El equipo de Julio Falcioni hizo lo que tenía que hacer en casi todo el partido en Liniers: cambió el semblante, fue agresivo, presionó y marcó lindos goles. Pero todo se embarró por un final inesperado. ¿Cómo se explica?
Lo que técnicamente fue empate, anímicamente se tradujo como una verdadera derrota. Independiente se llevó un punto de Liniers, un escenario siempre complejo, pero se fue dándole mordiscos de bronca a la idea de saberse victorioso hasta los 42 minutos del segundo tiempo. ¿Qué pasó? ¿Por qué el Rojo echó por la borda el gran partido que jugó contra Vélez? Estas son las claves de un empate que fue derrota.
-Cambió la cara: Sería de necio no reconocer que fue otro Independiente el que se vio en el césped del José Amalfitani. Venía de una goleada durísima de local ante Godoy Cruz apenas siete días atrás en la que no salió absolutamente nada. Y este sábado el equipo de Julio Falcioni jugó a otra cosa desde el vamos. Salió con la determinación de ser agresivo y de presionar al rival bien arriba. Tuvo un juego directo y preciso. Y logró llegar a área de enfrente con buenas combinaciones. Vélez hasta tuvo mayor posesión, pero no se jugó a su ritmo. Había que salir velozmente del pozo y el Rojo lo hizo desde el juego.
-Reaccionó rápido: Más allá del cambio de postura y carácter, Vélez pegó primero de pelota parada y eso pudo haber sido un golpe imposible de remontar en otro momento de este equipo que le cuesta mucho dar vuelta las historias. Pero el Diablo contectó de inmediato. Empató al minuto. Y eso le permitió mantener su mentalidad de ir al frente y ser ofensivo.
-El retorno del goleador: Silvio Romero venía errático y también fastidioso porque el equipo no le generaba suficientes situaciones con el arco de frente. Siete fechs llevaba sin marcar, una eternidad para un delantero que vive de gritar goles. La noche en Liniers fue la del fi de la sequía. Oportunismo, buena ubicación y efectividad. Recuperó el olfato. Bienvenido de nuevo, Chino.
-Goles de arco a arco: Los dos primeros tantos del Rojo tuvieron un denominador común. Ambos nacieron de una salida del arco propio y se coronaron en el del rival. De área a área fluyó Independiente con precisión en pases y velocidad para romper líneas internas. El del empate fue un verdadero golazo con una linda sucesión de toques (algunos de primera). La clave de la jugada fue el cambio de ritmo de Alan Velasco, que se sacó uno de encima, aceleró y abrió para Fabricio Bustos. El centro de primera del lateral fue perfecto y Romero no falló. Y el segundo también se inicio de Sosa. Aquí hubo dos momentos: el pase largo del Perro Romero para la corrida de Ayrton Costa (acierto de Falcioni incluirlo) y la lucidez de Alan Soñora para seguir la pelota ante el rebote del arco y volver a ponerla en acción dentro del área. Lindas construcciones que marcan un camino seguir. Es por ahí, Rojo.
-Los cambios no salieron bien: Hasta acá todo era positivo para el visitante, que encima estiró la ventaja y ganaba cómodo por 3-1. Pero… Falcioni movió el banco para refrescar piernas. La salida de Soñora, uno de los puntos altos, debió responder a un agotamiento porque otra explicación no se le puede encontrar. Cuando Alan dejó la cancha, la pelota quedó definitivamente del lado del Fortín. El ingreso de Andrés Roa fue definitivamente negativo. El DT, con el resultado favorable, pensó en meterlo para sumar tenencia y, de paso, que sumara minutos tras la lesión. Pero Roa se equivocó en todo y, lamentablemente para él, sus fallas incidieron en el resultado final: no siguió a Thiago Almada en el descuento de Vélez teniéndolo de frente; y perdió el balón en una zona de riesgo, desde allí llegó la infracción y el 3-3, que debió invalidarse por fuera de juego. No tuvo la pelota ni colaboró en la marca, Roa. Fueron 25 minutos fatales para él, que para colmo fue reemplazado al final para sumar gente en defensa. Errores puntuales que costaron caro.
