Más allá de alguna reacción con más empuje que fútbol, en la derrota por 1-0 con Atlético Tucumán Independiente dejó al descubierto sus falencias en defensa y en ataque.
La realidad es desesperante por donde se la mire. Sin DT, sin ganar, sin identidad, sin solvencia, sin recambio. Independiente no tiene miras de levantar la frente en lo futbolístico, factor que va estrechamente ligado del tole tole institucional. El equipo sacó apenas 1 punto de los últimos 18 que disputó en en la derrota con Atlético Tucumán dejó expuestos sus anemias defensivas, pero también ofensivas. El Diablo se tapa con una manta corta… de arriba y de abajo.
El gol prácticamente desde el vestuario de los tucumanos fue una sucesión de errores defensivos de Independiente que le abrieron el camino a los rivales con una alfombra roja hacia la red. Apenas 53 segundos tardó el Decano el romper con el fondo rojo.
Edgar Elizalde salió a presionar a Ciro Rius a la mitad de la cancha en el sector izquierdo. Rius descargó para la progresión de Martín Garay, quien levantó la cabeza y se le clarificó todo el panorama para poner una pelota al espacio que dejó Joaquín Laso al no cerrar filas. A su espalda tiró a diagonal Ramiro Ruiz Díaz. El delantero fue perseguido por un desesperado Sergio Barreto que le miró la espalda siempre. El pase al medio para Augusto Lotti dejó dos evidencias más: no alcanzó a cerrar Alex Vigo y el arquero Sebastián Sosa tuvo una floja salida.
Hay cuestiones que preocupan en la defensa porque no hay variantes a la vista. Tal es el caso del segundo marcador central. Juegue Juan Insaurralde o Laso, los errores se reiteran y los centrales zurdos de la cantera que podrían tener una chance ante el bajo nivel de los dos experimentados fueron cedidos. Algo similar para con los laterales, aunque Elizalde no terminó dejando una mala impresión en los 90 minutos por la izquierda. Por la derecha, en cambio, Vigo no termina de encontrar regularidad, ni en la marca, ni en ataque (avanza bien, pero le cuesta la terminación).
Y Barreto, de buenas condiciones, que generalmente suele ser el mejor de abajo, se contagia del todo. La impotencia hace que pueda pasarse de vehemencia y esté al límite de la expulsión, como en la roja que le mostró Echenique por ir con la pierna a la altura de la cabeza de un rival, que luego fue correctamente corregida por el VAR por una amonestación. Igual, caminó por la cornisa.
Si los males defensivos se compensaran con un peso ofensivo, al menos valdría la pena correr el riesgo de quedar descubierto atrás. Pero no. La manta tampoco cubre al equipo de Avellaneda arriba. Tomás Pozzo sigue siendo el único que entiende cómo jugar en este momento, en el que además de juego se necesita un plus actitudinal, un empuje de vergüenza deportiva.
El resto parece no percartarse. O bien, se ven superados por la situación. La falta de variables ante una hilera de lesiones atentó también contra el ataque: se lesionaron el goleador Leandro Benegas, el refuerzo Facundo Ferreyra y el pibe Hidalgo. Y para colmo, Leandro Fernández debió cumplir una fecha de suspensión por límite de amarillas. El juvenil Santiago Ayala hizo lo que pudo en un esquema 4-1-4-1, en el que era la punta de lanza. Demostró movilidad, pero se lo vio generalmente aislado de sus compañeros.
Le faltó profundidad a Independiente. Lo realmente positivo de todo fue que el equipo demostró un ímpetu de ir a buscar el empate. Lo intentó. Y se hizo con la tenencia de la pelota durante la mayor parte del tiempo en la cancha de Platense. Sin embargo, eso no se tradujo en situaciones claras de gol, salvo en el tramo final cuando a puro pelotazo alcanzó a generar algo de riesgo como el cabezazo desviado de Batallini que se quedó con el último suspiro de un partido que dejó al Diablo destapado de pies y cabeza.
