Sergio Agüero fue uno de los once titulares que presentó Maradona para derrotar 2-0 a Grecia y, si bien su rendimiento se fue diluyendo con el correr de los minutos, redondeó una buena actuación y estuvo muy cerca de marcar.
Es, sin lugar a dudas una, de las mejores compañías que puede tener Lionel Messi dentro del campo de juego. Juntos son dinamita, aunque claro está que el del Barcelona es el jugador por excelencia que tiene este equipo. Es de resaltar que a ambos por ahora el gol se les está negando.
Agüero, sobre el que pesa la maldición de la casaca nº16 (los que la usan no hacen goles en los mundiales para Argentina), comenzó siendo el eje del conjunto nacional debido a la marca férrea que reinaba sobre la “Pulga”. Es más, dos de las tres o cuatro jugadas claras del primer tiempo estuvieron en sus pies.
La primera fue una arremetida con su sello propio, encarando en diagonal hacia el arco. El remate de zurda fue bien contenido por el arquero que la desvió al corner. Más tarde, tras un gran desborde de Maxi Rodríguez, el Kun recibió apretado y le dio derecha. El rebote en el defensor le impidió de nuevo el grito más bonito del fútbol. Algunos, desde un sillón, pensaron que pararla, amagar y definir con toda su calidad hubiese sido el mejor camino para resolver ese ataque, pero hay que estar ahí.
El cero a cero del primer tiempo se debía a la falta de justeza en los metros finales de la Selección de Diego y del muro que presentaban los griegos. Ya en el complemento, el partido fue más de lo mismo. Y, si bien el Kun siguió demostrando su enorme calidad y buscó aliarse a Messi y sobre todo a Clemente Rodríguez (sus subidas fueron de lo mejor del sector izquierdo), Maradona decidió que un cambio de aire era necesario.
Así fue que Pastore tomó el lugar del Kun, Maxi Rodríguez le cedió el suyo a Angel Di María y Martín Palermo se subió a la ilusión de gol que tuvo gran parte Diego Milito y no pudo lograr.
