mismo. Ese hincha no estaba preocupado por el regreso, ya estaba en casa.

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